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El presidente de Italia encarga de nuevo a Berlusconi la formación de Gobierno

'Il Cavaliere' se compromete a constituir "en poco tiempo" un nuevo equipo de centro-derecha

Enric González

El presidente de la República Italiana, Carlo Azeglio Ciampi, encargó ayer al primer ministro en funciones, Silvio Berlusconi, la formación de un nuevo Gobierno. No hubo sorpresas, y el jefe del Estado confió en el compromiso de los partidos del centro-derecha de apoyar a Berlusconi hasta que el año próximo concluya la legislatura. Il Cavaliere aseguró que la lista de nuevos ministros estaría preparada "en muy poco tiempo", aunque aceptó el encargo "con reservas" para presionar a los aliados díscolos con la amenaza de una nueva dimisión, esta vez definitiva.

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Silvio Berlusconi anunció, tras ser recibido por Ciampi, que los objetivos de su nueva Administración serían "el relanzamiento de la economía italiana, la defensa del poder adquisitivo de las familias y la creación de puestos de trabajo en el sur". Cuando le preguntaron por el plazo que se concedía para dar a conocer la composición del Gabinete, aseguró que todo estaría a punto para prestar juramento hoy, sábado.

Desde el palacio del Quirinal se dirigió a la Cámara de Diputados para entrevistarse con su presidente, el democristiano Pierferdinando Casini, y acelerar los trámites constitucionales. Las votaciones de respaldo al nuevo Gobierno deberían realizarse la semana próxima tanto en la Cámara como en el Senado.

No hubo vencedores claros en la crisis. Berlusconi impuso al fin su autoridad, pero al precio de una dimisión que le hirió el orgullo, le impidió alcanzar la marca histórica de cinco años de estabilidad gubernamental y erosionó su prestigio como caudillo indiscutible del centro-derecha.

Los rebeldes, la Unión de los Demócratas Cristianos (UDC) y en menor medida la posfascista Alianza Nacional, consiguieron que Berlusconi asumiera sus prioridades (sur, familia y empresas) al precio de crispar como nunca las relaciones internas en la coalición y de admitir que seguían dependiendo totalmente del liderazgo berlusconiano.

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La oposición, que acariciaba la posibilidad de unas elecciones anticipadas, no logró emitir durante la semana trágica de Berlusconi ningún mensaje político alternativo. "Esperaremos con serenidad", declaró ayer Romano Prodi.

Faltaba conocer cómo se repartían las carteras los partidos de la Casa de las Libertades, quién se iba y quién llegaba. Parecía casi seguro el retorno al Gobierno de Giulio Tremonti, superministro de Economía hasta el pasado mes de julio, cuando otra rebelión democristiana le obligó a dimitir. Tremonti se perfilaba como vicepresidente en sustitución del líder democristiano Marco Follini, quien prefería quedarse fuera para gozar del máximo margen de maniobra y para seguir zancadilleando de vez en cuando a sus colegas de coalición.

Partido centrista

La estrategia de Follini, nunca explicitada pero evidente, consistía en sostener a Berlusconi en el poder tratando a la vez de debilitarle: el objetivo era evitar que Il Cavaliere mantuviera el mando en la oposición cuando llegara la derrota del centro-derecha y se abriera la posibilidad de reconstituir un partido centrista con los otros democristianos, los actualmente alineados con Romano Prodi.

La presencia de Tremonti constituiría una garantía a ojos de la Liga Norte, recelosa de que la reforma constitucional federalista (ya aprobada por el Parlamento, pero pendiente de referéndum y aplicable sólo a partir de 2011) acabara olvidada en un cajón. El destino del conflictivo Ministerio para las Reformas seguía siendo anoche una incógnita. Tremonti milita en Forza Italia, pero su relación personal e ideológica con Umberto Bossi, el líder carismático de la Liga Norte, es muy estrecha. UDC y AN, los dos partidos sudistas de la coalición, le obligaron a dimitir un año atrás porque consideraban que su política económica se decantaba demasiado hacia posiciones liguistas: rechazo al euro, proteccionismo y limitaciones a la inmigración.

El ingreso de Tremonti como vicepresidente debería verse compensado con el mantenimiento de la vicepresidencia hasta ahora ejercida por el líder de Alianza Nacional, Gianfranco Fini, quien seguiría además dirigiendo el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Otro nombre que podría figurar en la lista de Berlusconi era el de Francesco Storace, recién derrotado gobernador de la región de Lacio (Roma) y representante del ala más populista del posfascismo. Storace tiene tirón entre el electorado conservador del centro y del sur y podría encarnar el compromiso de Berlusconi de favorecer el crecimiento económico en las deprimidas regiones sureñas.

El reparto de carteras entre los dirigentes de Alianza Nacional constituía un problema adicional para Il Cavaliere, dada la complejidad del partido posfascista, inquieto por la evolución hacia el centro dirigido por Fini y dividido en corrientes mal avenidas.

Silvio Berlusconi, en la sede de la presidencia italiana, tras recibir el encargo de formar Gobierno.
Silvio Berlusconi, en la sede de la presidencia italiana, tras recibir el encargo de formar Gobierno.ASSOCIATED PRESS

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