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Reportaje:

La 'primavera árabe', vista por Israel

Los políticos israelíes viven con confianza el nuevo escenario político

"Estamos en una situación sin precedentes. Pero es demasiado pronto para saber si los cambios producirán efectos positivos". Yaacov Amitai, vicedirector del Departamento de Investigación del Ministerio de Exteriores israelí, resume el sentimiento de confianza contenida que se respira hoy entre la clase política del Estado judío. Desaparecida la amenaza del régimen de Sadam Husein en Irak; con Siria acorralada y en plena retirada de Líbano; Irán acosada por el asunto de sus programas nucleares; fallecido Yasir Arafat, y con George W. Bush al comienzo de su segundo y último mandato, difícilmente encontrará Israel tesitura mejor para negociar con los palestinos desde una posición que le permita ofrecer concesiones mínimas.

El Gobierno de Sharon es consciente de que la nueva situación no está exenta de desafíos
Israel no encontrará mejor momento para negociar con los palestinos

La primera elección de George W. Bush y el 11-S fueron los factores esenciales que han conformado la coyuntura que se vive en Oriente Próximo, a los que se ha sumado el plan de retirada de Gaza. "Las guerras de Afganistán y de Irak, por las que Irán se encuentra rodeado, el desarme de Libia y la presencia física y psicológica de EE UU en el corazón de Oriente Próximo han agitado la región", comenta un militar israelí con muchos galones. Sin embargo, esa sacudida se atemperó en 2004. Fue un año de paréntesis. Las elecciones presidenciales en EE UU estaban en puertas. "Los actores de Oriente Próximo esperaban que ganara John Kerry [candidato demócrata a la presidencia de EE UU]. Pero no hubo milagro y la campaña contra el terror continúa", añade satisfecho el alto mando. Días después de la reelección de Bush, falleció el presidente palestino en París. Añade el militar: "Esto ha creado una nueva lógica". El compás de espera ha saltado por los aires.

Ante esta nueva situación, los dirigentes políticos y militares observan que los países u organizaciones que fueron antaño o son hoy día enemigos declarados de Israel siguen tres tendencias. Entre "los que mantienen una resistencia activa contra EE UU, Occidente e Israel" sitúan a Irán, a Hezbolá, el movimiento fundamentalista chií, considerado en Líbano un grupo nacional de resistencia, y a varios dirigentes palestinos e iraquíes. En ellos se concentra la frenética actividad, de momento diplomática, del Estado hebreo. "Irán no cree en el diálogo israelo-palestino y sigue promoviendo la destrucción del Estado de Israel. Sus programas nucleares son la principal amenaza para la región. Si EE UU quiere sacudir Oriente Próximo tiene que tomar decisiones al respecto. Creemos que Irán es un Estado racional. Y si se le coloca bajo una presión real y frente al Consejo de Seguridad de la ONU, habrá cambios en su política". En el extremo opuesto a los beligerantes se hallan "los Estados que han comprendido, o a los que se ha hecho comprender, que las cosas han cambiado". Mahmud Abbas y el rais egipcio, Hosni Mubarak, están en este capítulo.

Y, por último, aparecen los Estados u organizaciones que se debaten en la duda. "Pertenecen a la línea de la resistencia, pero han entendido que la situación estratégica ha variado". A juicio de los analistas militares israelíes, el movimiento fundamentalista palestino Hamás, el más arraigado en los territorios ocupados, sobre todo en Gaza, "se mantiene en la indecisión". "Estoy seguro de que Hamás se decantará por la lucha política, porque intentará transformar su prestigio social en influencia política", enfatiza el mando castrense. Mientras Mahmud Abbas se esfuerza en negociar con los líderes de Hamás y Yihad Islámica una tregua que permita reactivar la moribunda Hoja de Ruta, Israel parece dispuesto a aguantar, pese a que no han sido erradicados los atentados suicidas. A la pregunta de cuántos ataques están dispuestos a soportar, las respuestas varían poco. "Soy un experto en temas árabes, no en israelíes", ironiza un analista del Ministerio de Defensa. "No puedo decirlo, pero nada es ilimitado", afirma Yigal Palmor, responsable del Departamento del Magreb en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Abbas afronta el reto de persuadir a estas organizaciones. Y no faltan quienes sugieren alguna salida que permita salvar la cara a los fundamentalistas.Los expertos israelíes también colocan a Siria entre los dubitativos. Y las decisiones de Damasco de las últimas fechas, especialmente la precipitada retirada de las tropas de Líbano, abonan esta tesis.

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El Gobierno de Ariel Sharon es consciente de que el nuevo panorama en Oriente Próximo no está exento de desafíos. "En la guerra fría interesaba la estabilidad. Lo que Bush trata de hacer ahora es romper el status quo e intervenir en los países donde crece el terrorismo", comenta la fuente militar. Pero la pregonada democratización de la región que dice impulsar Washington es también germen de futuros quebraderos de cabeza. Los movimientos fundamentalistas palestinos vienen ganando prestigio y votos desde hace años en los territorios ocupados y otros países. "Hamás puede ganar las elecciones. Hezbolá también podría hacerlo en Líbano y Ali Sistani ha vencido en Irak. Aunque triunfen estos grupos y ello conlleve riesgos, la situación será mejor que la anterior", sostiene el oficial israelí. Yigal Palmor asegura que inevitablemente "cualquier cambio supone también inestabilidad".

Sharon (izquierda) estrecha la mano de Abbas durante la cumbre de Sharm el Sheij (Egipto) del pasado febrero.
Sharon (izquierda) estrecha la mano de Abbas durante la cumbre de Sharm el Sheij (Egipto) del pasado febrero.REUTERS

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