Historias de cuatro árabes secuestrados en Europa
Alemania, Suecia e Italia investigan el presunto papel de la CIA en las desapariciones
Hassan Mustafá Osama Nasr, egipcio residente en Italia, fue secuestrado en el centro de Milán el 17 de febrero de 2003 y su rastro se perdió en Alejandría (Egipto) el 12 de marzo de 2004. Jaled el Masri, alemán de origen libanés, estuvo detenido durante tres meses, aparentemente por una confusión: su nombre era muy parecido al de un miembro de Al Qaeda. Dos egipcios asilados en Suecia fueron arrestados el 18 de diciembre de 2001 por la policía de seguridad sueca, que los entregaron a agentes estadounidenses, que esperaban a bordo de un avión. Lo que sigue son las historias de las detenciones supuestamente preparadas por la CIA en Europa al margen de la ley.
ITALIA Secuestro a mediodía
El episodio de los dos secuestrados ha puesto en un serio aprieto al Gobierno sueco
en el centro de Milán
La investigación de la Fiscalía de Milán no está todavía cerrada, pero los fiscales consideran probado que agentes de Estados Unidos secuestraron el 17 de febrero de 2003 a Hassan Mustafá Osama Nasr, un ciudadano egipcio residente en Italia. El secuestro se realizó en el centro de Milán a mediodía y en él participaron al menos 12 personas, probablemente miembros de la CIA. El ciudadano egipcio, sospechoso de simpatizar con el fundamentalismo islámico, fue trasladado a El Cairo y torturado durante semanas. La pista de Hassan Mustafá, más conocido como Abu Omar, se perdió en Egipto el 12 de mayo del año pasado.
Abu Omar, nacido en Alejandría (Egipto) el 18 de marzo de 1963, dejó su país a principios de la década de los noventa y, según el espionaje italiano, combatió en Afganistán y Bosnia. En 1996 se estableció temporalmente en Albania, donde se casó y tuvo un hijo. Las autoridades le acusaron de participar en una conspiración para asesinar a un ministro egipcio y huyó a Alemania.
En 1997 reapareció en Bari (sureste de Italia) y pidió que se le concediera el estatuto de refugiado. Lo obtuvo en 1999 y se instaló en Milán, en un apartamento de la mezquita de la calle Jenner, conocida por haber alojado en el pasado a varios miembros de Al Qaeda.
La conexión con la mezquita hizo que el teléfono de Abu Omar fuera controlado por la policía, según la documentación recogida por los fiscales. La impresión de la policía italiana fue que aquel refugiado egipcio pronunciaba discursos muy inflamados y se daba mucha importancia, pero carecía de relación directa con Al Qaeda.
El 17 de febrero de 2003, lunes, Abu Omar dijo a su esposa que iba a la mezquita, a menos de un kilómetro de distancia. Minutos después de las 12 del mediodía, dos vehículos taponaron las dos salidas de la calle Guerzone mientras Abu Omar caminaba por la acera. Dos hombres que se identificaron como policías, en italiano aproximativo, se le acercaron y le redujeron con un spray.
El ciudadano egipcio fue introducido en un furgón y trasladado a la base militar estadounidense de Aviano. Hay pocas dudas sobre ello, ya que los secuestradores habían alquilado teléfonos italianos e hicieron varias llamadas desde la base horas después de la desaparición de Abu Omar. Una de las llamadas se dirigió al Estado de Virginia, donde tiene su sede central la CIA; otra, al Consulado de Estados Unidos en Milán.
Pocos días después del secuestro, una fuente de la CIA informó al Gobierno italiano de que "según noticias no verificadas", el desaparecido se encontraba en los Balcanes.
No volvió a saberse de Abu Omar hasta el 20 de abril de 2004, cuando telefoneó a su mujer desde Alejandría (Egipto). La llamada fue grabada por la policía italiana, ya que el teléfono del apartamento milanés seguía intervenido. Abu Omar se limitó a pedir el envío de 200 euros y una absoluta discreción.
El 1 y el 8 de mayo telefoneó a su amigo Mohamed Ridha, imán de una pequeña mezquita milanesa, y le relató su aventura. Le había secuestrado la CIA, le habían dado una paliza en la base militar de Aviano y al día siguiente había viajado en un pequeño avión civil a El Cairo, donde se hizo cargo de él la policía egipcia. Fue internado en la cárcel de Tora y sometido durante semanas a torturas que incluían descargas eléctricas y encierros en una cámara frigorífica. Según explicó a Ridha, apenas le interrogaron.
