La novela exótica de Amélie
Amélie Nothomb publicó su primera novela hace 14 años, y desde entonces sus libros, uno al año, tienen ventas millonarias. Su niñez en Japón marca la trayectoria, un tanto autobiográfica, de esta joven belga de 37 años que publica en español su última obra, 'Antichrista'.
Amélie Nothomb nace en Kobe (Japón) en 1967. Ese dato no es baladí, pues Amélie no viajará a la Bélgica de sus padres hasta una vez cumplidos los 17 años. Los cinco primeros de su vida transcurren ahí, en la ciudad japonesa de Kobe, donde su padre, diplomático, ha logrado tal grado de integración en la vida local que actúa profesionalmente en el teatro nô [una forma de teatro que tiene su origen en ritos sintoístas]. Pero a papá le nombran embajador, y tras Japón se suceden China, Nueva York, Bangladesh y Laos. La infancia de Amélie transcurre al lado de su hermana Juliette y, en buena parte, junto a su adorada niñera japonesa. La adolescencia le sume en una grave crisis que se materializa en dos años de anorexia: Amélie no quiere abandonar el paraíso irresponsable de la niñez, vive como un castigo la transformación de su cuerpo y, cuando por fin desembarca en Bruselas para incorporarse a la universidad, tiene como único horizonte vital "el terminar los estudios cuanto antes para poder volver a ser japonesa".
Hoy, los libros de Amélie Nothomb están traducidos a 37 idiomas, varios de ellos han sido convertidos en obras de teatro y uno llevado al cine. Hace 14 años, Amélie Nothomb publicó su primera novela, y desde entonces, cada primero de septiembre, con la regularidad de un metrónomo, un nuevo libro de Nothomb ocupa la rentrée literaria en Francia. De Higiene del asesino (1992) vendió 550.000 ejemplares; de El sabotaje amoroso (1993), 450.000; de Estupor y temblores (1999), más de un millón, mientras que de Antichrista (2003), que ahora aparece en español, las cifras francesas actuales están por encima de los 250.000. En Antichrista asistimos a un enfrentamiento entre Blanche, una adolescente que se siente ignorada por los demás y en guerra con su aspecto físico, y Christa, la muchacha a la que todo el mundo admira. "El personaje de Blanche soy yo, eso no es ningún misterio. Como en todos mis libros, hay componentes de carácter autobiográfico, pero es una ficción. En cualquier caso, el mundo está lleno de Blanches, pues son muchas las lectoras -y lectores- que me han escrito para explicarme que habían vivido una experiencia semejante, pero sólo he recibido una carta de alguien que se identifica con Christa. También es cierto que las personas que cometen maldades, raramente se sienten concernidas cuando se les habla de ello. Los auténticos culpables siempre se creen impunes".
En la novela, Christa es una mitómana que explota el sentimiento de culpa de los demás y abusa de todos los traumas adolescentes. "Se presenta como procedente de las llamadas clases sociales desfavorecidas, lo que hace que todo el mundo admire mucho más su trayectoria escolar. El ser de origen pobre le permite crear en los demás la sensación constante de que están en deuda con ella. En Bruselas conocí varios casos parecidos: bastaba con vivir un poco lejos de la ciudad para poder inventarse una biografía repleta de privaciones y esfuerzo personal que nosotros, inocentes, nos tragábamos sin que se nos ocurriera que podían estar mintiéndonos, y sobre todo sin tener en consideración que el sufrimiento humano puede ser independiente del origen social".
Amélie Nothomb es muy cuidadosa con el lenguaje que emplea, y pone de relieve la hipocresía del idioma que se utiliza en los medios de comunicación, como hablar de barrios sensibles en vez de suburbios peligrosos o de jóvenes en vez de gamberros o delincuentes. "En el lenguaje hay mala fe, hay gente que explota el idioma, y es muy irritante cuando sabes todo lo que se oculta detrás de ello. Creo que parte del éxito de Antichrista reposa en el hecho de que Blanche no es ninguna delincuente, de que no por el mero hecho de ser una joven que no acaba de dejar de ser adolescente tiene que embarcarse en actos de delincuencia. Simplemente, es alguien que aún no se ha reconciliado con su aspecto".
El físico de la escritora (pelo negro y ojos azules) sin duda ha contribuido a su popularidad. Viste casi siempre con faldas largas negras, chalecos y gruesas botas de estilo grunge; en la cabeza luce a menudo sombreros del afamado modista belga Elvis Pompilio, y cubre sus manos con mitones oscuros. Si hubiera que relacionarla con una tribu urbana sería con los góticos, pero es más fácil pensar que se trata de una bruja buena y simpática, que habla y escribe con extraordinaria precisión. "Me gusta el lenguaje fuerte, potente, que no sea confuso. Para lograrlo reinyecto fuerza en los verbos, que son las principales víctimas del lenguaje eufemístico, que busca verbos débiles y hace un despliegue abusivo de sustantivos".
