"No descarto que yo fuese el verdadero objetivo"
El dolor del cuerpo no es nada. Es el "otro dolor" el que la mantiene despierta toda la noche en la cama del hospital. Giulinana Sgrena no asistirá hoy al funeral del agente Nicola Calipari: "No puedo andar, no me lo permiten por mi condición física, pero el recuerdo de lo que vivimos me acompañará siempre. Su muerte es muy difícil de superar, incluso más que el secuestro, que ahora parece lejano". ¿Qué pasó a la entrada del aeropuerto de Bagdad? Se queda pensativa y dice: "No puedo descartar que yo fuese el verdadero objetivo [del ataque]". Es un pensamiento terrorífico. La idea de que hubo mala intención, voluntad de deshacerse de un rehén incómodo, liberado gracias a una intermediación con los captores que los estadounidenses no aprobaban... Pero es un pensamiento, sólo un pensamiento. Mientras tanto, los medios de todo el mundo la llaman para que repita esa frase: "No descarto que yo fuese el objetivo". ¿Es esto lo que usted ha dicho? "Sí, esto es". Lo ha repetido en muchos idiomas y con la misma firmeza que ha anunciado: "No volveré más a Irak".
Pregunta. ¿Ahondará hasta dar con la verdad de lo que pasó?
Respuesta. No lo sé. Sólo sé que yo ayudaré a la viuda de Nicola a buscarla. Es un compromiso que he asumido. No se puede dejar de pensar en la muerte de un hombre en semejantes circunstancias, tras una lluvia de fuego que sobrevino de improviso en una zona que era considerada como segura. No se puede pasar página como si hubiese sido un incidente cualquiera. Eso no es aceptable.
P. ¿Sigue reviviendo la película de los hechos?
R. Sí, y me causa un gran dolor. Nicola entró en mi vida por una hora, poco más. Nunca lo había visto antes. Vino hacia mí sonriendo y me dijo: 'No tengas miedo, todo ha terminado'. Ya en el coche incluso nos reímos porque en el trayecto estuvimos a punto de tener un accidente por evitar un gran charco. Se creó un momento único de cercanía y afecto. Él estaba empeñado en salvarme y yo decidida a salvarme.
P. Los estadounidenses han argumentado que el coche iba a gran velocidad, que hubo un problema de comunicación porque eran italianos, que continuaron a pesar de que insistieron en dar el alto...
R. Nada de eso es verdad. Lo que sucedió fue algo tremendo y repentino. El coche fue acribillado súbitamente. Pero poco importa ahora cuántos proyectiles dispararon. Sólo digo esto: que si hubiese habido una auténtica lluvia de fuego nadie hubiese podido vivir para contarlo. En vez de eso, ni yo ni el agente que conducía el vehículo hemos muerto. Sólo puedo decir que estaba allí, cubierta de proyectiles, y a mi lado yacía el cuerpo de un hombre muerto. Todo esto en una zona considerada segura porque está próxima al aeropuerto.
© La Repubblica / EL PAÍS
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