Arrecia el debate sobre la triple vertiente cultural, comercial y lúdica de la feria
Un libro sobre su historia publicado por Arco y un seminario en el Macba abordan el tema
"El sistema del arte español gira en torno a Arco". Así de contundente concluye Juan Ignacio Ruiz López, galerista e historiador del arte, el libro Arco. Arte y mercado en la España democrática, que aborda de forma documentada la historia de la feria desde su creación en 1982 hasta 2001. "La gran paradoja de Arco es que es una feria de arte comercial que subsiste como evento mediático cultural y que ha difundido en la sociedad española una visión mercantilista y espectacular del arte", explica Alberto López Cuenca, director de un seminario en el Macba de Barcelona sobre la feria.
La coincidencia de la publicación del libro de Juan Ignacio Ruiz (Murcia, 1970), editado por Arco y que se presentará mañana en el marco de la feria, y del seminario Las nuevas relaciones entre arte y economía. Los mecanismos de mercantilización a partir de los ochenta a través de Arco, a cargo de Alberto López Cuenca (Nerja, Málaga, 1973), en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba), que tendrá su colofón con la visita que mañana realizarán a la feria los 57 matriculados en el curso, son ejemplos de cómo empiezan a aparecer análisis cada vez más documentados y críticos sobre la feria.
En los dos casos se trata de estudios que analizan el contexto político y económico en el que nació la feria y, pese a las coincidencias en los datos y de algunos análisis, hay divergencias respecto al balance de lo que ha significado para la recepción del arte contemporáneo en España. Para Ruiz, que participa en Arco con su galería T-20 de Murcia, el balance es positivo porque en un momento de páramo cultural en España fue el único referente en el que los jóvenes estudiantes podían conocer las nuevas tendencias internacionales y, además, ha servido para profesionalizar a las galerías y también asegurar la supervivencia del mercado. Para López Cuenca, el resultado es más discutible porque esta popularización ha conllevado una visión mercantilista del arte en la que se ha incitado al público a identificarlo como un bien de consumo.
Síntoma
"Arco es un síntoma de lo que viene pasando en la escena artística internacional desde los años setenta que, a su vez, es producto del tardocapitalismo que da paso a una industria dedicada a la producción a otra centrada en el ocio", indica López Cuenca. "La cultura deja de ser una herramienta de crítica simbólica y se transforma en mercancía". Arco, explica, no está sustentada en un coleccionismo real, y si bien en un primcipio formó parte de una estrategia política de renovación cultural en un momento de déficit de infraestructuras artísticas, ha continuado asumiendo un papel central que, a su juicio, debería estar ya en manos de los museos. "La cuestión es cómo se accede al arte, cómo se ve. El gran éxito mediático ha hecho que se identifique Arco con las últimas tendencias, pero no es exactamente así. Es un canal acotado y reduccionista porque, lógicamente, una feria no está destinada a mostrar las tendencias no comerciales sino las que se venden. Y lo lamentable es que hay muchas otras estrategias culturales interesantes que, sin embargo, no tienen el mismo impacto mediático. Se ha creado una confusión, un equívoco que favorece a la feria, pero el arte tiene una función social y política que no tiene relación directa con su valor en el mercado".
"Creo que para el público ha sido y sigue siendo un foco educativo importante ya que permite conocer qué es lo que está en el mercado", indica Juan Ignacio Ruiz, que considera que en España todo el sector gira en torno a la feria porque es el único punto de reunión de galeristas, artistas y críticos. "No creo que Arco sea culpable de la visión mercantilista del arte, esto es más un fenómeno mediático que de la propia feria, que siempre ha tenido esta doble vertiente comercial y cultural porque estratégicamente era la única salida posible". Según Ruiz, "el arte siempre se ha vendido, no conozco a ningún artista que no haya cobrado", añade, al tiempo que señala que el problema es que los medios se aprovechan del morbo añadido que para los interesados en el arte tiene conocer el precio de lo que les atrae y esto ha distorsionado la mirada. En su opinión, no hay duda de que Arco ha sido una plataforma y un trampolín para todo el sector porque ha creado nuevos coleccionistas, promovido el encuentro y la reunión de críticos nacionales e internacionales, facilitado el intercambio entre galerías y educado, aunque sea parcialmente, a un público que generalmente no frecuenta las galerías.
López Cuenca apoya a muchos galeristas que sistemáticamente han venido reclamando que Arco se convierta en lo que dice su nombre, estrictamente una feria comercial. Para Juan Ignacio Ruiz, ahora, posiblemente ya sería viable este sistema, aunque, afirma: "Es difícil que cambie porque es lo que la hace competitiva y, de hecho, ha sido un modelo imitado, aunque el esfuerzo y el énfasis tiene que hacerse en lo comercial".
Intensa historia
Las ferias de arte son un fenómeno relativamente reciente que nació como alternativa al formato de las bienales tradicionales y para ofrecer a las galerías un escaparate distinto a las exposiciones comisariadas. La primera fue la de Colonia, en 1967; la de Basilea, hoy la más potente, nació en 1970, y la Fiac de París la siguió en 1974. Arco nació en 1982, pero desde el primer momento combinó la vertiente comercial, en aquel momento muy escasa, con la cultural. Era el gancho para atraer a coleccionistas, galerías y al público. En esto último triunfó por encima de todo ya que los visitantes duplican o triplican, según los casos, a los de las antes citadas.
En sus comienzos, Arco era casi la única plataforma dedicada al arte contemporáneo en España, ya que no fue hasta años más tarde cuando nacieron el Reina Sofía (1986), el IVAM (1989), el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (1996) o el Guggenheim de Bilbao (1997), hasta llegar a los 160 centros de arte que ha contabilizado la feria este año.
La primera edición, dirigida por la galerista Juana de Aizpuru, contó con 90 galerías (28 extranjeras) y ocupó 5.000 metros cuadrados. Este año, con dirección desde 1987 de Rosina Gómez-Baeza, reúne a 289 galerías (203 extranjeras) y ocupa 22.860 metros cuadrados.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.