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Los médicos empiezan a alimentar a Juan Pablo II a través de una sonda

El Papa intenta infructuosamente pronunciar unas palabras ante los fieles

Enric González

Karol Wojtyla será alimentado en adelante a través de una sonda nasogástrica. El portavoz papal, Joaquín Navarro-Valls, anunció que la colocación de la sonda serviría "para favorecer una recuperación válida de las fuerzas" del Pontífice. Juan Pablo II había sido incapaz de tragar en los últimos días y perdía peso de forma apreciable. Ayer apareció cinco minutos en su ventana sobre la plaza de San Pedro e intentó infructuosamente, como el pasado domingo, dirigir alguna palabra a la multitud expectante. Fue una nueva escena dramática del crepúsculo del Papa.

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La sonda, un tubo de plástico introducido por la nariz, permitirá hacer llegar una papilla hasta el estómago y ayudará a paliar las dificultades digestivas de Juan Pablo II, que eran más o menos conocidas por la prensa pese al hermetismo con el que el Vaticano gestionaba la enfermedad papal. Los médicos, en conversaciones privadas, admitían desde el fin de semana que el pontífice tenía grandes dificultades para ingerir alimentos líquidos (los sólidos ya fueron descartados tras la traqueotomía del 23 de febrero) y que sufría vómitos frecuentes.

El problema tenía su raíz, como casi todos los demás males de Karol Wojtyla, en la enfermedad de Parkinson, que había anulado la capacidad funcional de los nervios de la laringe y la tráquea y bloqueaba el mecanismo de la deglución. También los pulmones (cuya rigidez fue comparada por un médico con la del cartón) y el estómago se veían afectados por la enfermedad degenerativa.

La insuficiencia respiratoria se hizo evidente de nuevo en la inesperada aparición de ayer, en la que el Papa boqueó ostensiblemente.

Las pantallas gigantes instaladas en la plaza de San Pedro, convertidas en último medio de comunicación de un pontificado cada vez más virtual, emitieron desde las diez de la mañana el anuncio de que, a las once, el Papa se dejaría ver en su ventana. Una pequeña multitud de turistas, fieles y curiosos se congregó en la plaza, y a la hora prevista, con un par de minutos de retraso, se descorrieron las cortinas y la silla de ruedas del pontífice fue aproximada a la ventana. La escena, agrandada por las pantallas de la televisión, fue acogida con un aplauso.

El arzobispo Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado, leyó desde el interior de la habitación un mensaje de bendición en italiano, alemán y polaco, cuyas frases el Papa subrayaba con gestos, como si quisiera demostrar que, pese a su aspecto doliente y a sus movimientos espasmódicos, estaba lúcido. Luego se rezó un padrenuestro. Al fin le acercaron un micrófono, pero sus labios sólo emitieron un levísimo sonido ronco, indistinguible, y de inmediato el propio Wojtyla constató que su cuerpo no daba más de sí y con un gesto ordenó que apartaran el aparato. Se despidió haciendo la señal de la cruz y la silla de ruedas fue desplazada hacia el interior. La escena fue vivida con gran emoción en la plaza y, como el domingo, hubo ovaciones y lágrimas.

La sonda fue colocada, poco después de la breve aparición, en el dispensario-hospital habilitado en los apartamentos de Juan Pablo II para evitar en lo posible los desplazamientos al Policlínico Gemelli.

Minutos después de la una de la tarde, el portavoz Joaquín Navarro-Valls emitió un comunicado que decía lo siguiente: "El Santo Padre prosigue su lenta y progresiva convalecencia. El Papa transcurre muchas horas de la jornada en su butaca, celebra la santa misa en su capilla privada y mantiene contactos de trabajo con sus colaboradores, siguiendo directamente la actividad de la Santa Sede y la vida de la Iglesia. Para mejorar la aportación de calorías y favorecer una recuperación válida de sus fuerzas, se ha iniciado una nutrición por vía enteral mediante la colocación de una sonda nasogástrica. Las audiencias públicas permanecen suspendidas. La asistencia sanitaria corre a cargo del personal de la Dirección de Sanidad e Higiene del Estado de la Ciudad del Vaticano, bajo la dirección del doctor Renato Buzzonetti, médico personal del Santo Padre".

Resultaba difícil, sin embargo, imaginar cómo podía el Papa desempeñar algún tipo de trabajo, vista su debilidad. Desde el martes permanecía especialmente aislado, ya que el arzobispo Stanislas Dziwisz, su secretario personal y hombre de confianza durante 40 años, había tenido que apartarse de su lado. Dziwisz había contraído un resfriado y los médicos le ordenaron un alejamiento temporal para evitar que contagiara al Papa una infección que podía resultar fatal.

El Papa se asoma ayer a la plaza de San Pedro, desde la ventana de sus apartamentos privados en el Vaticano.
El Papa se asoma ayer a la plaza de San Pedro, desde la ventana de sus apartamentos privados en el Vaticano.REUTERS

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