"Me asusta la velocidad del mundo"
Eugenio Fuentes (Montehermoso, Cáceres, 1958) ha irrumpido en la literatura europea llegando con su detective Ricardo Cupido. Cuentista, periodista y novelista curtido en ocho libros, dueño de una potente imaginación negra y de una implacable capacidad de disección de la debilidad humana, Fuentes es un narrador impasible y eficaz que escribe sobre asuntos actuales huyendo de la frase alambicada o preciosista. Creador de personajes muy creíbles, sus historias no se olvidan fácilmente, pero él tiene sus preferencias: "Un mal narrador puede engañar al lector con una historia buena, camuflarse en un buen argumento. Un buen narrador no puede esconderse en un personaje mal hecho: te señala con el dedo. Los personajes son la piedra de toque que dan validez a la historia".
"Es casi inevitable que tus opiniones se transmitan en tus textos, y quizá puse alguna referencia inútil para la historia"
"No quería escribir una novela que me avergonzara leer dentro de unos años. Por pura ambición literaria"
Se ha dicho que el creador de Ricardo Cupido, ese perdedor lleno de dignidad que ha protagonizado su trilogía negra (Las manos del pianista, su última entrega, ha sido traducida ya a 12 lenguas), es uno de los renovadores de la novela policiaca europea, porque, entre otras cosas, ha introducido el monólogo interior sin que estorbe. En su última novela, Venas de nieve (Tusquets), que no es propiamente una novela negra (aunque lo sea en muchas cosas) sino quizá un híbrido de novela de intriga, búsqueda, viajes, denuncia y sentimientos, Fuentes corre nuevos riesgos: se mete en el alma de Andrea, una agente de policía, hija de un policía municipal jubilado, cuyo trabajo consiste en interpretar a las mujeres fallecidas en las reconstrucciones judiciales de los asesinatos machistas. Andrea tiene un hijo, Lucas, enfermo de leucemia, y narra en primera persona su itinerario desde Madrid a Barcelona, Tarifa y Alemania en busca de un donante de médula. Y eso es casi todo lo que se puede contar para no destripar esta Venas de nieve que, si se empieza, es imposible dejar.
Pregunta. Asesinatos de género, inmigración ilegal, leucemia infantil... Su novela parece el periódico del día...
Respuesta. Un amigo mío dice: "¿Qué ocurre en la calle y no ocurre en los libros?". Eso es lo que me gusta contar, lo que pasa en la calle. Pero la novela camina sobre dos piernas: la ficción, la historia de Andrea buscando un donante para su hijo enfermo; y la realidad que va encontrando en ese itinerario. Lo que he pretendido es que no se ahogaran la una a la otra, que realidad y ficción caminaran juntas sin ir rencas, que la realidad no pesara más que la ficción, y que la piel no tuviera varices, es decir, que la escritura fuera clara y limpia. Pero sí, en efecto, la realidad está muy presente.
P. Se diría casi que esas digresiones reflexivas sobre la realidad actúan de freno de la ficción. Pero la historia de Andrea es tan fuerte que uno sólo quiere llegar al final...
R. Me gusta la digresión, es verdad. Me asusta la velocidad del mundo y como ésta es una novela de mucho movimiento físico, preferí que Andrea no fuera demasiado rápido. Por eso viaja en coche en vez de en avión, y mira por la ventanilla la Europa de 2005. Traté de equilibrar la intensidad del relato con algunas reflexiones sobre ese mundo que ve, procurando huir de todo proselitismo, pero quizá se ha colado algo... Es casi inevitable que tus opiniones se transmitan en tus textos, y quizá puse alguna referencia inútil para la historia, aunque intenté tener cuidado...
P. Siendo la leucemia y los malos tratos asuntos tan duros y tan sensibles, no se pone usted nada lacrimógeno.
R. Estaba muy atento a cortar de raíz cualquier atisbo de sentimentalismo. Quería que la novela tuviera emoción y emotividad, pero no sensiblería. He tratado de jugar limpio en eso, de no hacer trampas, de no manipular las palabras... Quería emocionar sin tener que escribir la palabra lágrima. Y he tenido que contenerme mucho, porque es facilísimo dejarse arrastrar...
P. ¿No cree que en el encuentro entre Andrea y Lepanto, ese personaje que conoce en Alemania, hay una reminiscencia de Soldados de Salamina?
R. Me gusta mucho mi paisano Javier Cercas, y su novela, pero la referencia de Lepanto es real: la tremenda emigración extremeña a Alemania. Un vecino de mi pueblo se fue cuando yo tenía siete u ocho años. Y su madre, que era analfabeta, me pagaba un duro, que era un dineral entonces, por leerle y escribirle las cartas. Fue el primer dinero que gané escribiendo...
P. Andrea trabaja como víctima ficticia, pero se enfrenta a los asesinos reales en las reconstrucciones de los crímenes. Es una aproximación peculiar...
R. La idea surgió un día viendo el telediario. Dieron las imágenes de una reconstrucción en un edificio en obras y allí había una mujer haciendo el papel de víctima. Andrea es policía, pero no trabaja de policía, es como el cómico de Hamlet, una actriz que representa a una muerta... Decidí convertirla en protagonista y narrar en primera persona, aunque sabía que corría muchos riesgos. Eso te quita artillería verbal, no puedes meter tus metáforas... Pero no quería acercarme a los malos tratos a través de una voz masculina.
P. Andrea se enfrenta con su compañera de trabajo cuando le recuerda que un 10% de las víctimas de malos tratos son hombres...
R. No quería escribir una novela que me avergonzara leer dentro de unos años. Por pura ambición literaria, no podía ni resultar impertinente ni rendir pleitesía al discurso oficial ni caer en tópicos. En España mueren todavía unas 70 mujeres al año a manos de sus parejas. Y un 10% de hombres. Sé que hay frases en la novela que no les han gustado a algunas mujeres. "No todas las mujeres son ángeles ni todos los hombres demonios". Ya sé que con un cadáver encima de la mesa no se puede hablar de eso, pero mi deber era ser riguroso, no hablar ex cáthedra ni desde el púlpito. Con 70 cadáveres al año no se puede frivolizar. Pero la novela no es una denuncia al uso, no es una novela social. Es una defensa incuestionable de las mujeres maltratadas, pero si quieres ser riguroso no basta hablar del 90% de una realidad y esconder el otro 10%. Andrea dice que no todas las mujeres son maravillosas ni todos los hombres monstruos porque sufre el problema de la violencia de género, esa plaga que no termina con ninguna ley, desde ángulos distintos, con una mezcla muy compleja de actos y consecuencias... Sé qué riesgo tiene ese problema: o te dicen que eres políticamente correcto, o si te alejas del discurso oficial, te llaman cómplice.
P. El libro enseña un país moderno en el que las mujeres mueren a golpes. ¿Cómo se explica ese contraste?
R. No tengo respuesta, nadie la tiene... El afán de posesión, los celos, la tradición machista... Al hombre le ha costado adaptarse a los cambios que trajo el feminismo y a veces reacciona de manera vergonzosa, salvaje. Pero no hay una respuesta global. Cada cinco días muere una mujer, no hay una única explicación. Al leer la nueva ley contra los malos tratos, sentí alguna esperanza en que las cosas cambien. Y, sin embargo, llevamos cuatro meses y siguen las muertes. Pero debemos esperar a que, a medio plazo, los recursos educativos den su fruto y acabe la sangría.
Babelia
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