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Columna
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Los de aquí

Hace ya muchos y muchos artículos, Timothy Garton Ash, hablando de la zona occidental de Ucrania y territorios anejos en Eslovaquia, Polonia, Bielorrusia, hablando de lo que se conoce como la zona de Rutenia (ésa que impulsó el triunfo de Yúshenko), decía que la gente de allá se identificaba como polaca, eslovaca, ucraniana, rusyn, etcétera. Pero que había también quien, al modo campesino, respondía: "Soy de aquí". En Polonia ocurre otro tanto. Al parecer, hartos del trasiego de fronteras que ha habido en el último siglo, evitan una respuesta directa para responder con ese mismo "yo soy de aquí". Hasta el punto de que en el censo polaco, además de las nacionalidades polaca, alemana o silesia, se ha incluido la nacionalidad de "los-de-aquí".

No es éste el caso del País Vasco, por descontado. Aquí no ocurre lo que se cuenta de aquel anciano viajero que había nacido en Austria-Hungría, ido a la escuela checoslovaca, casado en Hungría, trabajado en la URSS y fallecido en Ucrania; todo ello sin moverse nunca de Mukachevo. Aquí no, aquí viajar cuesta lo suyo. Las cosas, con sus dramas, no han resultado tan tremendas, aunque me resulta obsceno tasar el sufrimiento. Pero hay algo que nos asemeja: también en el País Vasco hay quien se proclama "de-aquí". Vamos, yo diría que hoy día es una respuesta casi universal. Ante la pregunta sobre la nacionalidad, se responde en un banda amplia que va de lo vasco a lo español en porcentajes variados. (Luego, están los portugalujos, bermeotarras, extremeños o vitorianos; pero ése es otro cantar.) "Todos" somos "de-aquí". Últimamente, vuelve a ello con regularidad el propio Juan José: la vieja fórmula de "Los que viven y trabajan aquí". (Y yo me pregunto, ¿qué cuenta en esto la diáspora, tan destacada en su plan?)

En realidad, esto podría decirse casi de cualquier sitio. Pero entre nosotros ha adquirido una connotación política y de colectividad que en otros lados no se da. Cierta idea de comunidad e identidad que ha adquirido una representación política y territorial específica: el País Vasco (y aquí, sobre sus confines, volvemos a discrepar).

Veamos, y demos expresión a lo que sostengo. En la reciente encuesta de EL PAÍS (27 de febrero de 2005), el 42% rechaza el plan Ibarretxe frente a un 38% que lo apoya. Es expresión de una toma de partido clara. Pero, caso de convocarse un referéndum sobre el tema (no se pregunta sobre su legalidad), el 76% responde que acudiría a él frente a un escuálido 9% que no lo haría. Podríamos ir deshojando la cebolla. Pero parece evidente que, a pesar de la fractura política, el eslogan "somos nosotros quienes decidimos", los-de-aquí, el corazón del plan Ibarretxe, ha hecho fortuna.

José Ramón Recalde sostiene convincentemente en su Fe de vida que el nacionalismo no resulta hegemónico en el paisito (y repasa para ello buena parte del mundo intelectual). Llegó a convencerme, a pesar de la discrepancia de un querido amigo. Ahora creo, sin embargo, que en multitud de actitudes y comportamientos de vida, el nacionalismo vasco se ha convertido en un cuerpo hegemónico de ideas y sentimientos. Por ejemplo, en éste: decidimos "nosotros".

Viene todo ello a cuento de la presencia masiva de dirigentes y cargos del PSOE y el PP que acuden a tomar parte protagonista en la campaña de estas autonómicas vascas. No seré yo quien niegue legitimidad a esas iniciativas, pero sí les pondría cierta objeción de oportunidad. Parecen dar razón al argumento del PNV: "no queremos que decidan por nosotros desde Madrid". Sin que esto suceda -o se deba ignorar-, los-de-aquí recelan. Esa presencia de altos cargos debiera ser de un perfil mucho más bajo del que se da hoy. Sería normal que Schröeder acompañara circunstancialmente a Zapatero en una campaña electoral en España. Pero la campaña sería de Zapatero. Los-de-aquí no entenderíamos otra cosa. Mutatis mutandis, es lo que se espera en la campaña vasca: ver una confrontación clara entre los candidatos a lehendakari entre los-de-aquí: San Gil, López e Ibarretxe. Eso queremos.

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