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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El desequilibrio del crudo

El precio del petróleo actúa como una amenaza persistente y no siempre bien comprendida. Responde a la mecánica de periódicos tirones de precios, seguidos por otros de relativa calma, pero siempre con niveles muy elevados de cotización (nunca por debajo de 35 dólares en los últimos meses). Ayer, por ejemplo, el brent se situó en más de 55,5 dólares por barril después de que el día precedente la OPEP decidiera aumentar la producción en medio millón de barriles diarios. La primera conclusión, pues, confirmada por periodos anteriores de tensión y relativa moderación, es que los mensajes de la OPEP carecen ya de eficacia en el mercado. La reacción de éste, después de la reunión del cartel, fue una prueba más de que el precio del crudo se mueve por factores muy diferentes de los aumentos momentáneos de la producción decididos por un productor dominante.

Tales factores son básicamente dos. El primero es la insistente consideración del petróleo como una fuente de energía que se acaba, con reservas cada vez más limitadas y que empezará a escasear en un número impreciso de décadas, pero en todo caso, no más de cinco. Esta percepción de la escasez nunca había sido tan acuciante para el mercado como hoy. Con razón o sin ella, los agentes e inversores han introducido esta percepción en la formación del precio.

El segundo tiene que ver con la aparición de economías emergentes de gran poder de crecimiento y pobre eficiencia energética. El ejemplo es China, un gigantesco aspirador de petróleo. Algunos cálculos indican que la economía china absorbe hasta el 30% del aumento anual de las importaciones de crudo. Estamos, pues, ante una variación brusca de las condiciones del mercado; un agente ha variado drásticamente las condiciones de la demanda y ya no es posible sostener el equilibrio con goteos de oferta. Y ello con independencia de que la decisión de la OPEP pueda considerarse decepcionante, precisamente por la escasez de su propuesta.

Si al aspirador chino sumamos la presión de la economía de EE UU, en franca recuperación, están ya claros los términos de las nuevas condiciones del equilibrio del mercado (o, sería mejor decir, de los desequilibrios). No es descabellado asegurar que ya serán excepcionales, por no decir inexistentes, los periodos de precios inferiores a los 35 dólares. Tal circunstancia exige reflexión y calma, porque la experiencia demuestra que en situaciones similares algunos gobiernos tomaron decisiones de inversión ostensiblemente erróneas.

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