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La Liga Árabe reactiva el plan de paz con Israel bloqueado desde hace tres años

Las divisiones internas impiden que la organización adopte más iniciativas conjuntas

La cumbre de la Liga Árabe concluyó en Argel con el esperado consenso para "reactivar" la oferta de paz que formuló a Israel en Beirut, en marzo de 2002, y que, sumida en los enfrentamientos apocalípticos de los últimos años, no había avanzado ni un ápice. La decisión de reiterar un posible reconocimiento del Estado hebreo si éste se repliega a las fronteras de 1967, acepta la creación del Estado palestino y admite el retorno de los refugiados, fomenta una imagen de inmovilismo que los 22 Estados miembros tienden a afrontar con iniciativas individuales.

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Pronto se sabrá si el mínimo común denominador preferido en Argel, en este y otros temas, favorece la unidad o, por el contrario, marca la distancia creciente entre una realidad que no deja de cambiar y un organismo que responde a las dificultades con autorreformas calcadas de la UE, como son el embrión del Parlamento panárabe o el voto cualificado, tímidamente introducidas ayer en sus instituciones.

El problema es cómo navegar en un mar de diferencias y personalismos que, en los casos más graves, como el del líder de Libia, Muammar el Gaddafi, y del príncipe heredero de Arabia Saudí, Abdulá Ben Abdelaziz, incluye el intento de magnicidio que el segundo achaca al primero. El incidente, de noviembre de 2003, condujo a la ruptura de relaciones diplomáticas por parte de Riad y explica suficientemente que el príncipe saudí no haya acudido a esta cumbre.

Las diferencias sobre el conflicto israelo-palestino son menos dramáticas, pero no menos inmovilizantes para la Liga Árabe. El acuerdo aprobado ayer, promovido por Arabia Saudí hace tres años, deja en la cuneta las aspiraciones de Jordania y Egipto, pioneros en la apertura al Estado hebreo, de responder a la tregua palestina y a la retirada israelí de Gaza con un nuevo plan, que precipitaría el reconocimiento árabe de Israel, sin esperar a la paz.

Acuerdos bilaterales

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Se comprende que un organismo multilateral sometido a la ley del consenso no puede dar un paso así ágilmente. Pero queda el hecho de que varios socios, como Marruecos, Túnez, Mauritania, Bahrein, Omar o Qatar, se plantean sin tapujos seguir la vía del reconocimiento de Israel anticipada hace décadas por Ammán y El Cairo, sin esperar la luz verde de la liga. El Gobierno tunecino ha invitado al primer ministro israelí, Ariel Sharon, para una próxima visita y las autoridades marroquíes esperan pronto también al viceprimer ministro israelí, Simón Peres.

Israel, que rechazó el plan de Beirut, ha dado signos de que rechazará también éste de Argel, con el mismo argumento de que prefiere la vía de los acuerdos bilaterales.

La diplomacia europea espera igualmente que Túnez y Rabat den el paso, aunque tanto el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, como el ministro francés de Exteriores, Michel Barnier, o el alto representante de la UE, Javier Solana, han expresado en esta cumbre pleno apoyo a la reactivación del plan de la Liga Árabe. La liga ha creado un comité de líderes que explicará su plan y tratará de que lo apoye el Cuarteto integrado por Estados Unidos, la UE, Rusia y la ONU.

En términos parecidos se plantea el debate sobre el desarrollo de la democracia y la reforma de los Estados árabes, un objetivo que fue la gran novedad de la cumbre precedente, celebrada en Túnez. El presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, uno de los que puede alardear de haber trabajado en este sentido, remitió la "debilidad" de la "nación árabe", desproporcionada con la importancia de sus recursos naturales y su pasado histórico, no sólo a "factores exteriores", como la dominación colonial o la tragedia del pueblo palestino, sino a "nuestras insuficiencias propias", dijo, "nuestros errores y nuestros fracasos". También Mohamed VI de Marruecos afirmó que "hoy más que nunca es necesario realizar reformas en todos lo sentidos en el mundo árabe".

Entretanto, Gaddafi, que cambia de bando pero no de régimen, se divirtió perturbando estos discursos con trucos cabareteros, como chupar enloquecidamente un cigarrillo o pedir un aparatoso té mientras hablaba el presidente argelino, hasta concentrar la nube de fotógrafos en torno a su persona.

Quedan los temas más polémicos, que sólo tocaron los invitados extranjeros. Ayer le tocó al secretario general de la ONU, Kofi Annan, urgir a Siria para que presente el calendario de la retirada total de Líbano -la cumbre se limitó a respaldar al presidente Bachar el Asad frente a Estados Unidos- y anunciar que tal vez sea necesaria una investigación más profunda sobre el asesinato del presidente libanés, Rafik Hariri, cuando concluya, en pocos días, la que ya ha ordenado.

El presidente sirio, Bachar el Asad, charla con el líder libio, Muammar el Gaddafi, durante la cumbre árabe.
El presidente sirio, Bachar el Asad, charla con el líder libio, Muammar el Gaddafi, durante la cumbre árabe.EFE

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