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Reportaje:LA INMIGRACIÓN POR DISTRITOS | Moratalaz

Los extranjeros más discretos

Los primeros chilenos llegados al distrito huyendo de la dictadura ayudan a quienes vienen ahora a buscar trabajo

Oriol Güell

Por su acento cercano al canario o por escaso afán de protagonismo, los 4.750 chilenos que viven en Madrid pasan inadvertidos en comparación con los ciudadanos de otras nacionalidades. En algunos casos esta aparente discreción tiene una explicación estadística: en Madrid, por cada chileno hay 30 ecuatorianos. En otros, es una cuestión de talante. En la capital hay el doble de argentinos que chilenos, aunque en ocasiones pudiera parecer que son diez veces más.

"Muchas veces me han preguntado si soy canaria o andaluza", afirma Marta Baldín, de 58 años. "Es cierto que los chilenos podemos parecer más discretos. A un chileno no lo distingues de un español por su aspecto. Si cuando habla, tampoco se le reconoce un acento definido, entonces no se le asocia a un país concreto", añade su esposo, Danilo Aravena, sociólogo.

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Una decena de chilenos, reunidos en una cafetería de la calle de Hacienda de Pavones, ilustraba en la mañana de ayer lo que ha sido la inmigración desde su país a España en los últimos 30 años. Los mayores rondan los 60 años y llegaron a España en los años setenta huyendo de la represión que siguió al golpe de Estado de Augusto Pinochet.

Quienes superan por poco los cuarenta llegaron en los ochenta y los noventa, "buscando la libertad, cansados de crecer en un país asustado por lo que se decía en público", afirma Fernanda Morán, de 45 años, escritora y traductora. Los más jóvenes, como Gustavo Garín, de 29 años, tres meses en Madrid, vienen "a buscar trabajo", afirma. "Los que llegan ahora componen la primera migración chilena propiamente económica. Antes veníamos por razones políticas o atraídos por España y Europa", explica Aravena.

"La imagen que se tiene de Chile es de estabilidad económica, sobre todo si se compara con los países vecinos. Pero eso se refiere a datos macroeconómicos. La realidad, con el modelo liberal impuesto por la dictadura y Estados Unidos, es mucho más cruda. Los salarios allí son muy bajos y las oportunidades, escasas", explica el actor titiritero Jaime Morán, de 65 años.

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Los chilenos, como Gustavo Garín, que vienen ahora a España a buscar trabajo disfrutan de la red social tejida y compuesta por sus compatriotas llegados en los últimos 30 años. Una red que permite su discreta integración en la sociedad madrileña.

Además, los nacionales del país andino disfrutan de una formación, en muchos casos incluso universitaria, y un perfil profesional más cualificado que los inmigrantes procedentes de países como Ecuador o Colombia. "Muchos chilenos vienen con la idea de formarse en estudios de posgrado. Luego valoran si regresan o no", comenta Aravena. Esto, añade Garín, no les libera de la dificultad de obtener los permisos de residencia o de trabajo.

Moratalaz acoge una comunidad de un centenar de chilenos cuyo origen se remonta a los años setenta, cuando los primeros exiliados llegaron a un distrito que entonces aún estaba en formación. "Los que primero nos quedamos hemos sido el polo de atracción para los que han ido llegando luego", explica Reynella Sepúlveda.

El reto para este colectivo es "reforzar el asociacionismo, algo en lo que los chilenos no hemos incidido mucho". "El chileno más bien se dispersa, se integra en la sociedad a la que llega sin formar guetos ni grupos cerrados", añade Sepúlveda. Testigos de la llegada masiva de inmigrantes en los últimos años, este grupo de chilenos discrepa sobre la acogida dispensada por los madrileños a los extranjeros. Unos destacan "el calor y buen talante" que han disfrutado, mientras para otros "en los demás países de Europa al inmigrante se le recibe con cursos de orientación profesional, con medios para acelerar su integración, algo en lo que España ha reaccionado tarde".

La más veterana del grupo es Eliana Herrera, de 75 años. Llegó a Madrid en los años sesenta. "Entonces eran otros tiempos. Yo vine por amor", afirma con su esposo, el extremeño Antonio, a su lado.

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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