Giralt Torrente novela el peso de la culpa en las relaciones familiares
'Los seres felices' trata del amor y la maldad en "una historia de personajes y de interiores"
Infamia es una palabra que aparece reiteradas veces hacia la mitad de Los seres felices (Anagrama), la nueva novela de Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968). Es una palabra dura que se suele aplicar cuando se habla de una guerra, de un caso de tortura, de un atentado terrorista... Y, sin embargo, Los seres felices es "una novela de personajes y de interiores" construida como una suerte de confesión que permite al autor indagar en el peso de la culpa en las relaciones familiares.
Marcos Giralt Torrente se sirve de un narrador en primera persona, un joven arquitecto que escribe para explicarse -explicar su pasado, justificar su presente- ante su pareja, una periodista que, aparentemente, le gana en estabilidad y definición de objetivos.
El relato, introspectivo y con frecuentes reflexiones acerca de la manera de narrar más adecuada, fluye en diversos tiempos y da cabida a distintos argumentos. El resultado es el retrato de "un narrador permanentemente amenazado" que se pregunta por el daño que nos infligimos los unos a los otros, de forma voluntaria o no, y por la responsabilidad que va implícita en el hecho de callar ante actos de injusticia de los que somos testigos. El narrador habla de su familia, del padre, la madre y el medio hermano, objeto de la infamia, y se pregunta por el eco del pasado en el presente.
"No puedo escribir de cosas que no me atañen, que no me afectan, lo que no quiere decir que la novela sea autobiográfica, sino que siempre trato de interrogarme por temas que no tengo resueltos como individuo", afirmó Giralt Torrente el pasado lunes en Barcelona. El de Los seres felices es un "dilema moral" relacionado con la maldad.
"Tendemos a pensar que el mal es ajeno a nosotros. O bien se sitúa en la esfera pública o, cuando lo situamos en la esfera privada, lo ligamos a algún tipo de perversión. Sin embargo, el mal puede estar en todos nosotros, un mal que puede surgir de forma espontánea, sin premeditación. En la novela me interrogo sobre si existe alguna diferencia entre hacer el mal de forma deliberada o hacerlo por dejación".
"La inseguridad, la traición, las relaciones de poder, la culpa, la violencia... forman parte de nuestra condición natural. El protagonista lo lleva todo al extremo, pero todos tenemos que vivir con ello", prosiguió el autor de París, premio Herralde de Novela de 1999.
Pero hay más. En Los seres felices -un título "irónico" que quiere subrayar que los personajes no son más infelices que cualquiera que lea la novela- hay también una indagación sobre "el compromiso, tanto en el amor romántico como en el amor filial": sobre el hecho de traer hijos al mundo y los motivos que mantienen a una pareja unida. Y sobre el "pacto" en que se basa toda relación familiar, cierta necesidad de no contar todo lo concerniente a uno y de no saberlo todo de los demás.
Aunque los del amor y las relaciones humanas sean temas universales, Giralt Torrente ha querido imprimir, explicó, un aliento "muy contemporáneo" a la novela a través de "las incertidumbres e inseguridad permanente" en que vive el protagonista. Arquitecto dedicado a hacer pequeños trabajos, el narrador vive al día; su mujer acaba de conseguir un contrato indefinido en el periódico para el cual trabaja. Esta provisionalidad es "una de las definiciones de la contemporaneidad", según el escritor: "Actualmente, hacer las cosas bien y seguir una buena educación no te garantiza la seguridad ni una vida digna".
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