_
_
_
_

Las palabras se baten con el desorden del mundo

El festival literario 'Pen World Voices' reúne en Nueva York a escritores de todos los continentes

José Andrés Rojo

Paul Auster y Chico Buarque abrieron ayer el Pen World Voices, el festival internacional de literatura de Nueva York. El escritor estadounidense y el músico y novelista brasileño ya habían coincido en otros eventos de esta naturaleza, y mostraron que había química entre ellos, y una fuerte complicidad que acaso procede de una manera muy parecida de entender su trabajo. Las últimas novelas de Auster, La noche del oráculo, y de Buarque, Budapest, son cajas de historias que contienen otras cajas que contienen otras más. En ambas, además, se reflexiona sobre el oficio de escribir, y las dos ponen en marcha las viejas complicaciones que afanan a los mortales: la amistad, el amor, la tentación de atrapar el mundo, las heridas que dejan los pequeños fracasos que se suceden. Ayer, Paul Auster hizo de anfitrión y le fue preguntando a Chico Buarque sobre distintos aspectos de su obra, del arte de contar la vida de las ciudades, de reflejar las contradicciones de unos personajes que se mueven sobre el terreno pantanoso de un mundo donde las convicciones rotundas se han ido a pique y, sobre todo, sobre la diferencia entre sus dos escrituras: la de las canciones y la de las novelas.

Muñoz Molina, Amat, Chirbes, Puntí, Taibo y Margarit participan en el encuentro

Hace ya unos días que las entradas para escuchar a Buarque y Auster en la New York Public Library se habían agotado, y en el lugar se reunieron ayer gentes de edades y generaciones distintas y de diferente color de piel. El público reflejaba así el sentido profundo del desafío del PEN, esa vieja institución que lleva ya ochenta años en la batalla de defender la libertad de expresión y de promover la difusión de las letras en todos los rincones del planeta. Este festival lleva sus marcas de estilo: escritores de sitios muy distintos cuentan de los asuntos de sus lugares de procedencia, y al mismo tiempo abordan sus problemas comunes, sus desafíos, su perplejidad, sus dudas y su furia y su pasión por esta complicada realidad en la que se mezcla de manera inextricable lo peor con lo mejor.

"Estados Unidos necesita más que nunca escuchar voces de más allá de sus fronteras. Los escritores son los intermediarios indispensables en este diálogo internacional, así como los guardianes del patrimonio único y artístico representado por cada idioma. No podemos pretender que esta conversación se produzca sólo en inglés". Con estas palabras, Salman Rushdie, presidente del PEN American Center, ha tratado de explicar el germen de un encuentro que aspira a repetirse anualmente y con el que también se quiere subrayar la imperiosa necesidad de aumentar el número de traducciones literarias en un país en el que sólo el 3% de los libros publicados procede de otras nacionalidades.

Dos horas después de que Buarque y Auster terminaran su conversación sobre sus respectivas maneras de trabajar y de entender la literatura, la New York Public Library, y de nuevo con el cartel de "todas las entradas vendidas", recibía a uno de los grandes maestros del periodismo europeo, Ryszard Kapuscinski, que ha recorrido medio mundo para contar la variedad de sus conflictos; a otro brillante escrutador del horror, Philip Gourevitch, que dio cuenta del infierno de Ruanda con tanta precisión que estremeció a todos sus lectores, y a la mexicana Elena Poniatowska, que siempre ha puesto su oído finísimo para atrapar cualquier injusticia de las tantas que se cometen en su país. Moderados por Leslie Linfield, estos tres autores, familiares ya a los lectores españoles, hablaron con otros notables cronistas -Svetlana Alexievich, François Bizot y Carolin Embcke-, todavía poco conocidos en nuestro país, sobre los rastros de lo peor. La guerra, la tortura, el genocidio, la ignominia... El sufrimiento y el dolor, la maldad y (en unos cuantos) el heroísmo, la ceguera del poder y el furor de las masas atrapadas en el vértigo de la violencia: las sucesivas catástrofes de nuestro tiempo fueron poco a poco tomando consistencia.

