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Reportaje:BODA REAL EN INGLATERRA

La boda llega 35 años después

El príncipe Carlos y Camilla Parker Bowles mantienen una relación desde 1970, cuando se conocieron en un partido de polo

Camilla Parker Bowles no es una mujer popular entre una gran parte de los británicos, que siempre la han considerado responsable del fracaso del matrimonio entre Carlos de Inglaterra y Diana Spencer. Pero nadie le puede negar la constancia. Cuando el próximo 8 de abril se casen en el castillo de Windsor, Carlos y Camilla llevarán ya casi 35 años de relación. El secreto de su amor temprano y perenne quizás esté en los genes: sus bisabuelos, Eduardo VII y Alice Keppel, también fueron amantes hace ahora un siglo.

Carlos y Camilla se conocieron en 1970 durante un partido de polo. Su compartido gusto por la vida campestre y su amor por los caballos seguramente ayudó a abrir la espita de la pasión. Pronto se hicieron amantes, pese a los consejos contrarios que Carlos recibía desde los entresijos de palacio, alertados por la relación del heredero con una mujer algo mayor que él (ella nació el 17 de julio de 1947, hija de Bruce y Rosalind Shand; él vino al mundo el 14 de noviembre de 1948) y que ya entonces era cortejada por el que luego fue su marido, Andrew Parker Bowles. Pese a la pasión, no hubo pedida de mano, y Camilla se casó con Andrew.

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Los antiguos amantes mantuvieron el contacto y volvieron a ser muy cercanos a finales de los setenta. Tan cercanos que se dice que Camilla ayudó a Carlos a encontrar casa (la mansión de Highgrove, a una distancia convenientemente cercana a la de ella) y a encontrar esposa: la tímida Diana Spencer, con la que se casó en 1981.

El matrimonio de los príncipes de Gales empezó pronto a hacer aguas, en especial tras el nacimiento de su segundo hijo, Enrique, en 1984. Diana, celosa, interrogaba a los sirvientes por la amistad entre Carlos y Camilla, a la que llamaba Rottweiler. Señalada como "la otra mujer" por el biógrafo real Andrew Morton, Camilla se convirtió en la cabeza de turco cuando, en 1992, el matrimonio saltó por los aires. La difusión de una conversación privada entre los dos amantes, grabada seguramente tres años antes, les convirtió en culpables ante la opinión pública. Es la célebre cinta en la que Carlos le dice que le gustaría ser un Tampax para estar siempre dentro de ella. El nivel de intimidad y ardor del diálogo multiplica su repercusión.

En Diana: su verdadera historia, el libro de Morton, la princesa aparece como una mujer profundamente infeliz y con impulsos suicidas. A final de ese año, definido como "Annus Horribilis" por la reina Isabel, Carlos y Diana se separan. Dos años después, Carlos confirma en una entrevista que cometió adulterio, aunque asegura que el matrimonio ya estaba roto entonces. Ella da detalles en otra entrevista: "Éramos tres en nuestro matrimonio. Y eso es demasiada gente". La pareja se divorcia en agosto de 1996. El otoño anterior, Camilla se había divorciado también.

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Convertido en público y adúltero su amorío, empieza entonces la larga travesía del desierto para los dos amantes. Tras unos años en la penumbra, Camilla empieza su calculado regreso a la luz pública aceptando en abril de 1997 el patronazgo de la Sociedad Nacional de Osteoporosis, la cruel enfermedad que acabó con la vida de su madre. En julio, Carlos le ofrece una fiesta en Highgrove y la prensa publica la foto de su llegada. Pero unas semanas después, Diana de Gales muere en un dramático accidente en París junto a su amante, Dodi al Fayed, provocando una conmoción popular que rozó la histeria y reavivando la imagen de mujer fatal de Camilla.

Opinión pública

Desde entonces, se ha ido asentando ante la opinión pública como la pareja estable de Carlos. En octubre de 1998 coincidieron en una boda, aunque llegaron separados y no se dejaron fotografiar juntos. En enero de 1999, por fin se dejan fotografiar juntos a las puertas del hotel Ritz de Londres. En junio de 2000 la reina reconoce implícitamente la relación al asistir a un almuerzo por el cumpleaños del ex rey Constantino en el que también está presente la amante de su hijo.

Justo un año después la pareja se da su primer beso en público en una fiesta en Somerset House. Un mes después, Carlos da la primera señal pública de que planean casarse: "Nunca puedes estar seguro de nada. No lo sé; sólo creo que es importante, sobre todo a medida que te haces mayor, pensar acerca del próximo viaje que se aproxima", responde cuando le preguntan por ello en una entrevista.

En el verano de 2002, Camilla empieza a ser tratada como miembro de la familia al asistir al palco real en un concierto con motivo del 50º aniversario de la llegada al trono de Isabel II. Para entonces ya nadie duda de que habrá boda. La cuestión sólo era cuándo y en qué condiciones.

El príncipe de Gales y Camilla Parker Bowles, en 1975.
El príncipe de Gales y Camilla Parker Bowles, en 1975.CORDÓN PRESS

Un examen a la monarquía

La boda entre el príncipe Carlos y Camilla Parker Bowles es un examen a la estabilidad de la monarquía, que nunca estuvo tan cerca del precipicio como cuando el rey Eduardo VIII quiso en 1936 casarse con una norteamericana divorciada. La relación entre el rey y la multimillonaria Wallis Simpson, profundamente impopular, obligó a Eduardo a abdicar en su hermano, Jorge VI, y abandonar el país con el título de duque de Windsor.

Los tiempos han cambiado desde entonces, pero la profunda impopularidad que durante años ha generado Camilla Parker Bowles, responsabilizada por gran parte del público del fracaso del matrimonio entre Carlos y Diana, ha obligado a los Windsor a ser extraordinariamente prudentes. El propio Carlos nunca ha sido tampoco un heredero muy popular. Frente a la imagen de frialdad pero profesional eficiencia de la reina Isabel, él ha sido percibido como un personaje extraordinariamente distante, a menudo frívolo, y su capacidad como futuro monarca incluso cuestionada por muchos. Está muy extendida la teoría de que cuando muera su madre Carlos abdicará de inmediato en su hijo Guillermo.

Poco a poco, los británicos han ido aceptando la relación de hecho mantenida por Carlos y Camilla. La acusación popular ha ido moderando sus iniciales prejuicios contra ella: la mujer madura que arruinó la felicidad de la joven Diana empieza a ser vista como la representación misma de la fidelidad a un amor de juventud, alguien capaz de mantener su amor por Carlos a pesar de los pesares. El propio Carlos es visto como alguien capaz de amar, aunque fuera en su día incapaz de convertir ese amor en matrimonio.

Los sondeos son irregulares, pero la tendencia general apunta desde hace tiempo a que los británicos cada vez aceptaban más el papel de Camilla como pareja de Carlos, pero no le reconocen el derecho a convertirse en reina consorte llegado el momento.

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