Informe para una Academia

Menudo revuelo se ha armado con la difusión de ese informe que la Academia del Cine elabora cada año sobre los desastres en taquilla de las películas españolas. No se entiende a qué viene divulgarlo, y con esas prisas, cuando la propia Academia reconoce que se trata de un informe incompleto al que aún le faltan los datos del último mes del año.

Y aún es más curioso que, siendo un informe negativo en el que se da cuenta de la pérdida de nada menos que de tres millones de espectadores, se haga público justo unos días antes de que se celebre la ceremonia de los premios Goya, que es la mejor promoción que tiene el cine español. Hay expectación ante el evento, incluso cierto morbo por conocer el resultado de un año tan reñido. Probablemente habrá emoción, sorpresas, se derrocharán chistes, y se nos invitará de nuevo a ver películas españolas... ¿A qué viene, pues, este catastrofismo oficial?

Esta piedra que la Academia ha lanzado sobre su propio tejado ha sido recibida con regocijo por columnistas que están al quite para insistir en lo que consideran subvenciones de compadreo, compensaciones por el "No a la guerra" y otros tópicos perversos. Parece que incluso alguno ha llegado a inventarse desvariadas declaraciones de un alto cargo de la Academia, según las cuales la culpa de este descenso de espectadores ha sido el incumplimiento de las expectativas comerciales de La mala educación, cuando precisamente ésta ha sido una de las películas de mayor éxito en taquilla. ¿Qué responsabilidad puede entonces recaer en el resto de las más de cien películas que se han rodado durante el año? Por si fuera poco, algún político de la oposición ha exigido la comparecencia parlamentaria de Carmen Calvo, como si el ministerio determinara el talento de los cineastas o como si el resultado de este año no correspondiera a ayudas del Gobierno anterior. Cuánto disparate.

Otros columnistas han tratado de entender a su modo las razones de ese descenso de espectadores: "Sólo hay una manera de concurrir (con el cine de espectáculo), y es con un cine de ideas con el que uno pueda identificarse", pero "lo malo es que estas películas españolas en las que nos podemos inmiscuir no abundan; son en el mejor de los casos domésticas, y en el peor, de una comicidad burda". Es decir, que hay abundancia de películas españolas que, simplemente, son malas. Como en todos los lugares donde se cuecen habas.

Por su parte, el presidente de los productores ha contraatacado con rapidez: "Éste ha sido", dice, "el año de mayor reconocimiento internacional del cine español", y se pregunta de dónde ha salido ese otro dato de que un 50% de los españoles ha dicho "no al cine español": "Hay que ser un poquito más rigurosos. Me quejo de que se utilicen datos sin el rigor necesario", declaró. Y el nuevo director general de Cine, Fernando Lara, ha recordado que películas como El verdugo o El espíritu de la colmena no fueron en su día éxitos de taquilla, y que, sin embargo, "han quedado para la Historia".

Este revuelo se produce el año en que Almodóvar inauguró Cannes, Amenábar conquistó Venecia, y al mismo tiempo que Hollywood anuncia que por primera vez el cine español ha obtenido tres nominaciones a los Oscar...