Una mujer en tres actos
Mito sexual, feminista, activista y actriz. Jane Fonda (1937) ha iniciado a los 67 años el tercer acto de su vida con un libro, 'Mi vida', su autobiografía. En él habla por primera vez del suicidio de su madre, de la frialdad de su padre, de su anorexia y bulimia y de sus años junto a Roger Vadim.
Todo empezó con un camaleón. Cuando Jane Fonda se disponía a celebrar su 60º cumpleaños y le pidió a su hija, Vanessa Vadim, consejo para enfocar el documental familiar que quería hacer sobre su vida, su primogénita no dudó en sugerirle la imagen de un camaleón. "Me di cuenta de que tal vez era cierto, que quizá me había transformado en todo lo que mis hombres quisieron de mí: la gatita sexual, la polémica revolucionaria o la señora del brazo del magnate", reflexiona ahora la actriz y activista, instructora de aeróbic, tres veces divorciada de hombres tan diversos como el director de cine francés Roger Vadim, el congresista californiano Tom Hayden o el magnate de la CNN, Ted Turner. Además, siempre será la hija del actor Henry Fonda. A sus 67 años no tiene problema en reconocer sus luces y sus sombras, aunque sabe que hay mucho más detrás de cada una de las transformaciones que durante las últimas seis décadas han hecho de Jane Fonda un perfecto ejemplar de estudio de la sociedad norteamericana. La actriz de Barbarella, Klute, El regreso y En el estanque dorado, retirada del cine desde hace casi 15 años después de conseguir dos Oscar, se ofrece ahora a la radiografía pública con humildad y elegancia. No necesita publicistas a su alrededor que la protejan, y acude en zapatillas a la entrevista, un detalle discreto que la ayuda a caminar sin que se le noten los problemas hereditarios de osteoartritis que la llevarán al quirófano para una operación de cadera. Aun así prefiere ofrecer sus propias conclusiones de este análisis en la autobiografía que acaba de publicar en Estados Unidos, Mi vida, un libro en el que habla del suicidio de su madre; de la frialdad de su padre, el eterno hombre bueno de Hollywood; de sus problemas con la anorexia y la bulimia durante más de tres décadas; de sus ménage à trois durante la revolución sexual que vivió junto a Vadim, o de esa fotografía sentada en una batería antiaérea en su viaje a Hanoi en 1972 -que muchos veteranos de Vietnam aún no han olvidado ni perdonado- durante su campaña en contra de aquella guerra.
También habla de su recién hallada fe cristiana, a la que no sabe poner nombre, pero que combina con su feminismo recalcitrante, y sobre todo de esa dolencia que la mujer más segura de Hollywood sufrió toda su vida detrás de la pantalla y que resume como "el deseo de agradar a todos".
El recuerdo la deja helada; el mismo frío que pasó mientras escribía sus memorias y que ahora vuelve a sentir, a pesar de la cálida tarde de Los Ángeles, durante la entrevista. Le ofrezco mi toquilla, lo que nos permite bromear sobre el estilo goyesco de los borlones de su jersey negro de cuello pitillo que, comenta, es de Shanghai, mientras se arrebuja en el recién encontrado confort de la moda española para desgranar la historia de su vida. "Cada vez que hablo de mi vida me quedo helada. Me pasó mientras escribía, me congelaba de frío después de 15 horas de no poderme despegar de mi portátil ni para lavarme los dientes. Tenía que ponerme un plumas encima del pijama para seguir escribiendo, a veces descalza y sin un café. Pero ha sido una experiencia que me ha cambiado por completo".
¿Por qué ahora? ¿De dónde nació la necesidad de contarlo todo después de cerca de 15 años apartada no sólo de Hollywood, sino de la vida social y política?
