'Historia del corazón'
EL PAÍS ofrece mañana, lunes, por 1 euro, el libro de poemas de Vicente Aleixandre
Hemos pensado siempre que el gran poeta amoroso de la Generación del 27 es Pedro Salinas, pero yo propongo, con el libro que usted comprará este lunes junto al periódico, la siguiente prueba: leer los poemas 'Como el vilano', 'No queremos morir' y 'Ascensión del vivir', y dejarlos posarse un rato en la cabeza. Le seguiremos dando a Salinas lo que es de Salinas, pero Aleixandre, el gran visionario de lo paradisiaco, el autor de versos desbocadamente irracionalistas y profundamente reflexivos incomparables en la poesía española del siglo XX, saldrá del experimento como lo que también fue: un sosegado hombre de pasión, escritor de alguno de los mayores poemas de amor de nuestra lengua.
El primero de los tres poemas propuestos es el que abre Historia del corazón (obra publicada en 1954 pero escrita entre 1945 y 1953), y sus versos iniciales marcan una temperatura emocional permanente a lo largo de muchas páginas del libro: "Hermoso es el reino del amor, / pero triste es también". La exaltación y el decaimiento, la lucidez y los desvaríos, el paso a veces vertiginoso del arrebato al abandono son lugares comunes de los amantes y los poetas eróticos, pero Aleixandre, el temperamento menos barroco de toda la Andalucía poética, fue sinuoso y exuberante a lo largo de su trayectoria en las imágenes de la fugacidad amorosa: "El amante sabe que pasa, / que el amor mismo pasa", y que la persona amada "le ama / una hora, mientras otra hora sus ojos / leves discurren / en la nube falaz que pasa y se aleja". El amor sólo se reconoce pleno en la exageración, en el full time, y cuando no es así, el más enardecido de los dos reprocha: "Tuyo soy -dice el cuerpo armonioso-, / pero sólo un instante". Todo amor que no sea posesión constante de la pareja, que se haga a ratos vacante o ausente, resulta, para el enamorado fogoso que habla por boca de Aleixandre, indigno de la palabra amar. De modo que el o la amante capaces de distraerse, siquiera brevemente, del amor, son como el vilano, el nervioso pájaro rapaz comúnmente llamado milano: "Siempre leve, siempre aquí, siempre allí; siempre".
Pero el amor le debe una parte de su prestigio universal, de su ininterrumpida vigencia, a la rica complejidad de sus paradojas. Con una de las más frecuentes y crueles arranca Aleixandre el poema 'Otra no amo': "Tú, en cambio, sí que podrías quererme; / tú, a quien no amo". El desajuste de las frecuencias amorosas. "¡Cómo te olvido mientras te beso!". El tema amoroso de Historia del corazón ocupa los epígrafes 1º, 3º y 5º, y en este último hay, como en el primero, otros grandes poemas del amor o de su falta, de su final, de su pesar y su venganza, que todos esos sentimientos caben en la palabra. La idea exasperante de la fugacidad o distracción amorosa deja paso en este grupo de poemas a un registro más celebratorio, menos elegiaco. 'Ascensión del vivir' relata, con original estructura dialogada y narrativa, una subida al monte amoroso, un éxtasis; llegados a la cima, los amantes ya no ven picos escarpados ni barrancos, sino el sereno, amplio y silencioso "paisaje desplegado" ante su mirada. Y es que, pese a la incertidumbre de su durabilidad, "los amantes no tienen vocación de morir", escribe el poeta en otra de las grandes piezas de ese epígrafe 5º, 'No queremos morir', también audazmente dialogada. En este caso, prefigurando su extraordinaria poesía última de Poemas de la consumación y Diálogos del conocimiento, Aleixandre afronta de modo más afirmativo y hasta optimista la decadencia, la edad: "¡Cuántas veces me dices: 'No me recuerdes los años'! / Pero también me dices, en las horas del recogimiento y murmullo: / 'Sí, los años son tú, son tu amor. ¡Existimos!".
La singularidad e importancia de Historia del corazón se deben, sin embargo, a que, junto a la radiante voz amorosa, Aleixandre inaugura en las secciones 2ª y 4ª del libro una vía nueva en su corpus poético, marcada por el contexto histórico en que escribe y a la vez revolucionaria en términos expresivos. El poeta puro, el panteísta de un paraíso perdido, el amante pasional, dejan paso en piezas como 'En la plaza', 'El poeta canta por todos', 'La clase' o 'El niño raro' al escritor social y -diciéndolo en palabras de la época- comprometido. No se espere, con todo, encontrar en esos versos realismo social al uso, obrerismo literario ni asomos de la berza. La posición ética del futuro premio Nobel se condensa en una forma de escritura civil con "olor de existencia" pero ajena al adoctrinamiento o la simple mirada compasiva. Y la llamada poesía de la comunicación que dichos epígrafes de Historia del corazón inician (para desembocar después en libros plenamente adscritos a esa tendencia aleixandrina como En un vasto dominio y Retratos con nombre) tampoco olvida el diálogo consigo mismo, como queda claro en el que para mí constituye la pieza magistral del volumen aquí comentado: 'Al colegio', una delicada e irónica evocación infantil tan verídica como superrealista (a Aleixandre le gustaba llamar superrealismo al surrealismo).
Termino con versos de uno de los más citados y admirados poemas de Vicente Aleixandre, y quizá el más emotivo de todos los que escribió, 'En la plaza'. Viniendo de un miembro de la generación de la República, de una víctima viva de la Guerra Civil, de un exiliado en casa (durante muchos años de posguerra silenciado y menospreciado por el franquismo), la "bajada a la plaza" que preconiza resulta inconfundible, así como la búsqueda de los demás en esa masa o mar humano donde poder encontrar "el movimiento con el que el gran corazón de los hombres palpita extendido". Porque, señala el poeta: "No es bueno / quedarse en la orilla / como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca".
Babelia
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