El guerrillero romántico
Es probable que un guerrillero social como él no quiera reconocerlo, pero Ken Loach ha construido la película más romántica de su carrera. El cuchillo con el que suele utilizar sus críticas a la comunidad sigue estando tan afilado como siempre, pero, como dice el título original de su nueva obra (Ae fond kiss...), lo utiliza de un modo más cariñoso. En Sólo un beso, Premio del Público en la pasada edición de la Seminci de Valladolid, el director británico arremete contra la intolerancia religiosa que interfiere en los asuntos del amor, a través del romance entre una irlandesa católica y un británico musulmán de origen paquistaní.
Hay que rebuscar mucho en la filmografía de Loach para encontrar una película tan romántica y con tantos elementos de melodrama. Y es en la trama amorosa de Mi nombre es Joe, que sin embargo se veía zanjada por un tobogán dramático difícil de superar en cuanto a dureza, donde mejor pueden encontrarse las señas de identidad de Sólo un beso. En diversas ocasiones, Loach se ha sentido muy cómodo ofreciendo una crueldad vital tras otra y dando rienda suelta a la sequedad del drama más insoportable (por ejemplo, en Ladybird, ladybird). En cambio, casi siempre ha huido de las secuencias donde la ternura y la delicadeza entre una pareja funcionaran como elementos dominantes. En Sólo un beso han cambiado las tornas y no ha dudado en regodearse en las miradas, en las sonrisas, en el cariño de un par de personas encantadas de desearse.
SÓLO UN BESO
Dirección: Ken Loach. Intérpretes: Eva Birthistle, Atta Yaqub, Ahmad Riaz, Shamshad Akhtar. Género: melodrama. RU / España, 2004. Duración: 104 minutos.
Personaje femenino
De nuevo con guión de Paul Laverty, que ha escrito todos sus filmes desde La canción de Carla, la nueva obra de Loach sólo chirría en un par de secuencias. La conversación de la chica con el cura del colegio donde trabaja, quizá demasiado vehemente y con un trazo algo grueso. Y la secuencia en que la mujer le pide al novio que no vaya a una cita clave para su futuro profesional porque le necesita a su lado en ese instante. Ese personaje femenino, trazado hasta ese momento con pulcritud, tiene el sentido común por bandera y Laverty se olvida de ello sólo porque lo necesita como truco de guión.
Por lo demás, Loach y Laverty cuentan de forma primorosa el proceso de enamoramiento de la pareja, su química y la intolerancia del círculo familiar de él y del círculo profesional de ella. Es probable que Atta Yaqub sea bastante más atractivo que buen actor, pero la desconocida Eva Birthistle es un magnífico descubrimiento, una actriz capaz de resultar una madura mujer y una ilusionada jovencita en una misma secuencia. Todo ello con los habituales toques de sorna en el cine de Loach, que desengrasan y ofrecen cierto relajo ante tanta desfachatez mental anclada en el pasado.
Babelia
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