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Columna
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¿Qué fue del compromiso ético?

Cualquier balance de la legislatura que pretenda ser minimamente serio deberá reconocer el rotundo fracaso del Gobierno tripartito en relación a eso que, convencionalmente, se ha denominado "pacificación y normalización". No entraré ahora a juzgar el grado de responsabilidad que Ibarretxe y su partido puedan tener por la ruptura de la confianza, la complicidad y los afectos imprescindibles para hacer política democrática en sociedades complejas y plurales: esta responsabilidad existe (si Ardanza fue el lehendakari de Ajuria Enea, Ibarretxe lo ha sido de Lizarra), aunque no sea exclusiva (ahí está la historia de un azorado Aznar). Pero si muchos pueden ser responsables de que la situación se haya deteriorado tanto, sólo Ibarretxe es responsable de haber hecho tan poco por mejorar las cosas habiendo tenido todo el poder para hacerlo. Aquí no hay "Madrid" que sirva para ocultar su actuación: en este caso la incompetencia no tiene nada que ver con transferencias incumplidas, sino con su incapacidad moral y política para actuar. Personal e intransferible.

Su muy publicitado Observatorio de Derechos y Libertades en el País Vasco es el indicador más evidente de este fracaso. Encomendado su diseño al que fuera responsable de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, Ibarretxe lo presentó ante el Parlamento vasco con ocasión del debate de política general de 27 de septiembre de 2002, anunciando su plena operatividad para el año 2003. "El Observatorio -decía Ibarretxe- será un instrumento muy valioso para velar por la defensa de los Derechos Humanos y de las Libertades de todas las personas en Euskadi". Se trataba del proyecto estrella de la política del Gobierno vasco relativa a los derechos humanos y a la paz. ¿Qué ha sido de este Observatorio? Lo último que hemos sabido es que hace unos meses Mayor Zaragoza decidió abandonar el proyecto. ¿Por qué? No será porque no haya qué observar... Estamos hablando de un proyecto de Gobierno, cuya puesta en marcha no dependía de la colaboración de la oposición. Más aún, se trataba de un proyecto que dependía directamente de la presidencia del Gobierno: sólo Ibarretxe es responsable de este escandaloso fiasco.

¿Qué ha sido del "compromiso ético con el respeto a todos los derechos humanos de todas las personas, clave de la paz", solemnemente proclamado por Ibarretxe en aquel pleno de política general en el que también fue presentado su proyecto de nuevo pacto político con el Estado español? Escribía en este mismo diario Maixabel Lasa: "El próximo lehendakari debe ser, sin duda, el lehendakari de las víctimas del terrorismo, un gobernante sensible y cercano a los más afectados por la lacra de la violencia y empeñado en fundir el protagonismo que merecen con el centro neurálgico de su discurso de paz". Porque Ibarretxe no lo ha sido. No negaré su disponibilidad para repartir dinero en relación a estas cuestiones, pero se ha mostrado absolutamente incapaz de compartir afectos. Al contrario, ha perdido definitivamente la confianza de las personas y los colectivos más expuestos a la violencia.

Y que nadie venga a estas alturas con la miserable contraposición entre víctimas "auvetistas" y víctimas "pilarmanjonistas" para lamentar, a continuación, la supuesta preponderancia de las primeras en Euskadi. Lean, por favor, la intervención de Natividad Rodríguez, presidenta de la Fundación Fernando Buesa Blanco, ante la ponencia de Víctimas del Parlamento Vasco (www.fundacionfernandobuesa.com): si algo han querido las víctimas del terrorismo es poder confiar en un lehendakari que uniera a todos los vascos en defensa de la democracia, la libertad y la pluralidad. Pero no ha sido posible.

"Podremos equivocarnos y tendremos que mejorar. Pero no vamos a aceptar lecciones", concluía ampulosamente Ibarretxe. Como cualquier educador podrá confirmar, es esta una excelente actitud para afianzarse... en el error. ¿Cuatro años más?

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