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Entrevista:REM KOOLHAAS | Arquitecto

"Tengo obsesión por el ahora"

Alto, enjuto y con una mirada entre risueña y penetrante que debe hacer tambalear a más de uno, Rem Koolhaas (Rotterdam, 1944) es el arquitecto más influyente de las últimas décadas. Sus teorías -expresadas en libros como Delirio de Nueva York (Gustavo Gili), S.M.L.XL o Content- y sus proyectos -desde la Kunsthal de Rotterdam de 1992 a la Casa da Musica de Oporto, que inaugura esta semana- son seguidos y analizados con lupa por la profesión. Tras obtener en 2000 el Premio Pritzker, ayer le fue concedido en Barcelona el Premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea-Premio Mies van der Rohe 2005, dotado con 50.000 euros y de carácter bienal, por su edificio de la Embajada de Holanda en Berlín que ha realizado su estudio OMA (Office for Metropolitan Architecture), brazo constructor de este proyecto que tiene en su estudio paralelo, AMO, su contrapartida teórica.

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Pregunta. En el terreno mediático han tenido mucha repercusión su defensa de lo enorme y también su mirada curiosa hacia el caos como organización urbana. ¿Lo refleja en su arquitectura?

Respuesta. He sido periodista y me interesan mucho los distintos fenómenos del mundo. Algunos son caóticos y otros están muy estructurados. Es verdad que hemos estudiado condiciones autoorganizadas en África o investigado el ritmo frenético de crecimiento de las ciudades chinas, pero todo esto es una investigación personal mía y no tiene por qué estar conectada con la obra. Intento entender el contexto más amplio en el que suceden las cosas de forma que nuestras intervenciones encajen bien en este entorno.

P. El Movimiento Moderno era una propuesta de futuro y usted defiende que hay que repensar el presente a partir de la situación económica y social existente.

R. Personalmente, nunca me ha atraído el futuro. Tengo una obsesión por el ahora, por el presente. Como tenemos dos despachos, OMA y AMO, podemos hacer cosas que un arquitecto no puede hacer. Por ejemplo, no puede limitarse a no hacer nada porque el arquitecto es el que llega y construye, no puede decir esto está perfecto y déjelo así como está. Con AMO trabajamos ahora en un proyecto muy interesante para el Museo Ermitage de San Petersburgo y les decimos: "No hagan nueva arquitectura, piensen en lo que está ahí, analícenlo para ver cómo puede funcionar con una nueva distribución de las obras, pero no toquen nada". Y en Pekín también estamos por la labor de conservar. Eso son aportaciones para el futuro.

P. Es decir, ¿que lo más revolucionario puede ser no hacer?

R. Sí, a veces sí.

P. ¿Cuáles son sus preocupaciones teóricas ahora?

R. Estamos acabando un libro sobre Lagos, en África, con mis alumnos en la Escuela de Arquitectura de Harvard, que aparecerá este año. Y también estoy empezando a pensar en escribir sobre el pasado, conectado con esto de no hacer nada, pero no sé qué forma adoptará este proyecto.

P. Algunos críticos afirman que en sus teorías el tema social no es prioritario. ¿Es así?

R. La arquitectura ha sido siempre una profesión moralista y arrogante. Eso de que nosotros lo hacemos todo bien, pensando lo mejor para el mundo. Y siempre he considerado que era un aspecto muy desagradable de la profesión. En mi caso, lo que ha resultado confuso es que al contemplar con una mirada crítica y dura la situación actual parece ser que no tengo corazón o que no tengo buenas intenciones, según dicen algunos. Bueno, es cierto que detesto hablar de las buenas intenciones, pero estamos muy contentos con edificios como el de la Biblioteca de Seattle o la Casa da Musica de Oporto, y como cualquier arquitecto o ser humano estoy interesado por los temas sociales desde una óptica antropológica, como podrían estarlo los sociólogos. También somos cada vez más políticos con nuestros compromisos de cara a Europa, que es un aspecto muy importante de toda nuestra visión en el estudio.

P. La portada de Content, en la que caricaturizaba a Bush, Sadam Husein y otros políticos, ¿era un manifiesto o una broma?

R. Un manifiesto, por supuesto. Creo que los arquitectos deberían convertirse en algo mucho más político, más antropológico y más económico.

P. Las ciudades europeas han entrado en una carrera por conseguir la mejor arquitectura como atracción turística. ¿Es un fenómeno que favorece la arquitectura?

R. Aunque es algo que puede ofrecer más oportunidades y elevar las expectativas, básicamente me parece un fenómeno malsano porque presiona e incide en el aspecto espectacular a expensas de la seriedad y, paradójicamente, también de la creación y la invención verdadera. La arquitectura solía ser la expresión más seria de los valores del ámbito público y ahora esto se está desdibujando cada vez más. Tal vez por esto hemos ganado este premio, porque el edificio de Berlín es muy serio, no un gancho para el turismo.

P. ¿En qué fase está su proyecto del Palacio de Congresos para Córdoba?

R. [Koolhaas cede la palabra a su socia en OMA, Elle van Loon]. Lo presentamos dentro de dos días y confiamos en que en dos meses podrá empezar la construcción. Intentamos que el proyecto sea un espacio más público de lo habitual, que tenga vida siempre, no sólo cuando haya congresos.

P. ¿Construirá el macroedificio para la televisión de Pekín?

R. Sí, ya lo estamos construyendo. Rompe el esquema del rascacielos típico y provoca un movimiento circular entre las diferentes funciones de la emisora. Pekín es una ciudad gestionada con unas reglas muy serias de planeamiento. Por esto es un proyecto importante para nosotros, ya que es un auténtico compromiso con su civilización.

El arquitecto holandés Rem Koolhaas, ayer en Barcelona.
El arquitecto holandés Rem Koolhaas, ayer en Barcelona.MANOLO S. URBANO

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