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UN AUTOR MARCADO POR LA DICTADURA Y EL EXILIO

Muere Augusto Roa Bastos, azote del poder

El autor de 'Yo, el Supremo', una obra maestra contra el totalitarismo, fallece a los 87 años

Augusto Roa Bastos se encontraba internado desde el pasado viernes en el sanatorio Santa Clara, en Asunción, tras sufrir una caída accidental en su domicilio que le ocasionó un coágulo en el cerebro. Esta lesión motivó la decisión de los médicos de someterle a una intervención quirúrgica. El premio Cervantes 1989 falleció a las 14.20 hora local. Su médico personal informó que "se presentó un episodio de bradicardia e inmediato paro cardiaco que no respondió en ningún momento a las maniobras de reanimación cardiopulmonar".

"De sus obras, hay dos que son obras maestras indiscutibles, Hijo de Hombre y Yo, el Supremo", dijo anoche el escritor chileno Jorge Edwards, que recibió la noticia en Madrid. "Coincidí con él en Paraguay durante la época de Stroessner, en uno de esos periodos más suaves de la dictadura, y lo recuerdo como un hombre muy afectuoso, muy simpático, un excelente amigo. Ya entonces me habló del doctor Francia, y fue muchos antes de que se publicara su gran novela sobre el dictador. Ya le daba la vuelta entonces, ya andaba construyendo uno de sus grandes personajes. Lo más importante de su literatura fue su capacidad de abordar cuestiones tan profundas como las que trató con un lenguaje tan moderno, tan flexible".

"La única manera de mantener el vínculo con mi país", explicaba, "era la literatura"
El bilingüismo, guaraní y castellano, marcó el fondo y la forma de su obra
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Publicadas en 1960 y 1974 respectivamente, Hijo de hombre y Yo, el supremo entremezclan mito e historia, épica y lírica, español y guaraní, exilio y reino, Paraguay y América Latina.

Roa Bastos se inspiró para la trama de sus obras en los abusos de poder de Stroessner (a quien en sus ensayos llamaba Tiranosaurio). El escritor describió al régimen de Stroessner como "la más larga y oprobiosa dictadura que registra la cronología de los regímenes de fuerza en suelo suramericano". Su regreso definitivo a Paraguay, país que le había arrebatado la nacionalidad, fue en 1996, tras poner fin a 50 años de exilio.

"Empecé a escribir en el exilio; la única manera de mantener el vínculo con mi país era la literatura. No solo mi vida, sino mi obra está marcada por esa impronta desgarradora del exilio. No me quejo, al contrario. Al exilio le debo infinidad de revelaciones. A pesar de las tristezas que me causó, sin el exilio nunca hubiera sido escritor", dijo en 1995 en Madrid.

Augusto Roa Bastos nació en 1917 en Asunción (Paraguay). Pasó su infancia en Iturbe, un pequeño pueblo de la región del Guairá que utilizaría como escenario de sus primeros relatos. Con 15 años de edad se fuga con un grupo de compañeros de colegio a la guerra del Chaco, contra Bolivia, y se alista como asistente de enfermería. En 1930 comienza su relación con la creación literaria al estrenar su pieza teatral La carcajada.

Tras una estancia de dos años en Gran Bretaña, desde donde enviaría crónicas sobre el final de la II Guerra Mundial al diario El País, de Asunción, regresa a Paraguay en 1947. La represión ejercida por la dictadura militar le obliga a iniciar un largo exilio en Buenos Aires. En 1953 publica El trueno entre las hojas, su primer libro de relatos. Siete años más tarde, en 1960, publica Hijo de Hombre, primer título sobre el poder. Después publicaría varios libros de relatos, conocidos o inéditos: Los pies sobre el agua (1967); Madera quemada (1967); Moriencia (1967); Cuerpo presente y otros cuentos (1971). En 1974 da a conocer Yo, el Supremo, su obra maestra y una de las novelas esenciales de la literatura latinoamericana del siglo XX. En ella narra la historia de José Gaspar Rodríguez Francia, dictador de Paraguay durante 26 años, entre 1814 y 1840.

En 1976, y a consecuencia también de una nueva dictadura militar, esta vez en Argentina, se trasladó a Toulouse (Francia) invitado por la universidad en la que desempeñaría la cátedra de Literatura Hispanoamericana. Miembro de honor de varias universidades hispanoamericanas, europeas y norteamericanas, en 1989 recibió el premio Cervantes. Su obra la componen más de 20 títulos entre novelas, cuentos, obras de teatro y poesía.

En 1992, con ocasión del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, dio a conocer Vigilia del almirante, una novela sobre Cristóbal Colón, con la que comenzaría una etapa de gran creatividad. En 1993 publica El fiscal, un año después Contravida y en 1996, Madama Sui, narraciones en las que recreaba momentos y personajes de la historia de Paraguay.

Su literatura estuvo irremediablemente inmersa en la violencia. "La memoria no recuerda el miedo", escribió Roa en Yo, el Supremo. "Se ha transformado en miedo ella misma"."En el ocaso de mi vida", dijo en otra ocasión el escritor ahora desaparecido, "quiero rendir este homenaje al pueblo en el que amaneció mi vida, un pueblo cuyas gentes esconden el sentido de lo esencial, ese saber entender lo que hay de excepcional en la vida".

Roa Bastos solía decir que había tomado conciencia del mundo en su lugar de la infancia, Iturbe, allí comprendió que su condición de bilingüe, guaraní (idioma para la lírica y el canto) y castellano, marcaría el fondo y la forma de su obra: "De este equilibro de la cultura hispana guaraní es de donde ha de surgir la literatura paraguaya del futuro".

Augusto Roa Bastos.
Augusto Roa Bastos.DANIEL MORDZINSKI

En las entrañas de la tiranía

Yo, el Supremo es una de las grandes narraciones del siglo XX sobre el tema de las dictaduras en América Latina. Roa Bastos declaró en alguna ocasión que el drama del mundo contemporáneo es la obsesión por la búsqueda del poder absoluto. Desde su cuerpo menudo y callado, Augusto Roa Bastos se introdujo en la piel, los huesos, el pasado y el presente de un tirano -José Gaspar de Francia-, un dictador que en el siglo XIX mantuvo la soberanía paraguaya a fuerza del aislamiento total de sus súbditos. Un desalmado tirano que llevó a su país al oscurantismo.

En 1989, Juan Carlos Onetti escribió sobre Yo, el Supremo: "Y así como un doctor Jekyll por voluntad y sin drogas, Roa Bastos se transformó en José Gaspar de Francia durante meses y años de trabajo de prosista admirable. Y es tan bueno el libro que historiadores abundantes en talento y fantasía afirman que Yo, el Supremo no pudo ser escrito por Roa Bastos. Aseguran tener pruebas de que cuando el falso autor inició la escritura del libro José Gaspar de Francia lo hizo fusilar frente a un naranjo enano".

Roa Bastos empleó más de 20.000 legajos y documentos para construir su gran novela. A través de un alucinante monólogo, el protagonista se eleva en terrible mito. Sin maniqueísmos panfletarios, el escritor describió el mal desde la conciencia de los individuos particulares, allí donde se forjan todos los males.

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