_
_
_
_
Reportaje:SANT JORDI | Fiestas

Fin de fiesta con música y poesía

Los actos de Sant Jordi se prolongaron hasta la medianoche en bibliotecas, museos y centros cívicos, con 'hip hop' y vallenato

En las paradas efímeras de floristas ocasionales las rosas se ofrecían ya a un euro, señal inequívoca de que estaba todo vendido y sólo el saldo podía acabar de redondear el negocio. Pero el frondoso programa de actos de Sant Jordi no se extinguió cuando los tenderetes de libros empezaron a desmontarse.

Les veus de la nit ofreció un colofón de música, poesía y cine en bibliotecas, museos y centros cívicos y plazas de la ciudad, con una gran afluencia de público en todas las actividades, que se prolongaron hasta la medianoche.

En plena Rambla, el vestíbulo de La Virreina se convirtió en eventual saloncito de tertulia en el que los cantantes Loquillo y Sergio Makaroff y el poeta Carlos Zanón intercambiaron puntos de vista sobre la relación entre la poesía y el rock. Loquillo deploró la, a su entender, escasa ayuda que las editoriales brindan a la difusión de la poesía contemporánea, y celebró, en cambio, que el rock haya ofrecido a la lírica un punto de encuentro mayoritario con el público. "La poesía hoy utiliza un lenguaje de nuestro tiempo, que es el del rock & roll", señaló.

Más información
Reivindicación musical
Hasta que el cuerpo aguante

En opinión de Makaroff, la identificación de música y poesía se da fundamentalmente en el pop, con una enorme legión de seguidores, "más que el cine". Probablemente, parte de los muchos asistentes había acudido a la cita en La Virreina con la esperanza de oír cantar a Loquillo. No lo hizo, ni siquiera se animó a recitar una poesía, como se le pidió insistentemente desde el auditorio. Cedió el protagonismo a su amigo Makaroff y éste sí cantó, a su bicicleta perdida, a los amigos encontrados y a las cartas que ya no se escriben. Se llevó las mayores ovaciones, pero más que por sus canciones se aplaudió su pública petición de matrimonio a su prometida. La novia dijo que sí.

En el fragor de la fiesta ciudadana de la literatura todo parecía posible, y así el Museo Picasso abrió las puertas de su magnífica sala neoclásica a un recital organizado en colaboración con Ribermúsica.

Muchos de los museos municipales prolongaron su horario de apertura hasta la medianoche, con entrada gratuita desde última hora de la tarde. Era libre el acceso al Picasso, y el breve aforo de la sala resultó exiguo. El rapsoda Ferran Marquina y la violonchelista Eva Gumà invocaron a Apollinaire, Alberti y Cocteau, en una selección de versos en los que se lauda al pintor.

No muy lejos de allí, en el pequeño auditorio de La Cuina -en la biblioteca Francesca Bonnemaison-, el cuentero colombiano Alekos narraba una historia fantástica de un pequeño pez de insólitas facultades, capaz de hablar, sobrevivir fuera del agua y pelearse con perros y gallinas. La historia, con aroma de realismo mágico, estuvo amenizada a ritmo de vallenato, la música colombiana de los mensajeros que van por los campos pregonando las últimas noticias en forma de canciones. Todo un homenaje a Gabriel García Márquez, que define su novela más conocida, Cien años de soledad, como "un vallenato de 500 páginas".

Hubo cine relacionado con Barcelona en todos los barrios. Los más cansados pudieron reposar, a partir de las 21.00, viendo las películas La febre d'or, de Gonzalo Herralde; El perquè de tot plegat, de Ventura Pons; La ciudad de los prodigios, de Mario Camus; El pianista, de Mario Gas; y La plaça del Diamant, de Francesc Betriu, entre otras.

Pero quizá la actividad formalmente más insólita se celebró en la biblioteca Sant Pau i Santa Creu, prologada por una charla del crítico musical Luis Hidalgo sobre las relaciones entre la poesía y las letras del hip hop. Entre las estanterías llenas de libros, en un espacio donde el silencio es la norma, el rapero Tremendo cambió el susurro por el micrófono y ofreció un seductor recital de poesía urbana llena de rimas ingeniosas y crítica social y política. Entre el público, parejas de mediana edad, grupos de jóvenes y hasta algún niño. Todos sentados, escuchando atentamente a Tremendo: los aplausos finales le llevaron a improvisar varios bises. Cuando acabó era ya medianoche, y aunque en algunos puestos de rosas seguían las rebajas, la fiesta de Sant Jordi había llegado a su fin, al menos por esa noche, porque ayer continuó.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_