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Los valores del Estatut

La mayoría de los partidos políticos catalanes han planteado la necesidad de que el nuevo estatuto de autonomía que en estos momentos se está elaborando en el Parlament recoja la definición de Cataluña como nación, así como la enumeración exhaustiva de los valores que definen la nacionalidad catalana. Los nacionalistas catalanes -incluso los que como el portavoz del Gobierno de la Generalitat, el socialista Joaquim Nadal, defienden la autodeterminación de Cataluña- consideran que existen una serie de valores que deben ser institucionalizados en el Estatut con el objetivo que sean asumidos de manera automática por todos los catalanes. Cuando la ponencia parlamentaria que trabaja en el nuevo Estatut ha acabado la primera lectura del texto, los ciudadanos asisten perplejos a la pugna partidista entre los miembros del tripartito y de CiU, que intentan aparecer ante la opinión pública como los que más exigen al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

No debemos caer en la trampa de convertir el texto estatutario en un muro que separe a los catalanes

Mientras los ciudadanos reclaman que el nuevo Estatut les sirva para conseguir una plaza de guardería para sus hijos o una residencia asistida cerca de casa -como si el Estatut fuera la solución mágica a todos nuestros problemas-, los políticos nacionalistas se empeñan en centrar este debate en la necesidad de definir los valores comunes y únicos que, desde su punto de vista, pueden cimentar nuestra sociedad, conseguir la denominada cohesión nacional catalana y alcanzar la ansiada soberanía política. Por este motivo existe tanto interés en definir claramente en el Estatut los principios y valores que, según los nacionalistas, deben inspirar el proceso ciudadano de la llamada reconstrucción nacional de Cataluña y permitir, finalmente, su autodeterminación.

La necesidad de que nuestro Estatut recoja una serie de principios de la que algunos llaman "personalidad catalana" puede llevarnos a establecer una catalogación de trazos definitorios de lo catalán que excluya a todo aquel que, siendo y considerándose catalán, no comulgue con esos principios y valores definidos, de manera excluyente, por una determinada mayoría parlamentaria. Otra de las consecuencias derivadas de la enumeración de estos principios puede llevarnos, irremediablemente, a definir lo que queremos ser como pueblo y a excluir a todo aquel que no quiera definirse ni que lo definan en función del colectivo al cual pertenece, sino como ciudadano.

Es absolutamente imprescindible que el Estatut recoja una serie de valores y principios que garanticen un cierto compromiso ciudadano. Ahora bien, los valores y principios que deben inspirar el marco de convivencia que representa el estatuto de autonomía de Cataluña, ¿deben ser o son diferentes a los que inspiran el marco de convivencia de los franceses, alemanes, vascos o valencianos? ¿Debemos tener los catalanes más derechos y obligaciones que el resto de los españoles o europeos? ¿Quizá menos? No parece razonable que nuestro estatuto establezca un catálogo de derechos y deberes diferente al que tienen el resto de los españoles o al que tendremos como europeos una vez ratificada la Constitución europea. Sin duda, el objetivo de algunos es redactar una especie de Constitución catalana que obvie la pertenencia de Cataluña a España, en un claro intento de hacer realidad una ficción que sólo existe en sus mentes y que se resume en la idea de que Cataluña no es ni puede seguir siendo una parte de España.

No podemos ni debemos caer en la trampa de establecer una serie de valores comunes que puedan convertir nuestro texto estatutario en un muro que separe a los catalanes ni en un obstáculo para que nuestra sociedad

avance de acuerdo con las nuevas realidades que genera el acceso a las nuevas tecnologías o el fenómeno de la inmigración. Por ello, debemos apostar por incluir en el Estatut una serie de valores que puedan ser asumidos por todos los ciudadanos, considerados éstos desde un punto de vista universal. El pluralismo, la libertad, la cultura y el control político deben ser los principios y valores máximos que deben orientar nuestro texto estatutario. No podemos caer en la tentación -como algunos pretenden- de redactar un Estatut en contra de nadie, sino que debemos trabajar para que todos los catalanes nos sintamos cómodos con él. La Cataluña de hoy no es la misma de hace 10 o 100 años, y tampoco será la misma dentro de 50 años. Sin inmigración, por ejemplo, Cataluña tendría una población de 2,7 millones de catalanes, y no creo que la conciba de igual forma un catalán que vive y trabaja en Pedralbes que otro que vive en cualquier barrio marginal de Cataluña y está en paro. A diferencia de lo que propugna Pasqual Maragall cuando defiende una única manera catalana de ver el mundo, creo que existen tantas maneras de verlo como catalanes habitan en nuestra comunidad autónoma. Lo contrario sería defender el pensamiento único y trazar una línea entre los buenos y malos catalanes, entre los que se sienten identificados con esos principios y valores que nos definen por la negación del contrario (en este caso, por desgracia, España) y los que creemos en una Cataluña plural, llena de ciudadanos libres y responsables que aspiran, simplemente, a que la cultura y la educación sigan siendo los valores básicos que nos permitan garantizar esos mismos valores a las futuras generaciones de catalanes y catalanas, también libres y responsables.

Daniel Sirera es secretario de Comunicación del PP en Cataluña.

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