Me he pasado los últimos cinco años escribiendo sobre eso mismo y pensando en la respuesta adecuada. Quizá por eso escribí el libro en tres actos y el último lo titulo Comienzo. Porque cuando cumplí los 60 me di cuenta de que, asumiendo que viva hasta los 90, habría dado comienzo lo que diríamos es el tercer acto de mi vida. Cualquier artista sabe que el tercer acto es el más importante, porque los dos primeros pueden ser confusos, pero el tercero tiene que dar sentido a todo el trabajo. Y para poder disfrutar del tercer acto de mi vida tenía que aclararme acerca de lo que hice en los dos anteriores.
¿Han cambiado mucho las cosas desde las dos primeras partes?
Me ha dado para todo un libro [se ríe cogiendo al peso las 599 páginas de su autobiografía]. Cuando uno se encuentra en una situación disfuncional tira para adelante como un quitanieves, con todo eso en la cabeza. Pero cuando uno es un artista, y creo que los actores somos artistas, este nubarrón es contradictorio con la creatividad. Por eso me sentía tan miserable, aterrorizada hasta la médula por no ser lo suficientemente buena. Ahora soy una persona nueva, completa, que ha eliminado estas luchas de su cabeza.
¿No le dio miedo sumergirse en la búsqueda de su pasado?
Una vez que tomé la decisión de escribir el libro fue fácil. Nadie hubiera podido escribirlo por mí. Me salió de las entrañas. En especial en lo relativo a mi madre. Ella se suicidó cuando yo tenía 12 años. Era maniaca depresiva y nunca llegué a conocerla bien. Sabía que quería dedicarle el libro, pero no tenía claro lo que significaba porque para hacerlo tenía que descubrir quién era mi madre. A estas alturas, los que la conocieron se habían muerto, pero mediante mis abogados pude conseguir su historial médico. Y allí, escrita por ella, estaba la historia de su vida. Es el sueño de cualquier hijo, descubrir quiénes eran sus padres. Fue víctima de abusos sexuales en su infancia, algo que sin saber había sabido siempre. Fue una experiencia que me explicó muchas cosas sobre mi propia sexualidad, el sentimiento de culpa y el desprecio que uno puede sentir por su propio cuerpo.
¿Nunca pensó que era demasiado tarde para saber todo esto?
Ni por un momento, aunque en eso tengo que decir que me influyeron mucho los ocho años que viví en Francia. De otro modo me hubiera creído las palabras de Scott Fitzgerald de que no existe un segundo acto en la vida de nadie. Pero los franceses me enseñaron que la vejez en una mujer no significa el fin. Ahí tienes a Simone Signoret, Annie Girardot, Jeanne Moureau. Ejemplos que me animan a decir que mi vida tiene más de dos actos.
Jane Fonda admite que aprendió de Oprah Winfrey la expresión que ahora utiliza tan a menudo, la llamada "enfermedad de agradar". Pese a ser norteamericana, Fonda no culpa a nadie más que a sí misma de su vida, y a lo largo del libro explica cómo desde su infancia sintió que tenía que ser perfecta para ser amada, una perfección que veía inalcanzable. "Se trataba de agradar a los hombres de mi vida, una enfermedad que me afectó siempre, tanto en mis matrimonios como con mi padre. En ese desesperado intento de gustar me alejé tanto de mí misma que estaba totalmente separada de mi verdadero yo", reconoce la actriz. Un sentimiento que manifestó con trastornos alimenticios como la bulimia y la anorexia cuando llegó a la conclusión, con una compañera de colegio, de que la mejor forma de perder peso era la de los romanos, alternando las bacanales gastronómicas con los vómitos inducidos. Fonda tampoco duda en contar de nuevo sus experiencias sexuales con Vadim, al que quiso demostrar que era "la reina de lo antiburgués" aunque para ello tuviera que compartir su cama con otras mujeres con tal de no perder a su hombre.
Sus confesiones contrastan con esa imagen de mujer liberada que siempre ha estado unida a la figura de Jane Fonda.
Ahí está la esencia del problema, el patriarcado en el que vivimos, donde el hombre tiene que reafirmar su superioridad y la mujer es vista como algo inferior. Por eso me sentía feminista, pero me daba miedo comportarme como tal. Porque pensaba en mis relaciones, en mis matrimonios, y temía que me dejaran y que sin ellos no sería nada. Al final entendí la toxicidad del patriarcado. Y mis hombres me dejaron [sonríe].
