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El legado de Juana de Vega, vigente en el bicentenario de su nacimiento

Exposiciones y publicaciones recuerdan la figura de la condesa de Espoz y Mina

Amelia Castilla

Hoy se conmemora el bicentenario del nacimiento de Juana de Vega (A Coruña 1805-1872), condesa de Espoz y Mina, una de las grandes memorialistas del XIX y una de las personas que sentaron las bases del liberalismo español. Como homenaje a una figura discreta pero fundamental en la historia de la lucha contra el absolutismo, a lo largo del año se preparan, entre otras iniciativas, exposiciones y nuevas ediciones, organizadas por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, en colaboración con la Xunta, el Congreso de los Diputados y el Instituto Cervantes.

Fue una adelantada a su época. Montaba a caballo, hablaba idiomas, escribía -de las primeras mujeres que redactaron sus propias memorias- y mantuvo amistad con personajes, Concepción Arenal o Mendizábal, pero Juana de Vega fue también, como algunas señoras de la época, una dama dedicada a engordar la figura de su marido, el general progresista Francisco Espoz y Mina.

La idea del historiador y periodista Antonio Durán, cordinador de todas las actividades del Año Juana de Vega, pasa por recuperar su figura. Durán anuncia que se avecinan unas jornadas ricas en descubrimientos, pues la propia Juan de Vega "jugó un poco a esconder muchas de las cosas que hacía". Como ejemplo cita los cinco volúmenes de memorias de su marido sobre los que muchos historiadores -"Basta una segunda lectura de los textos para darse cuenta"- coinciden en señalar que ella fue la autora real.

Una dama burguesa

La vida de Juana de Vera, una dama burguesa, bien podría denominarse como de película. Se casó a los 16 años con Espoz y Mina, cuando él era capitán general de Coruña. Fue un matrimonio de trato: ella ponía el dinero, y él, de origen campesino, una gran carrera, pero ya desde el principio la relación estuvo cargada de avatares. La boda tuvo que celebrarse por poderes. Tras ser tachado por Fernando VII de republicano, Espoz y Mina pierde la capitanía y acaba exilándose en Londres, donde fue recibido como un héroe. "Fue precisamente en esos años, entre 1824 y 1830, cuando se agiganta el personaje de Juana de Vera", cuenta Durán. "Se convierte en la secretaria particular y consejera de su marido. En el destierro, ella empezó a recolectar material y documentos históricos aprovechando que su casa se convirtió en lugar de peregrinación de los revolucionarios". La influencia de Juana fue haciéndose cada vez más grande. En la última etapa de la vida Espoz y Mina, que falleció en 1837 en Barcelona cuando era capitán general y procurador en Cortes, sufría fuertes dolores y apenas podía comer, pero su esposa se mantuvo a su lado en todo momento. Llegó, incluso, a participar en la guerra y los soldados la llamaban "la generala". Durante la regencia de Espartero, entró a trabajar al servicio de Isabel II como su aya, y como camarera mayor de 1841 a 1843, y fue durante esa época cuando escribió La historia interior de palacio. Depuesta de su cargo, regresa a Coruña, donde su influencia se hará notar en la vida social y política de la ciudad.

La celebración del Año Juana Vega incluye, entre otras, la celebración de una gran exposición virtual que se inaugura en agosto en Coruña y que posteriormente viajará a Lisboa, París, Londres, y posiblemente a Oporto. Se estudia también la reedición de sus memorias actualizadas y resumidas. El original y el escritorio sobre el que fueron redactadas se conserva en el Congreso de los Diputados, en la sala Mariana Pineda.

Un grabado que representa el rapto frustrado de la reina-niña en 1841. Juana de Vega, aya de Isabel II, a la izquierda.
Un grabado que representa el rapto frustrado de la reina-niña en 1841. Juana de Vega, aya de Isabel II, a la izquierda.

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