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Reportaje:

Lula coloca a Brasil en posición de poder

El presidente ha establecido buenas relaciones con el Norte y el Sur, sin que cuenten las ideologías

Jorge Marirrodriga

São Paulo

Está a la cabeza de la integración de América del Sur pero rebaja el nivel de enfrentamiento con los países del norte rico. Alaba repetidamente en público al presidente argentino, Néstor Kirchner, y sus políticas, mientras las empresas argentinas se quejan de una competencia feroz por parte de Brasil. Pide la democratización del Consejo de Seguridad de la ONU y a la vez exige un puesto permanente en el ese consejo. Aparece como mediador en conflictos latinoamericanos y firma una alianza estratégica -venta de armas incluida- con la Venezuela de Hugo Chávez. Luiz Inácio Lula da Silva se ha destapado como un hábil diplomático, según unos, o como un político que trata de contentar a todos, según otros. En cualquier caso ha colocado a la diplomacia brasileña en una posición de preponderancia lejos de la incertidumbre y del posible radicalismo que se barajaban antes de su llegada al poder.

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Dentro de Brasil algunas voces advierten de que el mérito no es del presidente, sino de un eficaz servicio exterior. "Hay ciertas constantes en la política exterior brasileña y la práctica de su elaboración y ejecución viene de Itamaraty [sede del Ministerio de Exteriores]", apunta José Botafogo Gonçalves, presidente del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales, con sede en Río de Janeiro. "Sin perjuicio de que el presidente de la República sea el responsable de la conducción de la política externa, Itamaraty hace que dicha política sea interpretada más como una acción de Estado que de Gobierno".

Los apoyos de Lula a Chávez y al argentino Néstor Kirchner tanto en las relaciones bilaterales como en los foros internacionales han servido para acuñar la expresión "eje Buenos Aires-Brasilia-Caracas" como motor de la integración de Suramérica que capitanea el presidente brasileño. "El eje es un falso esquema que no corresponde a la realidad de las relaciones y desde un punto de vista político y estratégico no existe", asegura el presidente del CBRI. Botafogo Gonçalvez no se muestra excesivamente optimista por la luna de miel que atraviesan las relaciones entre Brasilia y Buenos Aires. "En general, las relaciones políticas entre Brasil y Argentina tienen altos y bajos sobre todo por razones de coyuntura comercial y económica". Los presidentes de Brasil, Argentina y Venezuela tienen planeado reunirse el próximo martes en Montevideo, después de que Tabaré Vázquez preste juramento como nuevo presidente de Uruguay.

En el otro extremo del eje planteado por Lula está Caracas. El presidente brasileño ha jugado desde el primer momento el papel de moderador ante Chávez, con quien se ha reunido 16 veces desde que accedió a la presidencia de Brasil. "Tenemos el objetivo de integrar América del Sur y esto exige mucha compresión con otros Gobiernos. No queremos crear diferencias entre los países sino superarlas", dice José Genoino, presidente del Partido de los Trabajadores (PT) al que pertenece Lula. Para Genoino la presencia de Chávez en el poder no supone ningún problema para la región. "Valoramos la celebración del plebiscito

[de revocación de Chávez que el presidente venezolano ganó] y la estabilización de Venezuela".

El Gobierno de Lula está estudiando la venta de 36 aviones de combate -24 Supertucanes y 12 AMX-T- a Venezuela, país que en el pasado adquirió a Rusia 100.000 rifles se asalto Kalashnikov, 33 helicópteros pesados de transporte y combate y está negociando la compra de 50 aviones Mig-29. El de Brasilia va mucho más allá de un mero gesto amistoso, ya que el rearmamento de Venezuela -sin una amenaza exterior clara más allá de las palabras de Chávez sobre una invasión por parte de EE UU- basta para desequilibrar la región. Por eso durante estos días, numerosos editorialistas y comentaristas brasileños han pedido al presidente que no venda armas a Venezuela. "La solución para América del Sur es democracia y nos preocupa la tentación de internacionalizar la crisis entre Venezuela y Colombia que puede desestabilizar América del Sur, pero a pesar de esto existe una cooperación efectiva con Caracas", destaca el presidente del PT. El apoyo a Venezuela se combina con una estrecha colaboración con Colombia no sólo en temas de control de narcotráfico. En enero Lula y el colombiano Álvaro Uribe acordaron poner en marcha un proyecto hidroeléctrico conjunto en la zona del Amazonas.

La estrategia exterior elaborada desde Itamaraty trata de no mostrar el acercamiento y apoyo a Chávez como un enfrentamiento con EE UU. "Una constante de la política exterior brasileña es la buena relación con los países del América del Norte. Podría decirse que el momento de mayor tensión con EE UU fue durante el régimen militar del presidente Geisel, cuando curiosamente los gobernantes de ambos países eran de derechas", apunta el presidente del CBRI. De hecho la secretaria de Estado de EE UU, Condoleezza Rice ha calificado a Lula y su discurso moderado como "un buen aliado", mientras tacha a Chávez de ser "una fuerza negativa".

La gran innovación en la política exterior de Lula es no incidir en el conflicto con los países ricos sino plantear otra concepción de las relaciones entre los países del hemisferio sur. Según Botafogo Gonçalves, "ha cambiado el concepto del diálogo Sur-Sur, que deja de ser una unión de países pobres para enfrentarse a los ricos y pasa a ser un reforzamiento de los países emergentes que tratan de sacar provecho de las potencialidades de los países desarrollados". La economía está respondiendo a este planteamiento. Brasil es el principal socio comercial del Mercosur, pero ha diversificado los mercados en los que actúa. El 59% de sus exportaciones van a EE UU, Argentina, China, Holanda, Alemania, México, Italia, Japón, Chile y Francia. En 2004 tuvo un superávit comercial de 8.237 millones de dólares. Entre sus principales productos destacan los materiales metalúrgicos y químicos, carnes, equipos mecánicos y productos de la minería.

Pero a pesar de las novedades hay una vieja aspiración brasileña que el presidente quiere ver cumplida en el plazo de tiempo más breve posible: la obtención de un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Y para lograrlo no le importa adoptar posturas enfrentadas a algunos de sus más estrechos aliados, como Argentina. Buenos Aires -apoyada por España- prefiere que existan más puestos rotatorios. "Sí, queremos un puesto permanente", subraya rotundo Jose Genoino, "y lo queremos para acabar el clima de la guerra fría porque hay que democratizar el Consejo de Seguridad".

Lula da Silva (izquierda), con el presidente del Partido de los Trabajadores de Brasil, José Genoino.
Lula da Silva (izquierda), con el presidente del Partido de los Trabajadores de Brasil, José Genoino.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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