¿Han entendido sus hijos su necesidad de diseccionar en el libro sus relaciones sexuales?
No lo habría hecho de no haber hablado con ellos. Desde hace mucho tiempo comparten conmigo esa parte de mi vida de la que no me siento especialmente orgullosa. No sólo con mis hijos [Vanessa Vadim, de su primer matrimonio; Troy Garity, del segundo, y Lulú, adoptada junto con Hayden], sino con los hijos de mis maridos. Todos leyeron el libro en todo lo que se refiere a sus padres, e hice los cambios que me pidieron. Pero no se trata de un libro sensacionalista, aunque puede ser convertido en un escándalo.
Pero, como dice, puede ser escandaloso, en especial en todo lo referente a los 'ménage à trois'.
Roger [Vadim] lo mencionó en sus dos autobiografías [ataja, cortante]. Y no le culpo de nada, pero me parece muy importante mostrar en el libro cuán bajo puede llegar una mujer cuando su autoestima está por los suelos. Lo que una chica puede llegar a hacer con tal de repetir una cita. Nunca me forzó a hacer nada contra mi voluntad. Ni me preguntó tan siquiera. Yo me ofrecí. Y creo que mis hijos lo entienden. Espero que la familia de Vadim en Francia también lo entienda porque él nunca abusó de mi confianza. Fue mi problema, y es lo que lo hace interesante, ver hasta qué punto uno puede asumir la misoginia sin darse ni cuenta.
Otro de los hombres que más sorprenden en su vida es la figura de su padre.
Me crié con un padre que era Tom Joad en Las uvas de la ira; que fue un joven Abraham Lincoln, uno de los Doce hombres sin piedad o Clarence Darrow. Todas ellas figuras heroicas que lucharon por el más débil. Pero mi padre nunca trajo a casa el espíritu de sus películas. El cine tan sólo nos dio tensiones y problemas en casa, nunca la felicidad. Cuanto más lo intentaba, menos talento me veía y más temor le tenía al fracaso.
Cuando eres la hija de alguien tan famoso, el miedo al fracaso está siempre contigo.
¿Cómo combina su feminismo con la recién encontrada fe cristiana?
Hoy día es muy difícil para alguien como yo decir que es cristiana. Tiene demasiadas concomitancias políticas. Mi proceso comenzó hace cerca de 20 años, y lo único que puedo recordar es que me sentía vacía. En Georgia empecé a conocer a mucha gente, como [el ex presidente] Jimmy Carter y su esposa, Rosalyn, que practican la fe, pero no son unos beatos. Son gente inteligente. Empecé a leer los evangelios y otros textos de la cristiandad, y me fui dando cuenta de que no había contradicciones entre lo que leía y el feminismo que yo sentía. Por eso no me gustan las etiquetas cuando la gente me pregunta si soy evangélica o nueva cristiana. No sé ni lo que significa. No encuentro una Iglesia con la que me sienta cómoda, y si me llamo cristiana es porque es parte de mi cultura. Me considero una feminista cristiana que está decidida a ayudar a las mujeres a encontrar su propia voz, y por eso he escrito mi libro.
El nombre de Jane Fonda sigue metiendo el dedo en una llaga llamada Vietnam. Durante su reciente gira por Estados Unidos para firmar su libro, un veterano de guerra la escupió en la cara, e Internet bulle con los improperios de aquellos que no la perdonan que se dejara fotografiar sentada en una batería antiaérea en su viaje a Hanoi el año 1972. "Si me utilizaron, yo dejé que pasara. Fue mi error, y he pagado y continúo pagando un precio muy alto", se disculpa con cuidado de lo que describe como "un lapso mental de dos minutos" que la acompañará hasta la muerte. Pero las disculpas acaban ahí, y la Fonda guerrera sobre la que el FBI y la CIA abrió un expediente de 22.000 páginas -"muy útiles cuando uno escribe su biografía", bromea- vuelve a salir a flote a favor de la paz y en contra de una Administración que gobierna con mentiras y con miedo.