Pasó 14 meses en la cárcel de Tora. Cuando fue puesto en libertad escuchó una advertencia: debía decir que había abandonado Italia por voluntad propia y con un billete aéreo pagado de su propio bolsillo. El 12 de mayo de 2004, cuatro días después de hablar con el imán de Milán y de contárselo todo, agentes secretos egipcios le detuvieron de nuevo en la casa familiar de Alejandría donde se alojaba. Ahí se perdió definitivamente la pista.
ALEMANIA La pesadilla de un vendedor de coches en paro
Un vendedor de coches en paro alemán de origen libanés asegura que agentes estadounidenses lo secuestraron y lo llevaron a Afganistán, donde lo torturaron por confundirlo con un miembro de Al Qaeda. La fiscalía de Múnich investiga la historia de Jaled el Masri, de 41 años. Hasta ahora todo parece indicar que el secuestrado dice la verdad.
Según su versión, en enero de 2004 El Masri tomó un autobús con dirección a Skopje, la capital de Macedonia. En el puesto de control fronterizo entre Serbia y Macedonia, a El Masri, nacido en Líbano y residente en Alemania desde hace 20 años, le retuvieron el pasaporte alemán. Allí mismo le interrogaron sobre supuestos vínculos con Al Qaeda.
El fiscal que investiga el caso, Martin Hofmann, ha comprobado que, hasta este punto, el relato es cierto. El abogado de El Masri, Manfred Gnjidic, cree que el responsable del secuestro es el Gobierno de Estados Unidos y que a su cliente lo confundieron con un egipcio llamado Jalid al Masri. Este nombre aparece en un informe de la comisión estadounidense que investigó los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra el World Trade Center y el Pentágono.
La noche del secuestro llevaron a El Masri a un hotel en las afueras de Skopje, donde pasó 23 días sometido a interrogatorios. Le acusaban de llevar un pasaporte falso, de ser en realidad egipcio y de haber estado en un campo de entrenamiento de Al Qaeda en Jalalabad (Pakistán).
Después lo transportaron a Kabul en avión y, según publicó ayer el Diario de Mallorca, hizo escala en Palma. En Afganistán le recluyeron en una pequeña e inmunda celda. "Todo estaba sucio. En el suelo había una manta sucia y el agua para beber apestaba como la de una pecera", explicó El Masri a la prensa alemana.
Sus guardianes hablaban muy bien inglés con un acento que a él le pareció estadounidense. En los interrogatorios, hombres enmascarados vestidos de negro le gritaban: "¿Sabes dónde estás? Estás en un lugar donde no hay leyes. Nadie sabe que estás aquí. ¿Entiendes?" Le acusaban de haber llevado a Mohamed Atta al campo de entrenamiento donde Osama Bin Laden lo reclutó para sus atentados del 11-S.
Durante tres meses le interrogaron y torturaron. Un día vino a verle un hombre amable que se identificó como Sam y hablaba perfecto alemán. Sam lo llevó primero por aire y luego por tierra a un lugar donde lo soltaron cerca de un puesto fronterizo. Allí le devolvieron su documentación. Estaba en la frontera albanesa con Macedonia. Era el 29 de mayo de 2004, como lo prueba un sello albanés en su pasaporte.
Hasta donde ha podido investigar, el fiscal Hofmann no ha encontrado ningún dato que contradiga la versión de Jaled el Masri. Los resultados de los análisis de su pelo confirman que entre enero y mayo de 2004 estuvo en Afganistán. Hofmann cree que la historia es bastante verosímil: "No hay contradicciones y es improbable que se la haya inventado porque ha dado muchos detalles de fácil comprobación".
Ahora Hofmann depende de la ayuda que le brinden las autoridades judiciales de Estados Unidos y Macedonia para poder avanzar en la investigación. En las próximas semanas el fiscal emitirá un exhorto judicial a las autoridades de Justicia estadounidense y macedonia. Hofmann espera que le aporten más información sobre el caso.
