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Chillida-Leku resume el compromiso del artista con los derechos humanos

La muestra reúne litografías y aguafuertes

Maribel Marín Yarza

El escultor Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2000) fue un hombre parco en palabras, incluso con sus hijos, pero hay un mensaje que no se cansó de repetirles: "Hay que mantener siempre el nivel de dignidad un punto por encima del miedo". Él aplicó esta máxima en su contribución artística a la lucha por los derechos humanos, aun a riesgo de ser criticado. Una exposición muestra ahora en el Museo Chillida-Leku de Hernani esta faceta del artista.

A Chillida nunca le preocupó lo que pensaran de él, actuaba según le dictaba su conciencia. Por eso, lo mismo dedicó su esfuerzo y su tiempo a diseñar el emblema de las Gestoras Pro-Amnistía que donó una obra a Amnistía Internacional o participó en una campaña en favor de la liberación del industrial José María Aldaya, secuestrado por ETA en 1995. "Todo el mundo trató de encasillar a mi padre políticamente, pero él era absolutamente libre", sentenció ayer su hijo Ignacio, responsable del Departamento de Exposiciones y Obras del Chillida-Leku. "Se prestaba encantado a cualquier cosa, siempre y cuando le pareciera respetable".

La exposición, que se inauguró ayer en el caserío Zabalaga, la séptima que organiza el museo desde su inauguración, muestra precisamente esta faceta del artista, su dimensión más humana y comprometida, a través de una treintena de piezas. La mayoría, 19, son obras gráficas -litografías, serigrafías, aguafuertes y grabados- realizadas para organizaciones como Cruz Roja, Médicos del Mundo o Amnistía Internacional. Cada una está ligada a un artículo de la Declaración de los Derechos Humanos. Por ejemplo, junto a la serigrafía Tolerancia, de 1952, cuelga un cartel que alude al derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Y al lado del que realizó para el Instituto Vasco de la Mujer, Emakunde, otro que reivindica la igualdad de sexos.

"A mi padre le interesaron causas variadísimas", explicó Ignacio Chillida. "Pero hay algo de lo que hablaba siempre, de que todos los hombres somos hermanos, de que nuestra patria común es el horizonte. Mi padre buscaba siempre la unión entre la gente, no el enfrentamiento, y se sumaba a las causas que le parecían justas". De hecho, expresó por escrito esta reflexión que le llevó a proyectar su obra más ambiciosa en la montaña de Tindaya, en Fuerteventura. "Todos los hombres, seamos del país que seamos, de la raza o del color que seamos, debemos saber, porque se trata de una verdad muy grande, que somos hermanos. Es algo que no hay que olvidar, porque creo que es una posición que puede ayudar a la comprensión de los unos hacia los otros en el mundo".

La exposición, Para el hombre por los derechos humanos, que permanecerá abierta al público hasta el 30 de mayo, busca transmitir ese mensaje. Por eso, se han descartado para su exhibición las tradicionales manos que dibujaba el escultor con los puños cerrados. "Hemos buscado unas especiales, abiertas, precisamente para expresar esa idea de reunión entre la gente, de los derechos humanos, de la libertad".

La muestra, que se trasladará previsiblemente a Bruselas, incluye además la gravitación Solidaridad, realizada por el artista para la Comisión Española de Ayuda al Refugiado; un dibujo de tinta, actual logo del Comisariado Europeo para los Derechos Humanos, y la maqueta en yeso de la escultura Lugar de encuentros III, que hoy se encuentra en el lugar que Chillida escogió para ella en el Museo de Escultura al Aire Libre de Madrid. "Es un lugar de encuentros", dijo de ella en su día el escultor vasco, "crea espacios interiores donde la gente se puede meter y encontrarse". Nuevamente salió a la superficie su espíritu conciliador.

Ignacio Chillida, en la exposición <i>Para el hombre por los derechos humanos.</i>
Ignacio Chillida, en la exposición Para el hombre por los derechos humanos.JESÚS URIARTE
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