¿Se esperaba esta airada reacción ante el libro?
También tengo muchos seguidores entre los veteranos, incluidos los de Vietnam. He recibido muchas cartas de aquellos que me perdonan por esa foto o que entienden mi oposición a la guerra. A esa guerra. Pero el mito que existe sobre mi persona es más grande que yo, alimentado por una derecha de miras muy estrechas que me necesita para darle rostro al enemigo, y yo no puedo luchar contra eso.
Ahora hay otro Gobierno y otra guerra que muchos consideran igual de injusta.
Prefiero no hablar mucho de ello, pero llevo en la sangre la lucha a favor del más débil y odio a los matones. Y como país, nos hemos vuelto uno de ellos, algo que no me gusta. Sadam Husein también era un matón y había que solucionarlo, pero no creo que necesitáramos invadir el país. Había otros métodos. Son muchos en este país los que piensan como yo, y a los que les entristece la cantidad de inocentes, tanto estadounidenses como iraquíes, que están muriendo.
Aquellos que se han dejado oír contra la invasión de Irak han recibido las mismas críticas que recibió usted durante la guerra de Vietnam.
Aun así, sigue siendo importante que levantemos nuestras voces. Lo que más echo de menos en la actualidad es que los medios de comunicación abran la boca. Están asustados, temen que les tachen de liberales y se obsesionan con la llamada objetividad. Eso es muy peligroso. Pero vivimos tiempos peligrosos. Peor que el Watergate. La gente que abre la boca contra la actual Administración acaba siendo objeto de las represalias más burdas. Mira a Jimmy Carter. Invitaron a los ex presidentes al funeral del Papa menos a él por sus críticas a [George W.] Bush. No se les pasa la menor de las críticas sin que pagues por ello.
¿Ha pensado en ofrecer su apoyo político a algún candidato?
Mi nombre sigue levantando muchos demonios. No hay más que ver los ataques que hicieron contra [el aspirante a la presidencia] John Kerry cuando le intentaron vincular a mi figura.
¿Ni tan siquiera con una posible candidata mujer a la presidencia?
Depende de qué tipo de mujer estemos hablando, porque las hay que no son más que ventrílocuos del patriarcado, y prefiero no mencionar nombres, aunque una es la mano derecha del actual presidente. Por el mero hecho de vestir faldas y tener pecho no significa que seas una mujer. Lo más importante es que el ser humano, hombre o mujer, que ocupe la Casa Blanca piense con el corazón y con la cabeza. A este presidente lo mantienen las mentiras y la manipulación. Debemos recordar que nuestro Gobierno es capaz de mentirnos para perpetuar una guerra incluso si eso significa la muerte de nuestros soldados.
Cuando Jane Fonda anunció su jubilación de Hollywood, después de casarse con Ted Turner, fueron muchos los que comentaron que a la actriz aún le quedaban "una o dos películas" en el cuerpo. No se equivocaron, y 15 años después de su último rodaje, el lanzamiento de su libro coincide con el estreno de Monster in law, una comedia simplona junto a Jennifer López en la que Fonda tiene un papel secundario, la suegra infernal. La actriz parece divertida con este regreso, que se toma como quien mata el gusanillo de la curiosidad para ver si en esta nueva etapa de su vida sería capaz de divertirse en el cine como apenas lo disfrutó antes. Pero ahora ya no duda de su habilidad como actriz, un don que le confirmó Lee Strasberg en su juventud y que ahora compara con el sexo o como montar en bicicleta, algo que nunca se olvida.
De todos los proyectos que le han podido ofrecer, ¿por qué 'Monster in law'?
