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Columna
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In albis

El mes de mayo de 2005 se ha convertido en una cita decisiva parea Europa y para el mundo. El 29 de este mes los franceses pondrán a prueba los sistemas de seguridad de la construcción europea. Acabamos de celebrar un polémico aniversario -60 años- del fin de la Segunda Guerra Mundial. Mientras, en Berlín se ha inaugurado un impresionante monumento a la memoria de las víctimas del holocausto nazi. La capital alemana avanza en su significación histórica hacia la reserva metropolitana de los valores europeos. El conjunto berlinés tiene mucho de enigmático y bastante de ecuménico. Es símbolo de la libertad, en todos sus matices y supera a las ciudades hanseáticas, Hamburgo y Bremen, libres en toda su concepción. Berlín, con su puerta de Brandenburgo -símbolo de la opresión y espacio de silencio- recientemente restaurada, se ha dejado suplantar en su papel de urbe cicatrizada por los estragos de la guerra. Finalmente ha sido Moscú el escenario de una conmemoración que apenas le corresponde. Rusia cerró la herida nazi para abrir de nuevo el foso de la dictadura comunista, para sus ciudadanos y para los de los países sobre los que pudo imponer el rigor de su bota.

Con el resultado del referéndum francés puede resquebrajarse la imagen ya dañada de Europa. Los españoles, que estamos de moda, hemos contribuido notablemente a la unidad europea. Los valencianos hemos vivido una efemérides del 25 de abril, sin pena ni gloria. Siempre ha resultado inquietante que nuestra fiesta doméstica se conmemore celebrando una derrota que, ni tan siquiera, aconteció en los límites del Reino de Valencia en 1707. Pero con la victoria de las tropas borbónicas en Almansa se fueron por el aire las leyes y los derechos forales de los valencianos. Y de este modo afrontamos en 2005 una eventual reforma del Estaut d'Autonomía donde se recogerá que la denominación oficial de este espacio geopolítico es Comunitat Valenciana. Es lamentable que, pendientes de deudas y reyertas, no hayamos logrado transmitir que nuestro Estatut nació cojo, ciego y manco. En cualquier caso, es insuficiente y muy probablemente lo seguirá siendo, si la amplitud de miras no predomina sobre las miserias de los partidos mayoritarios. Ahora está de máxima actualidad el tema de la financiación autonómica. Aragón y Baleares se inclinan por la propuesta catalana, mientras la Comunidad Valenciana queda descolgada.

La Comunidad Valenciana fue el resultado de un acuerdo de circunstancias que no satisfizo a nadie. Con las divisiones provinciales en tierra de nadie y los favoritismos que marcan los virreinatos y el caciquismo, las posibilidades de trascender en las cotas de libertad se fueron reduciendo. Fruto de ello es que cada día renunciamos un poco a nuestra mediterraneidad, marginados en la eurorregión o arco mediterráneo, para provocar una centralidad del Levante, del Sureste o de una Comunidad Valenciana difícil de comprender e interpretar, a partir de sus intereses y de las coordenadas de la historia. ¿Nos tienta Murcia, Castilla-La Mancha, la Cibeles, el oso con el madroño, frente a Aragón, Baleares, Cataluña o el Rousillón francés? ¿No sería que por tanto dudar corremos el riesgo de perder todos los trenes? Podemos acabar con la sensación de quedarnos en blanco, sin rumbo ni proyecto concreto. Es decir: "in albis".

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