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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Flexible y estable

Todavía reciente el acuerdo sobre negociación colectiva, el Gobierno -léase el Ministerio de Trabajo- ha convocado a los agentes sociales para conformar un pacto de reforma del mercado de trabajo. Como en el caso de la negociación colectiva, los primeros escarceos han mostrado un considerable grado de enfrentamiento entre los representantes de los empresarios y de los trabajadores. Si en un primer momento la causa fue la más bien trivial cuestión del salario mínimo, en éste tiene como motivo algo con mayor calado, como es el coste del despido.

La sugerencia del Gobierno de que podría rebajarse la indemnización por despido desde los 45 días por año en vigor hasta 33 días, con el fin de flexibilizar la contratación fija, no ha sentado bien en medios sindicales. No está claramente demostrado que el abaratamiento del despido tenga una relación estrecha con la creación de empleo, aunque es evidente que facilitaría el aumento de los contratos estables. Uno de los temores más arraigados en las empresas es el elevado coste que debe pagarse por las plantillas fijas en el caso de que un brusco cambio de las condiciones del mercado obligue a recurrir a los despidos.

Esta controversia deberá resolverse en el curso de la negociación, desde luego. Es importante recordar que el diagnóstico de partida de la negociación es básicamente correcto. El mercado laboral tiene en España dos problemas básicos que no se han logrado resolver en la última década y que crean incertidumbre tanto a las empresas como a los trabajadores. Por una parte existe esa inflexibilidad o exceso de protección al vínculo laboral, que lleva a que incluso la OCDE reclame reformas en el mercado. Por la otra, hemos de ser conscientes de la elevadísima tasa de temporalidad de los contratos de trabajo en España (más del 33%), que triplican la media europea.

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Es posible citar otros problemas menos evidentes -por ejemplo, la muy elevada tasa de inactividad de la población laboral, también muy por encima de la media europea-, pero el hecho es que el meollo de la negociación debe centrarse en resolver la ecuación flexibilidad-temporalidad. Es un reto muy complicado y que exige a las dos partes negociantes, pero también al Gobierno, la formulación de ideas que permitan encontrar los engarces necesarios para fomentar los contratos indefinidos al tiempo que agilizan las relaciones laborales.

Tan decisivo como el acuerdo, si se consigue, resulta entender que el mercado laboral debe ser controlado con los medios adecuados para evitar que se propaguen las irregularidades o se incumplan los acuerdos. La seguridad en las relaciones laborales no depende nunca de la paralización de la voluntad de una de las partes, sino del contrato de voluntad común. No basta con firmar papeles y confiar después su cumplimiento al ejercicio seráfico de las partes. La contrapartida a cualquier acuerdo debe ser la garantía de que se cumple y, por supuesto, de que se cumplen los objetivos previstos.

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