¿Por qué no? Me llegó este guión con un personaje cómico y excesivo que nunca había hecho antes, y que me ofrecía la oportunidad de volver al cine. Podía disfrutarlo porque no tenía la responsabilidad de la película en mis hombros. Y tampoco te creas que recibo tantas ofertas. Me pasa igual que con las citas, cero. Además, pongamos las cartas sobre la mesa, necesitaba el dinero.
Eso va a ser más difícil de explicar.
Trabajo en Georgia, donde vivo, y hace 10 años inicié la campaña para la Prevención de los Embarazos entre las Adolescentes y la Fundación Jane Fonda. Tengo 67 años, lo que significa que no me quedan tantos años de vida, así que tengo que asegurarme de dejar una buena dotación para que puedan continuar el trabajo sin mí. Por eso necesito dinero, porque la mitad de mi salario va para la fundación, para que continúen su trabajo con los jóvenes y las familias más pobres de Georgia, inculcando esperanza, que es el mejor anticonceptivo. Me avergüenza que seamos el país industrializado con el mayor índice de embarazos juveniles, sida y abortos.
¿No hubiera sido mejor elegir un proyecto más relacionado con sus ideas?
Soy demasiado vieja para producir mis propias películas, y ya te digo que no hay tanta oferta. Algo más personal me llevaría por lo menos tres años, y a mi edad cada año cuenta. Además, tampoco pienses que intento reactivar mi carrera artística.
¿La echó de menos en algún momento?
En absoluto. Me gusta ir al cine y admiro el trabajo de otros. Me gustó mucho El aviador o Descubriendo Nunca Jamás. También admiro a Cate Blanchett en cualquiera de sus papeles, o a Meryl Streep en todo lo que hace. O a Vanessa Redgrave en Broadway con Long day's journey into the night. Pero ni se me pasa por la cabeza pensar en hacerlo yo.
¿Un alarde de humildad?
Me estaría engañando a mí misma si no reconociera que soy tan competitiva como el que más, y después de vivir una década junto a Ted [Turner], el hombre de los números, lo soy aún más. Pero no me preocupa mucho el resultado de la taquilla. Lo que me importa ahora mismo es mi libro, porque pienso que es importante para la gente.
¿Ha notado algún cambio en la industria del cine en estos 15 años?
No creo que antes viviéramos un escrutinio tan intenso por parte de los medios. Ahora es constante. Te dejan muy poca intimidad. Pero nadie dijo que la vida sea justa, y nunca me ha gustado cuando los famosos se quejan de estas cosas.
Su nueva película 'Monster in law', ¿está muy lejos de 'El regreso'?
Los filmes de comer palomitas han existido toda la vida, pero es cierto que hoy por hoy sería difícil producir algo como El regreso. Pero El síndrome de China se podría hacer sin problemas. O Cómo eliminar a su jefe. En el estanque dorado dio problemas incluso entonces. No logré la financiación en Estados Unidos y tuve que recurrir a Europa porque no podíamos conseguir un seguro, ya que mi padre estaba muy enfermo. Y a mí me veían como a una cría [se le escapa una sonora carcajada].
¿Es ésta una de sus películas preferidas?
Fue un trabajo muy especial porque la produje y mi padre consiguió el Oscar cinco meses antes de morirse. Pero también me gusta Descalzos por el parque, la más divertida que he hecho y de las pocas veces que disfruté en un rodaje. ¡Cualquier cosa con Robert Redford es tan romántica! Klute también la disfruté enormemente y creo que es el mejor trabajo que hice nunca. El regreso fue la primera película en la que participé en su creación [como productora]. Y el personaje que más he admirado de mi carrera es el que hice para televisión titulado The dollmaker.
Las fotos que ilustran Mi vida muestran no una, sino las muchas mujeres que habitaron durante estas seis décadas el cuerpo de Jane Fonda: la niña mofletuda con los mismos ojos del padre; la seductora con botas de dominanta y melena de leona; la hippy con el símbolo de la paz siempre listo; la reina del workout, con mallas y calentadores en las piernas, o la emperifollada señora de Rostros de hija, hermana, madre o abuela; etapas de una vida en donde la belleza no lo fue todo, pero la búsqueda de la perfección llegó a ser "una pesadilla tóxica". Un mal sueño en el que entre otras transformaciones llegó a aceptar esos implantes de pecho que cuando se extirpó hace unos años le ganaron las felicitaciones de su hijo, que le dijo: "¡Mamá, finalmente estás proporcionada!".
