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DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Columna
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Tonterias de destruccion masiva

Los católicos detestan la homosexualidad, aunque muchos la practican, mientras que la vanguardia de los neocon del imperio americano, su ejército, no tiene escrúpulos en diseñar entretenidas armas que la fomentarían

Sexo bomba

Parece que entre otros proyectos de armas de destrucción masiva, Estados Unidos tenía un plan para desarrollar una especie de bomba erótica que producía un frenético deseo homosexual a quien le caía encima. No está demostrado que llegaran a hacerse pruebas en California, pero no he leído en ningún sitio que los obispos, solos o en compañía de su conferencia episcopal, hayan levantado la voz en protesta por la perversidad de ocurrencias semejantes. Tampoco conviene descartar así como así que las últimas declaraciones de Fraga Iribarne sobre la orientación sexual y los derechos de las personas que la ostentan, asunto que parece ser una de su mayores preocupaciones, sea una consecuencia hasta ahora inadvertida de su baño sin condón en aguas de Palomares, ni que secretas intenciones abrigaría el ejército estadounidense al dejar caer ese tipo de armamento en la vertical de Almería.

Echando humo

Durante mucho tiempo, el pitillo era un artículo de primera necesidad, y basta con reparar en que ha sido lo primero en facilitar por familiares y amigos a los que tienen la mala cabeza de caer presos o lo último en consumir por multitud de condenados a muerte. No hay duda de que el tabaco puede matar a largo plazo, pero es que, además su combustión resulta bastante molesta a quienes prefieren abstenerse de fumar. En principio, el alcohol no mata a los abstemios, salvo que sean arrollados por un conductor borracho y aunque juegue un papel de cierta importancia como generador de violencia doméstica, y tampoco se introduce sin desearlo en los pulmones de quienes prefieren no beberlo. No fumar en lugares públicos no es sólo una medida higiénica de primera necesidad, ya que también puede llevar a los que obran tan cuerdamente a abandonar, para su beneficio, un hábito ciertamente arriesgado.

Una lectura moral

Lo aborrecible de Don Quijote tiene poco que ver con Cervantes y mucho con los rudimentos de una detestable educación escolar. Pocos libros hay más divertidos (y más encuadernados en piel, cabe decir), y a pocos se les ha hecho tan aburrido, hasta hacerlo pasar por una especie de colección de consejas donde en cada episodio se encontraba el pretexto para ensalzar o desdeñar los aspectos más notorios de la moralidad de conductas y costumbres, por algo así como un recetario temible y complementario, durante un tiempo, con los consejos radiofónicos de una doña Elena Francis con más labia. Nada, entonces, sobre su fascinación narrativa, el rigor de una composición estilística que de lejos parece arbitraria para deslumbrar desde cerca. Aquella moralidad como expedida en tétricos fascículos no era Cervantes sino su caricatura interesada. El interés de demostrar que ya Cervantes pensaba como los que tan mal lo enseñaban.

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Otro coche bomba

Se supone que cuando Ibarretxe se refiere a los vascos excluye de entre ellos a Mayor Oreja o a Iturgaitz, En realidad, quiere decir los nacionalistas vascos, los militantes nacionalistas vascos. Un colorista abanico de posiciones que va desde el PNV hasta ETA, pasando por EA y lo que queda de los taimados butaneros de Batasuna. ¿Puede proponer su famoso Plan sin la existencia de ETA? Puede, pero no lo haría porque no sería necesario. No pretende tanto desactivar a ETA como sugerir que podría estar en condiciones de hacerlo si obtuviera una soberanía a medio camino entre la autodeterminación y la independencia. Hace trampa al identificar lo vasco con el partido que dirige, porque incluso allí todo está más repartido. En cuanto a negociar con los violentos, parece problemático tomar café con quienes celebran con champán untado de caviar la muerte de tantas víctimas inocentes.

Beatería

Releyendo el cuento Reunión, donde Julio Cortázar recrea en su ficción propia la leyenda del desembarco de Fidel Castro y los suyos en la costa oriental de Cuba para iniciar la guerrilla en Sierra Maestra, llaman la atención una cierta disposición adolescente en el estilo y una beatería de sacristía progre que convierte a los protagonistas en algo muy cercano a los santos laicos. No es preciso insistir en cómo ha terminado todo aquello, porque sus iniciadores no deseaban una deriva tan desastrosa, pero habría que sugerir que las babas del diablo asoman donde menos te lo esperas. Y que esa beatería inicial, tan de niño bien criado, debería haberse tomado un respiro de unos cuantos años antes de manifestarse en todo su esplendor. ¿La literatura comprometida? Lean al Bryce Echenique de No me esperen en abril para saber cómo se las gastan los hermanos Castro Ruz en la intimidad. Y ante testigos. Testosterona en estado puro.

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