Exteriores refuerza el diálogo con los exiliados cubanos en Miami
Altos funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores se han entrevistado esta semana en Miami con exiliados cubanos para explicar la nueva política española con Cuba y "disipar malentendidos". El director general para Iberoamérica, Javier Sandomingo; el subdirector general, Pablo Gómez-Olea, y el cónsul, Javier Vallaure, se han reunido en los últimos días con grupos de todo el espectro político, que han apreciado el gesto, pero también han expresado, en distinto grado, sus discrepancias y escepticismo. "No hemos venido a articular políticas conjuntas. Hemos venido a explicar que aspiramos a crear condiciones políticas para que cuando se produzca una transición sea pacífica", señaló Sandomingo. Éste añadió que "el instrumento es el diálogo con todos los sectores, el Gobierno, la oposición, la sociedad civil y el exilio".
La percepción más extendida en el exilio era que España no hacía suficiente hincapié en los derechos humanos, y que el restablecimiento de un diálogo fluido con La Habana iba a socavar el compromiso con la disidencia. "Había muy mala impresión, pero han aclarado que quieren un diálogo crítico con el Gobierno y al mismo tiempo una aproximación con la disidencia: una política sofisticada que no sé hasta qué punto se logrará", afirmó Damián Fernández, director del Centro de Investigaciones Cubanas de la Universidad Internacional de Florida.
El presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana, Jorge Mas Santos, aseguró que se "acepta el mensaje porque no implica un cambio de compromiso con los ideales de una Cuba libre, pero hay algunas discrepancias". Le gustaría ver "más énfasis en los derechos humanos y la disidencia", y duda de que "Castro dialogue, por estar acostumbrado al monólogo".
El único grupo que no ha asistido a las reuniones, celebradas por separado, ha sido el Comité Pro Derechos Humanos, dirigido por Ricardo Bofill. No ha sido un rechazo, subraya éste, agradecido por la invitación, sino que se ha debido a razones de salud y del "escepticismo que lamentablemente sentimos, porque 40 años de vida contradicen las esperanzas de que Castro vaya a cambiar".
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