En cuanto al misterioso Sam que lo liberó, los organismos de seguridad alemanes le han contestado al fiscal que no conocen a nadie que responda a esa descripción.
SUECIA Ola de críticas por dos detenciones inesperadas
La expulsión de dos egipcios asilados en Suecia sospechosos de terrorismo, que supuestamente fueron entregados en territorio sueco a agentes de la CIA y transportados a Egipto, suscitó una ola de críticas por parte de partidos políticos y de organizaciones de derechos humanos, tanto a nivel nacional como internacional. Amnistía Internacional ha condenado en dos informes anuales la actuación del Gobierno sueco, La organización Human Rights Watch ha exigido una investigación en la que participe también Naciones Unidas.
Los hechos ocurrieron el 18 de diciembre de 2001 cuando los ciudadanos egipcios Ahmed Agiza y Mohamed el Zari fueron detenidos por agentes de la policía de seguridad sueca (SÄPO) en la ciudades de Estocolmo y Karlstad, respectivamente. Ambos fueron trasladados después al aeropuerto de Bromma, en la capital, donde fueron entregados a agentes estadounidenses enmascarados que esperaban en un avión del Gobierno de su país.
La detención de los dos sospechosos se produjo en forma tranquila, inesperada para éstos: uno regresaba a casa de un curso de idioma sueco, el otro se encontraba en un comercio.
Cuando los familiares de los detenidos alertaron sobre la "desaparición", el asunto trascendió a la prensa y el programa televisivo Kalla Fakta, del Canal 4, privado, investigó el caso y emitió un programa que se transformó en una suerte de escándalo a medida que se fueron conociendo los pormenores. Los hechos fueron corroborados incluso por los agentes suecos de la policía de seguridad, por el actual jefe de ese organismo, Klas Bergenstrand -el jefe de SÄPO en el momento en que se produjeron los hechos era Jan Danielsson-, y por el Ombudsman de Justicia, que por propia iniciativa decidió investigar el asunto.
Los detenidos fueron entregados esposados de pies y manos. La primera medida de los agentes extranjeros fue cortarles la ropa y desnudarles, al tiempo que le introdujeron a cada uno un supositorio, presumiblemente con efectos narcóticos. A ambos se les colocó una venda en los ojos antes de emprender el vuelo hacia Egipto.
La participación de los agentes estadounidenses habría contado, según testimonios de la policía de seguridad, con el consentimiento de la entonces ministra de Asuntos Exteriores, Anna Lindh, posteriormente asesinada en una tienda céntrica de Estocolmo. El Gobierno lo ha desmentido: la versión oficial es que Lindh se enteró después de lo sucedido.
En Egipto los dos sospechosos fueron presuntamente torturados, y juzgados por un tribunal militar, que condenó a uno de ellos y liberó al otro. Según el diario Dagens Nyheter, el Gobierno sueco tuvo conocimiento de las torturas, pero las negó cuando fue consultado por el Comité de Naciones Unidas.
Posteriormente, en el debate parlamentario y en las reuniones con la prensa, la actual ministra de Exteriores, Laila Freidvald; el ministro de Justicia, Thomas Bodström, y la ministra de Migración, Barbro Holmberg, defendieron la actuación del Gobierno y afirmaron haber obtenido la promesa previa de las autoridades egipcias de que los detenidos no serían maltratados.
Cuando se comprobó que dicha promesa no había sido cumplida, el Ministerio de Exteriores sueco pidió explicaciones a su colega egipcio y le exigió además que aceptara una investigación por parte de la Comisión para los Derechos Humanos de Naciones Unidas. Según informó ayer un portavoz de la cancillería, Egipto se comprometió a dar explicaciones, pero todavía no ha dado a Suecia su versión de lo sucedido.
El episodio ha puesto en un serio aprieto al Gobierno del socialdemócrata Göran Persson, que se encuentra en uno de sus peores momentos en cuanto a apoyo ciudadano, según revelan los sondeos más recientes, aunque no necesariamente a causa de este episodio. Las críticas le han llovido al Ejecutivo desde todas las formaciones políticas, tanto las aliadas como las de oposición. El Centro Olof Palme también ha emitido una dura crítica al Gobierno.
Esta información ha sido elaborada por Enric González (Roma), Cecilia Fleta (Berlín) y Ricardo Moreno (Estocolmo).
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