El Ejército de Uzbekistán aplasta una rebelión popular en la zona islamista
Miles de manifestantes claman contra el régimen represivo de Islam Karímov
Uzbekistán vivió ayer una jornada sangrienta después de que el día anterior un grupo de islamistas armados asaltara la cárcel de Andiyán, en el valle de Ferganá, y liberara a sus compañeros detenidos y los delincuentes comunes; en total, entre 2.000 y 4.000 personas. Las noticias llegadas desde la zona son contradictorias y confusas, pero aparentemente el Ejército se ha hecho con el control de la ciudad, dejando un número indeterminado de muertos y heridos. El presidente del país, Islam Karímov, se desplazó ayer a Andiyán para evaluar la situación y dio la orden de aplastar a los rebeldes.
Los soldados dispararon por la tarde contra los que participan en los desórdenes y asaltaron la sede de la Administración provincial, donde se habían atrincherado los rebeldes islamistas. Hasta entonces habían perecido nueve hombres y 34 habían resultado heridos, según las cifras oficiales. "Las tropas gubernamentales tienen la ciudad bajo su control; abrieron fuego con blindados y Kaláshnikov contra los manifestantes atrincherados en el edificio", explicó Zaidzhajón Zainabitdínov, abogado de Andiyán quien llamó por teléfono a la página web Fergana.ru y calculó en cientos los muertos y heridos.
La decisión de atacar fue tomada tras el fracaso de las conversaciones que mantenía el propio Karímov con los rebeldes, según varios observadores locales. No le hizo vacilar la presencia de la población, congregada en la plaza frente a la Administración, ni las informaciones de que los extremistas supuestamente habían tomado como rehenes a mujeres y niños (es lo que afirmaban las autoridades).
La gente congregada en la plaza huyó despavorida cuando el Ejército empezó a disparar. El asalto a la sede administrativa, defendida por un centenar de extremistas armados, duró una hora. En diversos lugares de la ciudad se podían ver vehículos en llamas. Por la noche aún se oían tiroteos en algunos barrios de Andiyán, una ciudad de 400.000 habitantes.
Los graves acontecimientos de ayer estuvieron precedidos de días de manifestaciones, en las que se exigía la libertad de 23 islamistas acusados de terrorismo e intento de golpe de Estado (los presuntos radicales son empresarios locales). Anteanoche, miembros de la organización fundamentalista Akromia (del mulá Akromá), atacaron una unidad militar para apoderarse de armas. Después, a bordo de varios vehículos, se dirigieron a la prisión de la ciudad, donde dispararon contra los guardias, abrieron las puertas de la cárcel y dejaron escapar a miles de presos. Las tropas de refuerzo bloquearon las calles y abrieron fuego contra todo lo que se movía, según los relatos de los habitantes de Andiyán.
Los rebeldes consiguieron hacerse fuertes en la sede de la administración provincial de Andiyán. "Somos suicidas y resistiremos hasta la muerte si los soldados deciden utilizar la fuerza", dijo uno de los islamistas a Fergana.ru.
Fuentes de los servicios de Seguridad informaron, sin ofrecer muchos detalles, de que otro grupo, que se había refugiado en una escuela en obras, había sido expulsado por la policía y los soldados. Mientras, el servicio de prensa del presidente afirmaba que Karímov se hallaba en Andiyán negociando, pero sin decir con quién. Los extremistas solicitaron la mediación del Kremlin para evitar un baño de sangre, pero no se sabe si el presidente Vladímir Putin llegó a llamar a su colega Karímov.
La gente, que se había echado a la calle, organizó un multitudinario mitin frente a la plaza principal en el que exigían la dimisión de los dirigentes uzbekos, "democracia y trabajo", gritaban. Helicópteros artillados sobrevolaron el centro de Andiyán, mientras que los soldados y la policía cerraban todos los accesos a la ciudad.
Sharif Shakírov, uno de los líderes rebeldes, señaló que no pedían la dimisión de Karímov, pero sí la de su Gobierno, además de la liberación de los presos políticos y religiosos. "El pueblo está cansado de la miseria, la desesperanza, la injusticia y la opresión", dijo en declaraciones a Centrasia.ru.
[La Casa Blanca realizó ayer un llamamiento a la calma, tanto al Ejecutivo como a los manifestantes. "Nos preocupa el estallido de violencia, en particular [el de] ciertos miembros de una organización terrorista que habían sido excarcelados", dijo Scott McClellan, portavoz de la Casa Blanca, informa Efe].
Tanto Kirguizistán como Kazajstán reforzaron sus fronteras tras los desórdenes, mientras las autoridades uzbekas redoblaban las medidas de seguridad en Tashkent, la capital el país, y trataban de impedir por todos los medios que los habitantes obtuvieran información independiente sobre los acontecimientos, para lo cual bloquearon incluso las señales de la televisión rusa. En Tashkent se produjo un incidente en la Embajada de Israel, donde un hombre resultó muerto al creerse que se trataba de un terrorista suicida. Por alguna razón, el hombre no hizo caso al alto de los guardias.
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