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Crónica:NACIONAL
Crónica
Texto informativo con interpretación

Todos ganan en Caracas

La reciente cumbre de Caracas (a la que, junto al presidente venezolano, Hugo Chávez, han asistido el presidente de Colombia, Álvaro Uribe; el jefe del Estado brasileño, Luis Inácio da Silva, Lula, y el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero) ha constituido un ejercicio de contabilidad geopolítica, en la que hay que sumar beneficios y restar alguna inconveniencia.

El caso más claro es el del anfitrión, para el que todo son sumandos. Ante Estados Unidos, Chávez ha demostrado que no está aislado, puesto que en América Latina y en Europa hay Gobiernos de peso que quieren cultivar las relaciones con la república bolivariana.

Entre sus invitados, primero hay que subrayar la presencia del presidente de Colombia, país que sostiene con distraída intermitencia un antiguo desacuerdo fronterizo con Venezuela y, sobre todo, ha acusado repetidamente a Caracas de debilidades favorables a la guerrilla de las FARC precisamente en esas zonas limítrofes entre los dos Estados. Pero ni Colombia puede renunciar a las mejores relaciones posibles con su vecino, donde viven más de un millón de colombianos, ni Venezuela se puede permitir un deterioro que le indispondría con el resto del continente. Uribe, por tanto, ha ido, pero tenía que ir, y el patrón de Bogotá, Washington, comprende que así tenía que ser. Colombia ha sumado en esa contabilidad, pero tenía que hacerlo porque no puede resignarse a quedar aislada por el reciente crecimiento de Administraciones, digamos de matiz socialdemócrata, en América Latina.

El presidente Chávez ha hecho un excelente negocio, mostrando a Washington que no se halla aislado en América Latina ni en Europa

La diplomacia brasileña, en cambio, ha querido estar. En línea con la política exterior de gran potencia regional de Brasil, el único país latinoamericano que hace un punto de honor de tratar a Estados Unidos en pie de igualdad, Lula subrayaba con su presencia que nada en América Latina le puede ser ajeno. Y al mismo tiempo, le procuraba una excelente cobertura a Chávez, la de una potencia a la que Estados Unidos trata con atención y respeto. Lula suma y hace sumar, como corresponde a un poder que valora cada día más la necesidad de hablar en español y entiende que América Latina va a ser cada día más su campo natural de expansión. Pero que no es ni patio, ni trasero.

Como el perro de Pavlov

El presidente español aún ha ido más lejos que su homólogo brasileño, por el volumen de la transacción en efectos militares que ha oficializado con Venezuela.

Brasilia es un proveedor de fondo de Caracas, sin que eso le granjee problemas particulares con Estados Unidos; pero, en momentos en los que aún no se ha recuperado la relación entre Madrid y Washington, como consecuencia de la retirada de las tropas españolas de Irak, Zapatero se ha permitido hacerle un nuevo y modesto desplante al presidente Bush. Y la concienzuda secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, ha reaccionado como el perro de Pavlov, registrando su disgusto por la venta de barcos y aviones españoles a Venezuela. El hecho de que ese material esté obviamente destinado a la vigilancia y patrullaje de aguas territoriales y fronteras, y, por tanto, se dirija contra la infiltración del contrabando y de la droga, no apacigua a Washington, a quien lo que le molesta no es la irrelevancia de las armas, sino el balón de oxígeno que supone la cumbre para Chávez. Pero el principal interesado, Uribe, también se congratula de que cuando su vecino se arma, lo haga dentro de la mayor inocencia.

España asimismo suma, dando cumplimiento a su destino de nación a la vez europea e iberoamericana, con su decisiva participación en la ceremonia de acercamiento entre Colombia y Venezuela tras su reciente contencioso por el secuestro de un guerrillero de las FARC en Caracas y su chapucera entrega a Bogotá. Pero algo hay que restar también, por todo ello, en la columna del debe geopolítico, puesto que está demostrado que Washington no frunce el ceño en vano. A Estados Unidos tocará, sin embargo, un día dar carpetazo al asunto, cuando comprenda que el amour fou del presidente Aznar sólo podía ser la excepción y no la regla.

Ésta no es, por otra parte, una operación de suma cero. Lo que gana uno no tiene por qué perderlo nadie, y por ello cabe que salgan todos beneficiados. Uribe, porque no estar habría sido salir perdiendo; Lula, porque su presencia valoraba la cumbre, y lo positivo de la misma refleja y refuerza el prestigio de Brasil; Zapatero y su ministro de Exteriores, Moratinos, porque han devuelto a su horizonte histórico latinoamericano la política exterior de España, y Chávez, porque prueba que no sólo tiene interlocutores en La Habana o, antiguamente, en Bagdad.

¿Significa ello que Chávez es un socio homologable a cualquier otro? Claro que no. El próximo paso de una ideal diplomacia conjunta iberoamericana debería ser un mundo andino en imparable maceración, donde el chavismo tiene agenda propia y recursos de sobra para sufragarla, con el petróleo a más de 50 dólares el barril.

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