Ese tipo de implantes son ahora un regalo de graduación de lo más habitual entre las más jóvenes.
Lo lamento en el alma, y entiendo perfectamente a quienes recurren a todo con tal de cambiar su figura porque sé la presión que sienten, mucho mayor de la que solía haber en estos temas. Me gustaría que esto cambiara porque no deberíamos aspirar a sentirnos perfectos, sino completos.
¿Ha perdido la vanidad que caracteriza a una estrella de su talla?
En absoluto, y el mejor ejemplo te lo puedo dar en Monster in law. En toda mi carrera como actriz, nunca me he perdido una proyección de lo que se está rodando. Por eso En el estanque dorado me asombró que Katharine Hepburn no acudiera a ver sus tomas. Me pareció raro, dado que la hacía como yo en estos temas, y se lo pregunté: "Miss Hepburn, ¿no viene a ver las tomas?". Ella me contestó enseguida. "Con El león en invierno me di cuenta de que prestaba más atención a mis arrugas que a lo que era bueno para la película y supe que era el momento para dejar de verme en la pantalla". Ahora me toca a mí el turno de dejar de mirarme en la pantalla.
Uno nunca se acostumbra a envejecer.
Especialmente alguien como yo, que me crié en la década de los cincuenta, por lo que nunca me sentí enteramente cómoda en mi pellejo. Al menos ahora soy bastante más generosa conmigo, mucho más capaz de aceptar el "no está tan mal" que antes, aunque ha sido un aprendizaje largo y doloroso.
¿Sirvieron de algo todos esos años como reina del aeróbic? ¿Sigue haciendo ejercicio?
No de forma obsesiva. Procuro mantenerme en forma y ser una persona saludable, aunque ahora poco puedo hacer con la osteoartritis que padezco. Tampoco me daba ya por levantar pesas, pero me seguían gustando las largas caminatas o hacer bicicleta.
Y en cuestión de moda, ¿se permite esa parte tan típica de la vanidad femenina?
Nunca ha sido una parte importante de mi vida, pero después de 15 años viviendo en el sur, ya me va eso de los conjuntos, ir conjuntada de bolso y zapatos. O en el colorido que me dan estos pendientes [me muestra un conjunto de pendientes de diamantes que se quitó hace rato y con los que lleva jugando distraídamente durante la conversación]. Jennifer [López] me introdujo al mundo de los diamantes. Un día hablábamos de que la única joya que tenía me la había comprado yo misma, y me dijo que ella me podía enseñar algo en ese campo. Cuando acabó el rodaje de Monster in law me regaló este reloj de diamantes. Yo me compré los pendientes a juego, así que puedo decir que Jennifer es quien me ha enseñado a apreciar los diamantes.
Y en cuestión de hombres, ¿hay también un nuevo capítulo preparado en su vida?
Ni idea. El otro día, una adivina me dijo que este año conocería al hombre de mi vida, pero no estoy buscando. Si hay algo que he aprendido de mis matrimonios es que nunca debes olvidarte de ti. Si siempre cedes para que la relación funcione, al final lo único que florece debajo de tanta negación es la rabia. Ésa sería la única razón por la que volvería a intentarlo, para comprobar si he aprendido lo que pienso que he aprendido. Pero lo veo difícil porque mi vida se reparte entre mis perros y mis nietos.
¿Entonces descarta la posibilidad de volver a casarse?
Cariño, a mi edad uno nunca descarta nada. Pero si mi nieto se convirtiera en el último hombre de mi vida no me importaría lo más mínimo.
Las memorias de Jane Fonda, 'Mi vida', serán publicadas en España por la editorial Temas de Hoy a mediados del próximo mes de octubre.
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