Roma se prepara para acoger a más de dos millones de personas en el funeral
Un Consejo de Ministros extraordinario nombra a un comisario ante el aluvión de fieles
Roma se prepara para la gran invasión. Las autoridades calculan que entre dos y cuatro millones de visitantes, o peregrinos, según terminología de estricta observancia, pueden llegar a la capital de la cristiandad en los próximos días para unirse a la sin duda larguísima fila que se formará con el fin de dar el último adiós a Juan Pablo II, expuesto desde las cinco de esta tarde en la basílica de San Pedro. La capital italiana espera para los funerales del Papa a no menos de 200 jefes de Estado y de Gobierno, entre ellos el estadounidense George W. Bush.
Mientras un consejo de ministros extraordinario nombraba ayer al jefe de Protección Civil, Guido Bertolaso, comisario para gestionar el aluvión de fieles que hace temblar a tirios y troyanos, el gobernador de la capital italiana recordaba a residentes y visitantes que el cuerpo del Pontífice fallecido podrá verse durante tres días y tres noches, por lo que les pedía que intentaran no amontonarse.
Se da por segura la presencia en Roma de George W. Bush y del presidente francés, Jacques Chirac, y ha sido anunciada la del rey Juan Carlos y la del jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, junto a varios ministros. Pero estos extremos, por lo que respecta a los españoles, están sin confirmar, a la espera de que hoy el Vaticano comunique la fecha exacta de los funerales, que serán probablemente el jueves. También ha anunciado su asistencia Víctor Manuel de Saboya, hijo del último rey de Italia. Y vendrán mandatarios de todos los continentes, colores políticos y credos religiosos.
Hasta el momento, se han paralizado las obras del metro, reforzado los transportes desde aeropuertos y estaciones y potenciado las líneas de autobuses que llegan a la zona de San Pedro. Diez mil policías uniformados y centenares de agentes de paisano, muchos llegados desde fuera de Roma, velarán por la seguridad de lo que un decreto del Gobierno ha calificado como "gran acontecimiento". Se trata de consentir a los fieles participar en el rito fúnebre del Papa sin bajar la guardia en las medidas de seguridad. Ayer se estudiaba la posibilidad de instalar grandes pantallas en algunas plazas, para que los peregrinos puedan seguir la ceremonia sin que se colapse la ciudad entera.
Una de las soluciones al tráfico pasará por habilitar grandes aparcamientos en zonas periféricas y conducir a los visitantes en autobuses hasta la zona que rodea el Vaticano, muchas de cuyas calles van siendo cerradas al tráfico. La zona de Tor Vergata, donde, en la Jornada Mundial de la Juventud del 2000 se montó un enorme campamento, preparaba ya ayer tiendas para 5.000 voluntarios que atenderán a miles de jóvenes. Soluciones similares se tomarán en la Feria de Roma, el Instituto Superior de los Ferrocarriles y dos edificios de congresos en el EUR, barrio periférico de la ciudad. También hay preparadas 40 instalaciones deportivas.
Las autoridades civiles y militares, que trabajan en coordinación con los servicios de seguridad vaticanos, temen que el aeropuerto militar de Pratica de Mare y el de Ciampino, cerca de Roma, no sean suficientes para acoger a los mandatarios extranjeros, y están contemplando la posibilidad de cerrar parcialmente al tráfico aéreo el de Fiumicino. La prensa ha hablado del posible despliegue de baterías de misiles. El comité operativo de Protección Civil esbozó ayer un plan de viabilidad con cuatro grandes ejes de acceso a la ciudad y el incremento de 166 trenes. "Esto va a ser como organizar un Jubileo en 48 horas", ha dicho el alcalde, Walter Veltroni.
De la que a Roma se le viene encima da idea esa cifra de entre dos y cuatro millones de visitantes. Y si los servicios públicos y sus responsables temen no dar abasto, sí toman posiciones los oportunísimos vendedores ambulantes de llaveros pontificales, ceramistas de urgencia y pegatinas, que ya ofrecen platos de pared o aparador con la efigie de Wojtyla, y vendedores de pizza al taglio (troceada) o de bebidas para apagar la sed de tanta piedad y adhesión al Papa fallecido como va a acumularse.
Los romanos, casi tan dados a componérselas con ingenio y rapidez como los habitantes de Nápoles, se preparan a hacer su agosto en primavera, en un ejercicio combinado de negocio, exhibicionismo y devoción para el que el cielo les ha dotado especialmente. Ayer, un taller de alta costura dedicado a trajes de novia en el céntrico Corso Vittorio cubría casi completamente sus escaparates con enormes carteles del Santo Padre. Y, en dirección a la plaza de San Pedro un ciudadano, que había añadido un toldo y una especie de sidecar a su bicicleta, para poner el cartel de "taxi ecológico", pedaleaba, con matrícula de coche de Oregón, hoja de calendario Pirelli representando a una chica poco devota y una imagen de buen tamaño del venerado Padre Pío, a la búsqueda de algún cliente.
En 1978, la capilla ardiente de Juan Pablo I fue visitada por 750.000 personas. Había estado en el trono 33 días. Hay quien piensa, entre los responsables de la seguridad de Roma, que es mejor no multiplicar esa afluencia por los casi 26 años de pontificado de Wojtyla.
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