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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

30 años de Vietnam

Fue la guerra de los Treinta Años del siglo XX, primero contra Francia y luego contra Estados Unidos, y a fin de abril pasado se cumplieron 30 de su terminación con la victoria de un Estado paupérrimo y guerrillero que procedió entonces a la reunificación de todo Vietnam. Pero hoy se sabe que fue la guerra más inútil, aquella en la que los cálculos geopolíticos de Washington resultaron más cruentamente erróneos.

El argumento principal que llevó a 60.000 soldados norteamericanos y no menos de cinco millones de vietnamitas -Norte y Sur- a morir en los arrozales del delta del Mekong o bajo las bombas de Estados Unidos en toda la península de Indochina fue la necesidad de oponerse al avance comunista en el sureste asiático. Si Vietnam del Sur caía como en un gigantesco dominó, las restantes fichas, Camboya y Laos inicialmente, seguirían ese mismo camino para el provecho inmediato de una China maoísta y aledaña, y la satisfacción, más de ecuación política global, de la Unión Soviética. Hoy sabemos, en cambio, que había mucho más nacionalismo puro y duro que marxismo convencional en aquella contienda. Así, aunque Laos y, por un tiempo, Camboya se pasaron al otro bando, pronto quedó claro que Hanoi era la mejor garantía contra la expansión del comunismo chino: la breve guerra fronteriza de 1979 en la que Vietnam infligió graves pérdidas al invasor chino debería convencer de ello aun a los más recalcitrantes.

Vietnam reclama hoy la ayuda norteamericana para su reconstrucción, al tiempo que enfila un curso de descomunistización económica muy similar al de la propia China. Y Estados Unidos es cualquier cosa menos aquel tigre de papel, como gustaba salmodiar Mao. El llamado síndrome de Vietnam, la repugnancia a sufrir bajas en combates lejanos y poco comprensibles para la opinión nacional -como hoy en la guerra de Irak-, puede que aún perviva, pero ha dejado de limitar la acción militar norteamericana gracias a las llamadas armas inteligentes y a una potencia de fuego que casi permite derrotar al enemigo desde el aire. En el tránsito de 1975 a 2005, cabe preguntarse si, de verdad, Washington perdió la guerra vietnamita.

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