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Columna
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Cornford y Fox en Lopera

Con Internet queda ya abolido de una vez por todas el espacio. Gracias al genial invento me entero, por un reportaje de Ginés Donaire en estas páginas, de que se acaba de abrir en la localidad jiennense de Lopera -concretamente en el castillo medieval de la Orden de Calatrava- un museo dedicado a la Guerra Civil. Museo protagonizado por una maqueta que reproduce, a escala, el cruel enfrentamiento que tuvo lugar, durante la Navidad de 1936, en dicho municipio, entonces línea de frente entre nacionales y republicanos. En la batalla, considerada como una de la más sangrientas de la contienda, murieron medio millar de hombres, entre ellos dos escritores ingleses que luchaban con las Brigadas Internacionales: el joven poeta John Cornford y Ralph Winston Fox.

Cornford, de una distinguida familia intelectual (su padre era catedrático en Cambridge), había ingresado en el Partido Comunista a los diecisiete años y era fervoroso partidario de la literatura comprometida ("la fe y el verso en un solo acto", dice José Ángel Valente en su elegía John Cornford 1936). Cuando empezó la guerra española el joven poeta estaba de vacaciones en Francia. No dudó un momento. Cruzó la frontera el 8 de agosto y fue tal vez el primer británico en unirse a las fuerzas republicanas. Tras unos días en Barcelona marchó a Aragón con las milicias del POUM. Luego, después de reclutar para la causa a un grupo de amigos en Inglaterra, estuvo en la defensa de Madrid. Y, acto final, el 28 de diciembre: su encuentro con la muerte -acaecida al día siguiente de cumplir los veintiún años- en Lopera. Unos pocos días antes había dedicado un conmovedor poema a su amante, Margot Heinemann, que termina (en traducción de José Agustín Goytisolo): "Y si la suerte acaba con mi vida/dentro de una fosa mal cavada,/acuérdate de toda nuestra dicha;/no olvides que yo te amaba".

La obra de John Cornford, apenas iniciada -y para la cual la guerra en España sirvió como acicate-, es hoy mucho más conocida que la de Ralph Fox, su compañero de infortunio, que tenía treinta y seis años cuando fue abatido por el fuego enemigo. Claro, los versos llegan -sobre todo cuando están tan cargados de emoción como los de Cornford- allí donde no tienen acceso librotes sobre el comunismo, la lucha de clases en Inglaterra y la política colonial del Imperio, novelas para el disfrute de jóvenes socialistas o una biografía de Lenin, además ya superada por otras más recientes. He buscado los títulos de Fox en el estupendo catálogo informatizado de la hoy llamada British Library (antes British Museum) y allí no he encontrado referencia alguna a que fuera, como se ha dicho, poeta. Hay un retrato suyo en la National Gallery de Londres, que poco dirá a la mayoría. Es triste. Aquel hombre, si no hubiera venido a España a luchar por sus ideales, sería hoy tal vez un escritor reconocido en vez de, casi, otro olvidado de la guerra. Pero sólo casi, gracias a Lopera, que ha tenido el magnífico detalle de levantar un monumento a Fox y Cornford en su Jardín del Pilar Viejo. Lejos en estos momentos de Andalucía me entero de todo ello por Internet. Y resuelvo hacer cuanto antes una visita, ya nada "virtual", al noroeste de Jaén.

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