La proximidad de algunos autores como puente para saber de otros, he ahí uno de los retos de este encuentro. "En los últimos veinte años, EE UU ha vivido obsesionado con su propio multiculturalismo y se ha olvidado de que hay otras formas de literatura fuera de sus fronteras", dijo hace unos días Esther Allen, codirectora del festival y presidenta del PEN Translation Committee. "No es suficiente con ser multicultural, hay que ser multilingüe y, aunque el inglés sea el idioma de la globalización, tenemos mucho que aprender de otras formas de escribir".

Los márgenes cada vez más estrechos de la literatura para cambiar el mundo, los nuevos derroteros de la literatura infantil, la relación de los escritores con el poder, la energía actual de la novela negra, las palabras en contextos conflictivos (como la guerra de Irak) o en continentes abandonados (como el africano), las voces emergentes de la nueva Europa... Son algunos de los temas que estos días reunirán a los escritores que van llegando a Nueva York desde lugares muy distintos. "Existe un creciente aislamiento cultural y político en EE UU y la falta de traducciones literarias también influye de forma negativa", explica Allen. "Es curioso que fenómenos como la lucha contra el llamado terrorismo islámico estén incrementando el interés por escritores de los países del mundo árabe. Es un fenómeno que también ocurrió tras la revolución cubana: el hambre de conocer al supuesto enemigo provocó la explosión de la curiosidad hacia autores latinoamericanos".

Pero no parece ser fácil conseguir hoy que las obras de autores de aquellos ámbitos lleguen al público, ya que el Gobierno estadounidense censura a los autores de países sometidos a embargos comerciales motivados por sus "actividades terroristas". Es el caso de Irán, un país cuya obra será explorada estos días a través de la presentación de una antología de autores contemporáneos editada gracias al PEN y que estuvo a punto de no publicarse por la oposición de la Administración de Bush.

Antonio Muñoz Molina, Nuria Amat, Rafael Chirbes, Jordi Puntí, Joan Margarit y Paco Ignacio Taibo son los escritores que proceden de España y que estarán en el encuentro, que se cerrará el próximo viernes con un homenaje a Cezslaw Milosz. El radical compromiso del gran poeta polaco con su obra, su originalidad e independencia y su obligación con el mundo servirán de broche de oro para unas jornadas que prometen poner en escena a los escritores cuando se enfrentan al caótico desorden de la realidad que habitamos.

Sala de lectura de la New York Public Library de Nueva York. 

/ GAIL MOONEY
Sala de lectura de la New York Public Library de Nueva York. / GAIL MOONEYCORBIS

Don Quijote en Manhattan

A las tres y media de esta madrugada, hora española, estaba previsto que Don Quijote tomara sus armas, acompañado por su leal escudero Sancho Panza, y volviera a salir al mundo para deshacer entuertos y luchar por la justicia y la libertad. En la New York Public Library, Margaret Atwood, Paul Auster, Claudio Magris, Norman Manea, Salman Rushdie, Laura Restrepo y Antonio Muñoz Molina iban a recuperar los desafíos del caballero andante y a volverlos a contar, cada cual a su manera, para este tiempo descreído, escéptico y nihilista.

"El Quijote representa perfectamente el carácter universal de la literatura que queremos impulsar con el festival", comentó Esther Allen, codirectora del evento. La primera de las citas con el personaje cervantino tuvo lugar ayer por la tarde en Nueva York. Participaron también Javier Cámara, que recreó la lucha contra los molinos de viento, y el barítono Chris Pedro Trakas y el pianista John Musto, que interpretaron piezas de Strauss y de Ravel relacionadas con la obra maestra de la literatura.

Antonio Muñoz Molina, director del Instituto Cervantes de Nueva York, que ha colaborado muy estrechamente con el festival, afirma: "Lo más importante que hemos conseguido es que el Quijote sea parte de una celebración literaria tan poderosa como ésta, demostrando así que los hechos culturales españoles también son universales y pueden ser parte del tejido cultural de esta ciudad". En la sede del instituto, y como muestra de su apoyo a la iniciativa de la delegación estadounidense del PEN, hoy se celebrará el encuentro El Quijote global: reinventando a Cervantes, con Jean Canavaggio Edith Grossman, Susanne Lange, Alexandra Mancic, Aline Schulman, y Barber van de Pol.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_