"Lo nuevo es irrenunciable", afirma el filósofo Boris Groys
Boris Groys (Berlín, 1947), profesor de Filosofía y Teoría del Arte, comisario de exposiciones, teórico, crítico y ensayista, ha presentado en Arco su libro Sobre lo nuevo. Ensayo de una economía cultural (Pre-Textos), la primera de sus obras que se traduce al español. "Lo nuevo es inevitable e irrenunciable", declara el autor del estudio que revela las conexiones entre la economía y el sistema del arte, así como las estrategias culturales y económicas a las que tanto teóricos como artistas no pueden mantenerse ajenos.
El punto de partida para este lúcido y argumentado ensayo es la noción de lo nuevo y su intrínseca paradoja, ya que por un lado se le considera un adjetivo casi despreciativo, mientras que por otro "la exigencia de innovación es la única realidad que resulta expresada en la cultura". "La producción de lo nuevo es la única exigencia a la que todo el mundo debe someterse para encontrar en la cultura el reconocimiento al que aspira".
Las guerras
La introducción de las nuevas tecnologías en el mundo del arte añade un motivo de reflexión al tema, ya que al sustituir lo viejo con lo nuevo, se eliminan los espacios de comparación que nos permiten evaluar una obra. "La tecnología cambia la perspectiva y su relación con el arte es difícil y política".
Groys ha hablado más extensamente del uso artístico y político de las nuevas tecnologías de la imagen en la conferencia que impartió en el Foro Internacional de Expertos en Arco Contemporáneo, que se clausura mañana. La disertación se centró en el arte relacionado con las guerras contemporáneas y en su valor iconográfico comparado con las obras del pasado, como el Guernica de Picasso.
"Los actos de guerra y violencia coinciden con su representación. La fotografía y, sobre todo, el vídeo son los medios preferidos tanto por los artistas como por los agentes del terror. Osama Bin Laden puede ser considerado un videoartista y las imágenes de la cárcel de Abu Ghraib en Irak tienen una afinidad estética siniestra con la iconografía del arte subversivo de los años sesenta-setenta, aunque el objetivo es diametralmente opuesto", dijo Groys, apuntando que las imágenes de las torturas de prisioneros iraquíes, así como de las decapitaciones de rehenes se han convertido en iconos contemporáneos, pasando a formar parte del imaginario colectivo mucho más que cualquier obra de arte. "El artista usa los mismos medios que el terrorista, pero no puede competir con él en el ámbito del gesto radical. Hay una fascinación macabra en ambos lados de este frente invisible".
Babelia
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