Cultura frente a dictadura
Elorza intenta convertir el palacio donde veraneaba Franco en un centro especializado en derechos humanos
Cuenta el cronista donostiarra Javier Sada que los vecinos de San Sebastián sabían cuándo iba a llegar Francisco Franco a la ciudad en el momento en que desaparecían los cisnes de la plaza de Guipúzcoa. Las aves eran trasladadas temporalmente al estanque del Palacio de Aiete, inmueble que sirvió de residencia veraniega al dictador en la capital guipuzcoana durante tres décadas y edificio en el que el Ayuntamiento donostiarra, gobernado en minoría por el PSE, proyecta ahora habilitar una casa de cultura especializada en derechos humanos.
La historia del palacio se remonta a 1878, cuando los duques de Bailén -Eduardo Carandonet y Donado y su esposa, la donostiarra Dolores Collado Echagüe-, construyeron el edificio sobre los terrenos de la antigua casa solar de los Hayet. Además de la residencia principal, diseñada por el arquitecto francés Adolfo Ombrecht, la finca albergaba una serie de dependencias anexas, como las caballerizas, donde hoy funciona el Hogar del Jubilado, y el palomar, que sirve de sede al Club Bonsai. Todo ello rodeado de siete hectáreas y media de jardines ideados por Pierre Ducasse, paseos y arbolado de los que disfrutaron muchas veces los reyes Alfonso XII y María Cristina, buenos amigos de los propietarios.
En 1912, tras el fallecimiento del duque de Bailén, Emilio Alcalá, conde de Valencia, compró la propiedad por 300.000 pesetas de entonces. Veintiocho años después, en 1940, el Ayuntamiento donostiarra adquirió la finca por 850.000 pesetas. Presidido por Antonio Paguaga, el consistorio ofreció el palacio a Franco, quien lo convirtió en su residencia veraniega y centro de la vida política del país durante los periodos que pasaba en ella.
"Durante los primeros años se podía ver a la Guardia Mora protegiendo el recinto", rememora Sada. Y apunta que el último verano que Franco se hospedó en el palacio fue el de 1973. "El 14 de septiembre celebró Consejo de Ministros. Tres días más tarde se puso enfermo y se lo llevaron a Madrid".
En 1977, dos años después de la muerte del dictador, el Ayuntamiento abrió los jardines al público y realizó reformas en el palacio, pero los 1.200 metros cuadrados del inmueble cayeron en desuso. Pasó así una década y, a mediados de los ochenta, el consistorio encargó la redecoración de la casa al interiorista y anticuario donostiarra Francisco Aranaz Darrás. "Restauramos los muebles, las lámparas, los objetos de decoración, los suelos, todo respetando la época de origen. Y el mobiliario que faltaba lo repusimos", explica.
Del tiempo de los duques de Bailén se conserva un comedor de madera traído de Burdeos. Dos bargueños florentinos y uno holandés dejan testimonio del paso de los condes de Valencia. Sus herederos visitaron la casa cuando Aranaz Darrás la redecoraba y comprobaron que faltaban "objetos y mobiliario artístico", comenta el anticuario. "Franco traía tres capitonés de Madrid con tapices, candelabros, jarrones y otros objetos para vestir el palacio, y cuando se iba..."
El caso es que el anticuario dejó lista la casa para el destino que el entonces alcalde, el peneuvista Ramón Labayen, quería darle: un lugar donde alojar a las visitas ilustres, como, por ejemplo, los invitados al Festival de Cine. Su idea no tuvo mucho éxito. Apenas tuvo huéspedes. Era demasiado costoso organizar el servicio propio de un hotel en el palacio. Así que el edificio quedó de nuevo cerrado y, a lo largo de estos casi veinte años, sólo ha abierto sus puertas para albergar reuniones esporádicas relacionadas con asuntos municipales o para facilitar la grabación de alguna que otra película.
Hace dos años, el alcalde, Odón Elorza, propuso crear un instituto de derechos humanos en el Palacio de Aiete. Ahora, trabaja en un proyecto más amplio que subraya la simbología del plan inicial: habilitar en el edificio una casa de cultura, reclamada desde hace tiempo por los vecinos del barrio, especializada en los derechos humanos, igual que otros centros de la ciudad lo están en teatro o audiovisuales.
El equipo de gobierno municipal ya ha encargado un estudio de viabilidad a un equipo de arquitectos y Donostia Kultura diseña los usos del nuevo centro. Parece claro que el palacio tiene una superficie insuficiente, por lo que, si el proyecto sale adelante, se construirá un espacio subterráneo de unos 1.500 metros cuadrados. Elorza confía en poder iniciar las obras en 2006. "Lograremos barrer el fantasma del caudillo", asegura.
EB y el PNV ven con buenos ojos la idea, aunque el grupo nacionalista sostiene que ya la propuso hace un año, extremo que Elorza niega. El PP defiende la reconversión del palacio en un parador de turismo, planteamiento que ha recibido fuertes críticas del alcalde. "Es propio de la derecha más salvaje y privatizadora", ha declarado.
Plató cinematográfico
El cine ha posado más de una vez sus ojos en el Palacio de Aiete y en sus jardines. En este rincón se han grabado algunas escenas de las películas Visionarios, dirigida por Manuel Gutierrez Aragón; Frágil, el último trabajo de Juanma Bajo Ulloa, ahora en cartelera, y Pasos, el filme con el que el actor argentino Federico Luppi se lanzó a la dirección y que está aún pendiente de estreno.
Por el inmueble pasó también en su día la actriz alemana Luise Rainer, aunque de forma relámpago. Corría 1986, año en que se recordaba el 50º aniversario del inicio de la Guerra Civil española. Así que el Festival de Cine de San Sebastián invitó a Rainer, ganadora de sendos oscars por El gran Zielfield (1936) y La buena tierra (1937), por ser una de las actrices que había levantado la voz en defensa de una España democrática y antifascista. El Hotel María Cristina estaba en obras y la organización del certamen la acomodó en el palacio, recién restaurado. "Enseguida vino a vernos indignada: '¡Me habéis llevado al palacio donde vivía Franco! ¡No pienso quedarme en ese lugar contaminado!' Y se trasladó a un hotel más modesto", relata el ex director de la muestra Diego Galán en su libro Jack Lemmon nunca cenó aquí.
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