Un idioma para vivir
Más de 120 extranjeros acuden al Centro de Educación de Adultos para que el español deje de ser un obstáculo en su integración
El distrito de Moratalaz es, por el momento, la última etapa de un viaje personal que empezaron en la India, Irán, Marruecos, Polonia, Ucrania, Bulgaria y Bélgica. Su acento y sus expresiones suenan tan distintos como lo es el color de su piel, del pelo o de la mirada. Alguno, como la polaca Ewa, de 34 años, es una pequeña empresaria, mientras la ucrania Yuliya, de 24, estudia para ser azafata; el marroquí Redoune, de 28, anhela un trabajo, y Karuna, de la India y 24 años, parece no tener prisa tras haberse casado en Madrid con un compatriota nacido en España.
Por país de origen, por nivel de formación y por ambiciones profesionales son distintos, pero todos ellos confluyen cada martes, jueves y viernes en el Centro de Educación para Adultos de la Comunidad de Madrid en Moratalaz. Aquí, como hicieron el pasado jueves, un día frío y gris en la capital, llenan el aula ocho del centro para enfrentarse al que, coinciden todos, es uno de los mayores obstáculos para sentirse como un vecino más de Madrid: el español. Su profesor es Isaac, madrileño de 61 años, con 40 de experiencia en el mundo educativo y seis en Moratalaz.
"No encuentro trabajo porque hablo mal el idioma. De momento, hablar inglés, francés, holandés y alemán no me ha servido de mucho", explica Jan, un belga de 40 años al que "una madrileña conocida en el camino de Santiago" le decidió a probar suerte en España hace dos.
Para Redoune y Hasan, de Marruecos, el idioma es también una barrera para acceder al mercado laboral, desde hace más de un año su principal objetivo, al igual que para Mojgan, matemática y experta en ordenadores en Teherán (Irán), pero a la que le está costando en los dos años que lleva en España conseguir un trabajo. "Si hay un español que aspira al mismo empleo, se lo dan a él", explica con aceptada resignación.
"Los extranjeros de Suramérica lo tienen más fácil porque ya hablan español", añade Renata, de Polonia y estudiante. "Sí, pero se conforman con trabajos menos especializados", añade otro. La formación de la que parten la mayoría de los alumnos de español de la clase, coinciden, "es mayor" que la de la mayoría de los inmigrantes ecuatorianos, peruanos o colombianos, los tres colectivos más presentes en el distrito de Moratalaz.
El idioma, sin embargo, no es sólo una barrera para trabajar, sino también para hacer amigos españoles. Todos ellos coinciden en que de momento tienen muy pocos. "Es más fácil hacer amigos extranjeros", explica el búlgaro Lyubomir. "Tenemos problemas parecidos y nuestra situación es similar", añade.
Los españoles "son un poco distantes al principio, pero luego sí muestran interés cuando intentas hablar con ellos en su idioma", explica Renata. De España y Madrid destacan que "se vive bien". "La comida, las fiestas, el clima. Hay un buen ambiente y alegría para vivir", coinciden casi todos en el aula.
Ninguno manifiesta intención de volver a su país en breve. "No lo tengo decidido, no lo sé, ya veremos...", duda la mitad de la clase. La otra mitad quiere quedarse. "A Marruecos, un mes cada año en vacaciones. Yo me quiero quedar aquí", coinciden los dos marroquíes, Hasan y Redoune. "Yo ya me siento medio española. En Polonia me quedan pocas cosas", afirma Ewa, que lleva un pequeño negocio de obras, reformas y restauración de muebles.
El Centro de Educación de Adultos de Moratalaz lleva más de dos décadas formando a los vecinos del distrito. La llegada de miles de ciudadanos extranjeros en los últimos años, sin embargo, le ha obligado a adaptar su oferta educativa. "Los primeros cursos de español para extranjeros empezaron hace siete u ocho años, pero desde hace cuatro apostamos fuerte por ellos porque vimos que eran muy necesarios", explica Luis Díaz, director del centro.
En turnos de mañana y tarde, más de 120 extranjeros acuden a sus aulas para hacer del español una ayuda, y no un obstáculo, para su integración.
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