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Columna
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La incineradora y nuestra capacidad de decisión

Odón Elorza

La Diputación Foral me acusa, ahora, de ser insolidario con los demás guipuzcoanos porque el gobierno municipal donostiarra rechaza el sistema de incineración para el tratamiento de las basuras. Lo curioso es que el Ayuntamiento de Bilbao no utiliza para sus residuos la incineradora de Zabalgarbi, sin que ello merezca las descalificaciones que vengo soportando desde el PNV y EA. Pero tampoco Pamplona, Vitoria o Logroño apuestan por este tipo de solución.

El caso es que no se puede pedir solidaridad a los donostiarras para que acepten encantados el tratamiento incinerador de las basuras del 91% de los guipuzcoanos. Y ello tras la decisión de PNV-EA, con el silencio cómplice del PP, de imponer la ubicación de la incineradora en el territorio de Arrizeta, en el valle donostiarra de Igara, justo a la entrada de la ciudad desde la A-8 según se viene de Bilbao.

Tanto hablar de consultas y de la capacidad de decisión de los vascos y vascas y, a la primera, se les ve el plumero

La Diputación ha manejado sus peones en las mancomunidades de basuras para decidir, sin ningún pacto político ni cívico, sino por pura conveniencia partidista, que San Sebastián resultaba el lugar ideal. Claro que esto se ha producido tras el rechazo del Ayuntamiento de Urnieta, cuyo Alcalde nacionalista se jugaba el puesto, y una vez escuchadas las advertencias de otros municipios nacionalistas que se negaban a acoger semejante regalo. ¡Siempre les quedará Donostia para equilibrar su belleza!

Lo más trágico de esta ácida polémica es que no se cansan de cantar las virtudes de la incineración. Pero, eso sí, ningún municipio levanta la mano para aceptar la instalación de dicha infraestructura. Es significativo el ejemplo de Bilbao, que ha situado la incineradora en un territorio degradado, en el límite de su municipio, oculta en una antigua cantera junto a industrias que no parecen muy ecológicas y pegada al vertedero de Artigas.

Ante la agresión que soportamos a la autonomía municipal (claro que ésto se da en un país que no tiene ley Municipal y en el que las Diputaciones todavía nos tutelan), no me canso de defender otra solución alternativa, integral y más ecológica, en el propio territorio donostiarra, para el tratamiento de los residuos urbanos. Pero por más que solicitamos que estudien la opción de una planta de biometanización y compostaje, complementada con otras medidas, todo son negativas y manipulaciones nacidas del resentimiento.

Considero que una gran incineradora no es precisamente el instrumento de motivación para animar a las empresas y a la ciudadanía a esforzarse en el objetivo de conseguir la reducción del volumen de los residuos en origen, ni para activar las políticas de reciclaje, reutilización o recogida selectiva de la materia orgánica.

Pero es que, además, me quedaré sin voz insistiendo en las preguntas siguientes: ¿qué piensan hacer con las 21.648 toneladas por año de cenizas tóxicas que produce la incineradora?, ¿cómo actuarán con las 69.000 toneladas/año de escorias generadas?, ¿qué sucede con el estudio encargado sobre los vientos dominantes en la zona donde pretenden hipotecar la futura expansión de la ciudad colocando la incineradora y sus dioxinas?. ¿qué dice de todo ello el comité de expertos?, ¿qué instrumento de planeamiento urbanístico y de gestión van a utilizar para colocarnos esta incineradora a modo de gran escultura en la puerta de entrada a San Sebastián?

La transparencia no es precisamente la protagonista de esta operación. Claro que, por el contrario, cuenta con los mejores asesoramientos, el marketing más refinado, campañas millonarias y otras ayudas. Con ese acompañamiento avanza en pleno siglo XXI, en la época de la sostenibilidad y de las agendas 21 locales, nuestra incineradora foral. ¡Qué pena! Tanto hablar de consultas y del respeto a la capacidad de decisión de los vascos y vascas y, a la primera de cambio, se les ve el plumero. ¡Qué paciencia hay que tener! ¿O quizás talante?

Odón Elorza (PSE-EE) es alcalde de San Sebastián.

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