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ÓSCAR RODRÍGUEZ MARADIAGA | Cardenal arzobispo de Tegucigalpa | EN BUSCA DE UN PAPA

Candidato a convertirse en el Papa del sur

Enric González

Pocas personalidades cardenalicias resultan tan interesantes como la de Óscar Rodríguez Maradiaga, de 63 años, arzobispo de Tegucigalpa. Toca el piano y el saxofón; es un buen músico de jazz y experto en música sacra; sabe pilotar avionetas -aunque carece de licencia; aprendió inglés leyendo manuales de vuelo- y construye maquetas de aeroplanos. Habla seis idiomas y almacena conocimientos muy variados: es profesor de química, física y solfeo, diplomado en Psicología Clínica y Psicoterapia, licenciado en Teología Moral.

La suya es una figura rompedora, capaz de encarnar un cambio en la Iglesia y de emprender una guerra contra la pobreza similar a la que Karol Wojtyla emprendió contra el comunismo.

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Rodríguez Maradiaga es el ciudadano hondureño de mayor prestigio. Su país tuvo que recurrir a él para encabezar una comisión investigadora sobre los crímenes de la policía política, que condujo a la desmilitarización de las fuerzas de seguridad, y en 1998 el Gobierno intentó nombrarle jefe nacional de policía, cosa que el entonces arzobispo rechazó por razones obvias. La notoriedad le obliga a moverse por su diócesis con escolta.

Su diálogo y cooperación con las autoridades civiles no debe confundirse con un carácter acomodaticio. Al contrario. Es uno de los pocos cardenales capaces de decir en público que la teología de la liberación dejó tras de sí "muchas cosas positivas", propugna el establecimiento de un Tribunal Mundial contra la Corrupción similar a la Corte de La Haya contra crímenes de guerra, es uno de los principales activistas de la campaña por la abolición de la deuda externa del Tercer Mundo (coopera con Bono, el cantante de U2, de quien es amigo) y proclama que los dos principales partidos de su país son percibidos como "ladrones" por la gente.

No cree que un Papa deba limitarse a dirigir el catolicismo. "Ser Papa significa ser un puente entre la fe y el mundo", afirma. Y defiende la elección, por primera vez en la historia, de un pontífice del hemisferio sur. "El conflicto entre norte y sur afecta a todo el mundo, es una guerra de ricos contra pobres. Un Papa del sur", dice, "ayudaría sin duda a resolver una situación que pone en peligro el futuro del planeta". En cierta forma, esas palabras constituyen una parte de su "programa" como candidato a la sucesión de Juan Pablo II.

Varios factores juegan, aparentemente, en su contra: puede ser considerado demasiado joven, ha recibido expresiones de apoyo excesivamente públicas del Gobierno hondureño, que preside Ricardo Maduro, y se le atribuyen simpatías con los movimientos antiglobalización: "Si aceptamos la globalización de la riqueza, la tecnología y el poder, sin la globalización de la dignidad humana y de los derechos humanos, hemos fracasado como católicos", opina.

Su lucha contra la deuda externa, que al principio gozaba de poco eco en el Vaticano, fue asumida, sin embargo, por Juan Pablo II en 2001 con la encíclica Novo millenio ineunte, y algo similar empieza a ocurrir con la cuestión norte-sur.

En cuestiones como la moral sexual y los dogmas católicos, en cambio, tiende a alinearse con los conservadores. Y considera que el progreso científico debe ceñirse a "ciertos límites". "Dudo que la investigación sobre los embriones aporte ventajas para el ser humano; sólo estoy convencido de que quienes la realizan esperan grandes beneficios económicos", explica.

Óscar Rodríguez Maradiaga.
Óscar Rodríguez Maradiaga.

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