La Tate Modern recupera el mundo herido que Beuys reflejó en su obra
La antológica recorre la trayectoria del artista a través de sus 'acciones', 'vitrinas' y 'ambientes'
El museo Tate Modern, de Londres, revisa la obra de Joseph Beuys (1921-1986) en una retrospectiva centrada en sus famosas y enigmáticas acciones, vitrinas y ambientes. El influyente artista alemán hizo de su vida un documento artístico y la lejanía de su muerte, en 1986, permite acercarse a su trabajo sin el bagaje simbólico que trasladaba con su presencia a sus instalaciones escultóricas. Ahí está de nuevo ese mundo herido que atrapó en su trabajo con la voluntad de reclamar que fuera atendido y curado. La exposición estará abierta al público desde hoy hasta el próximo 2 de mayo.
Recuperó el pasado histórico de Alemania como una forma de superar el nazismo
La Tate Modern de Londres dedica a Joseph Beuys la primera gran retrospectiva europea en una década. La oportunidad de hacerlo surgió a partir de una iniciativa de The Menil Collection, de Houston, Estados Unidos, que ha permitido al museo reunir en su sede del sur del Támesis conjuntos escultóricos fundamentales en la trayectoria del más influyente artista alemán de la posguerra. Desde su muerte, el 23 de enero de 1986, se han organizado importantes muestras itinerantes, como la titulada simplemente Joseph Beuys, que visitó el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid, en 1994. Pero la fragilidad de las obras y la particularísima idiosincrasia de su creador dificultan extraordinariamente el traslado y el montaje de las mismas.
Fue siempre el propio Beuys el que disponía sus esculturas en el espacio y establecía nuevas conexiones entre ellas cada vez que montaba de nuevo alguna de sus instalaciones. El museo Tate se ha centrado en esta antológica, por tanto, en trabajos definitivos o claramente documentados por el artista antes de morir, según explica su director general, Nicholas Serota, que ha ejercido de comisario de esta singular propuesta junto a Sean Rainbird.
Ambos distribuyen las obras seleccionadas en tres apartados: acciones, vitrinas y ambientes o grandes instalaciones escultóricas. Por acciones, Beuys se refería a las charlas, debates y experimentos que ensayaba frente a estudiantes y visitantes de galerías y museos. En Nueva York, en 1974, convivió en una jaula con un coyote durante una semana en una acción que tituló A mí me gusta América y yo gusto a América. Para Nicholas Serota, representa una vía para "explorar las relaciones entre el hombre y el animal; para discernir la frontera entre lo salvaje y lo domesticado". También puede entenderse como un diálogo entre la vida y la muerte, como una relación entre la herida y la salvación.
Daño y remedio. Joseph Beuys reconstruye en su obra un mundo herido que necesita ser atendido y curado. Recurre para ello a los materiales más simples: piedra o madera, representando la destrucción del hombre y la naturaleza; fieltro, como símbolo de calor; grasa animal o vegetal, como metáfora de la energía primaria.
En Londres se exhibe el conjunto escultórico que resulta más simbólico respecto a esta dicotomía, además de ser un trabajo fragilísimo que no salía de Alemania desde hace un par de décadas. Titulado Pack, está formado por una hilera de 24 trineos que acaban de ser desmontados de una vieja furgoneta. Cada trineo va equipado con una manta de fieltro, una linterna y un trozo de grasa. Son, en definitiva, las provisiones necesarias para sobrevivir ante cualquier calamidad.
Una sensación de tragedia emite también el campo de 31 vigas de piedra de basalto que configuran la instalación El fin del siglo XX, ejecutada entre 1982 y 1985, y propiedad hoy de la colección Tate. Evoca visiones apocalípticas de destrucción ecológica o también de un campo infernal en el que cuerpos humanos yacen desperdigados por el suelo. Un círculo protegido con fieltro se abre en cada piedra. El curandero Beuys ha intervenido en un intento por aportar bien entre tanto mal. Frente a esta instalación, Mark Rosenthal, comisario estadounidense de la exposición de The Menil Collection, recuerda una presentación que hizo de la misma su creador, y en la que comentó con una rotundidad indiscutible: "Estoy aquí para hablar de Alemania, la herida".
"Su obra trata de la muerte", comenta Rosenthal. "Es una historia de heridas y de curación". Beuys construyó una leyenda en torno a ambos conceptos que le ayudó a reconciliarse con su pasado militar en la Luftwaffe alemana durante la II Guerra Mundial. Solía contar cómo unos tártaros le salvaron la vida al caer bajo fuego enemigo sobre Crimea. Sus redentores embadurnaron con grasa animal sus quemaduras y cubrieron su piel con fieltros para sanar las heridas y mantenerle caliente. Hilos de verdad había en esta historia y, desde luego, ambos materiales estuvieron siempre presentes en su obra.
Joseph Beuys fue quizá el primer artista alemán en reivindicar el pasado histórico y folclórico de Alemania como vía para superar la herencia nazi. "No creía que los alemanes debían evadirse del pasado ni dejarse destruir por el mismo pasado. Su arte es en cierto modo profundamente nacionalista. Apoyándose en viejos mitos y símbolos, revivió el romanticismo de Caspar David Friedrich y de Richard Wagner, tradición teñida por el nazismo, pero Beuys le transmitió una nueva vitalidad para aquella generación de alemanes que habían sido niños durante o después de la guerra", explica Jonathan Jones en el diario The Guardian.
La Tate recupera también una versión de la instalación Estación de tranvía, que Beuys presentó en la Bienal de Venecia de 1976. Se remonta en ella a recuerdos infantiles de su lugar natal, Cleves, una población próxima a Düsseldorf. Para Jones, sin embargo, se trata de un emotivo monumento en memoria del Holocausto. "Beuys era un idealista. Su principal responsabilidad política era el arte. Creía que a través de sus obras podía curar a la sociedad; que podía, al menos simbólicamente, cambiar el mundo con el arte", dijo Mark Rosenthal.
Babelia
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