Los 'toros' de Picasso se confrontan con el arte ibero
El Museo de Málaga exhibe 61 obras del artista junto a 8 piezas arqueológicas
El enfrentamiento entre el matador y la bestia sedujo y obsesionó a Picasso toda su vida. Fascinado por la mezcla de sangre, arena y riesgo, acudió a las corridas como aficionado atípico, entabló amistad con toreros y esa gran pasión la reflejó en más de 200 obras, de las que 61 estarán expuestas hasta el 3 de julio en el Museo Picasso de Málaga. La muestra Picasso. Toros fue inaugurada ayer por Christine Ruiz-Picasso, nuera del pintor, y por su hijo Bernard.
"Se sentía más toro que torero, porque el torero muere en la mayoría de sus obras"
Picasso (Málaga, 1881-Mougins, Francia, 1973) comenzó a acudir a las corridas de toros a muy temprana edad, cuando a los nueve años y guiado por su padre ya frecuentaba el ruedo de la Malagueta. La magia de la arena prendió en el artista y éste la cultivó de por vida hasta convertirla en una de sus aficiones preferidas y tornarla en fascinación plástica. "En los años cincuenta le acompañé en su peregrinación por las plazas de toros del sur de Francia en busca de los toreros para hablar español y olvidar los problemas del exilio", relató ayer su nuera Christine.
La muestra revela la subli-mación tan personal de la corrida que hizo Picasso. La mezcla de belleza y violencia, a menudo sensual, y la relación entre el toro y la sexualidad que convertían a éste en su álter ego. "El toro es la energía sexual y la fuerza incontrolable al que se le permiten todas las transgresiones", explicó el director del museo, Bernardo Laniado. Si en la muestra hay dibujos en torno a la corrida que reflejan la intensidad del duelo entre el picador y el caballo, y el toro y el torero, las esculturas de bronce y ciertos óleos se centran en destacar la figura majestuosa y triunfante que representa la bestia.
Las obras revelan aspectos inusitados de la corrida, que la convertirán en un peculiar rito artístico para el pintor: el toro y el caballo se enzarzan en un juego amoroso, se acarician, y la cogida del torero es plasmada como un movimiento de ballet clásico. La corrida fue una confrontación entre el toro, el caballo, el picador y el torero que recorrió todas las etapas del artista malagueño. Desde el primer dibujo en tabla de 1890, de trazos infantiles, hasta obras que denotan la influencia del impresionismo y expresionismo en su etapa parisiense de principios de siglo o los retratos que hizo a toreros en 1970.
La pinacoteca malagueña expone en Picasso. Toros gran variedad de formatos: pintura, dibujo, escultura y obra gráfica a los que se añaden ocho piezas arqueológicas, en su mayoría escultura ibera, que les ponen el contrapunto. El interés de Picasso por el arte ibero no fue un accidente espiritual, sino el resultado de un minucioso estudio. En el centro de la primera sala de la muestra se aprecia esta influencia: la cabeza de toro de Picasso se rodea de esculturas iberas, la más antigua el Toro de Arjona del siglo VII antes de Cristo, y logra mostrarse como pez en el agua. Más llamativo si cabe es el proceso de deconstrucción que Picasso llevó a cabo en su obra. La segunda sala exhibe, junto a una cabeza de toro de Costitx de bronce, una interpretación del artista realizada con un sencillo sillín y el manillar de una bicicleta en 1942.
"Picasso se sentía más toro que torero, porque el torero muere en la mayoría de sus obras, excepto al final de su vida cuando la representación de la muerte se invierte", cuenta Laniado. En la serie de cinco retratos a diestros realizados sólo tres años antes de morir, la profusión de colores es inmensa. Sobre fondo negro, el traje de luces es rojo, la chaqueta verde, su rostro azul y la coleta naranja. Su amistad más conocida fue con el diestro Luis Miguel Dominguín, con quien compartió el entusiasmo por la fiesta hasta convertirla en un hito y fuente de inspiración permanente. Su visión hizo que la lidia del costumbrismo pasara a ser la de la sensualidad.
En las obras se aprecia cómo la vida del artista se refleja en los lienzos, y el enfrentamiento entre el toro y el torero pasa por momentos líricos de suaves trazos cuando Picasso disfruta de su matrimonio e hijos, a otros más turbulentos con figuras de formas grotescas cuando sus difíciles relaciones con las mujeres no pasaban un buen momento.
Las obras proceden de museos como el Museo Picasso parisiense, el Museo Berggruen de Berlín y el Museo de Arte de la Universidad de Michigan, además de colecciones privadas.
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