La hora del cónclave
Los 115 cardenales electores se reúnen a partir de mañana para elegir por mayoría de dos tercios al sucesor de Juan Pablo II. Nunca es fácil elegir Papa. Y menos después de casi 27 años de un pontificado ciclónico, global, mediático y centralizador como fue el del fallecido Karol Wojtyla. Muchos vaticanistas apuestan por un cónclave corto: un buen trecho se debe teóricamente haber recorrido en las reuniones precónclave de los últimos días. Otros se muestran más cautos ante la inexistencia de un candidato claro.
De las veladas indiscreciones que han trascendido estos días, pese a la prohibición de contactos con la prensa, se deduce la existencia de tres bloques. En el primero están los purpurados que quieren que el sucesor siga los pasos de Juan Pablo II, en favor de una concepción de la doctrina tradicional en el dogma y abierta en lo social, con una Iglesia centrada en el poder papal y de la curia y con una continuación de la visibilidad externa de la Iglesia, es decir, un Papa mediático. El segundo es el representante de las Iglesias más periféricas (Latinoamérica, África y Asia, con atención especial en China). Son los herederos de la línea más social de Wojtyla. A ese sector no le interesan mucho cuestiones consideradas prioritarias por europeos y estadounidenses como la ética sexual, la homosexualidad o los problemas de la bioética.
Esos problemas, sin embargo, tocan de cerca a un tercer bloque de cardenales formado por los de Europa del Norte y Estados Unidos. También para este grupo, como para el del bloque preocupado por los problemas sociales en el Tercer Mundo, es importante la descentralización de la Iglesia para dar mayor poder a los obispos y a las conferencias episcopales y en general a las comunidades locales que quedaron oscurecidas durante el final del pontificado wojtyliano.
En el entrelazado de todos esas cuestiones se juegan los príncipes de la Iglesia cómo afrontar el futuro de una institución de más de mil millones de fieles, pero que no puede tapar problemas pese a la personalidad y carisma del desaparecido Juan Pablo II.
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