Sus éxitos de ventas la han hecho sospechosa ante los críticos, y mucho más el que tenga lectores fieles que acuden a sus conferencias con una devoción propia de los seguidores de una pop-star. "¡No es una escritora, sino un gurú, y no tiene un público, sino una secta!", señala uno de sus detractores; pero lo cierto es que Amélie Nothomb acude cada día a su editorial en París -Albin Michel- para dedicar un par de horas a leer y contestar las cartas que recibe. "El año pasado escribí más de 600 cartas. Es algo que me gusta hacer. Los mensajes enviados por los lectores valen lo que no vale crítica alguna". Pero esa disciplina epistolar es sólo parte de otra disciplina horaria y de trabajo aún más impresionante. "Me levanto todos los días a las cuatro de la madrugada y escribo mis novelas hasta las ocho. No como nada, no pongo música y escribo a mano, en cuadernos escolares. Bebo té negro, muy amargo". El resultado son decenas de cuadernos repletos de su escritura. "Sólo he publicado 13 de los 54 libros que he escrito hasta ahora. Cuando los empiezo, nunca sé si luego los textos serán o no publicables. Es una cuestión de equilibrio, de lograr avanzar hasta el final, siempre por un hilo; sin caer ni en el naturalismo, ni en lo increíble. Mientras escribo no me doy cuenta de si logro o no guardar ese equilibrio, pero luego, una vez pasados unos pocos días, todo queda claro".
A los 21 años, Amélie viajó a Japón para reencontrarse con sus orígenes, con la infancia mitificada; para ser, de nuevo y definitivamente, japonesa. De esa aventura queda un libro extraordinario, tragicómico, Estupor y temblores, del que Alain Corneau ha hecho una película más que estimable. "Siempre me había dicho que, de adulta, volvería a Japón para reinstalarme allí. Fue impresionante porque llevaba años sin hablar en japonés, pero al llegar a Tokio las palabras reaparecieron a borbotones, primero en un japonés infantil, luego me fui adaptando al de los adultos. ¡Pero aunque lo sabía hablar, no sabía escribirlo! Los años en que se aprende la escritura los pasé lejos de Japón, y ahora era muy complicado hacer en unos pocos meses unos deberes que se calcula necesitan entre 11 y 12 años. Entré a trabajar en una empresa, y en año y medio fui bajando todos los puestos del escalafón, hasta acabar convertida en señora de los lavabos. Yo no había ido a Japón para hacer la revolución y transformar su organización social, sino para convertirme en japonesa, y eso, según parece, me exigía ocuparme de los urinarios. En ese momento me pregunté: ¿qué otra cosa sé hacer aparte de ser japonesa? Regresé a Europa y me puse a escribir".
El desafío de escribir tenía mayor envergadura que el de ser japonesa, y de ahí que Amélie lo hubiese postergado. En la familia Nothomb hay un diputado fundador de la extrema derecha belga colaboradora con el nazismo, un intelectual aviador que luchó en la guerra de España junto a los republicanos y, sobre todo, una gran tradición de respeto por la palabra y la literatura. Un tío de Amélie, Paul Nothomb, también escribe. "La verdad es que el culto a la literatura que reina en casa inhibía mucho", admite la escritora belga. Años más tarde, Amélie Nothomb había triunfado en las letras y realizó otro viaje a Japón. "Me había vuelto a Bélgica tras ser relegada al último escalafón de la sociedad nipona y ahora regresaba como una artista porque mis libros eran traducidos al japonés. No creo que exista ningún lugar en el mundo en el que se tenga tanto respeto por los artistas como Japón. Los trata como a semidioses. Fue divertido comprobar la diferencia".
La preocupación por el cuerpo está en el centro de la trama de la mayoría de novelas de Nothomb. En Antichrista se habla de "las tres posibilidades de belleza que tiene el cuerpo: la Fuerza, la Gracia y la Plenitud", para constatar que "algunos cuerpos milagrosos logran reunir las tres", mientras que el de la paliducha y aún informe Blanche carece de todo atractivo. "Definir la belleza es difícil", dice la escritora, "pues yo pienso que la belleza está allí donde existe una sorpresa para la vista. Siguiendo mi criterio, Claudia Schiffer no es bella; lo extraño tampoco es bello, pero no hay belleza sin asombro profundo. Para volver a mis tres posibilidades diré que un buen ejemplo de plenitud lo ofrecen los personajes pintados por Veronese, las bailarinas de Degas están tocadas por la gracia, mientras que el misticismo de Zurbarán es el que transmite la fuerza".
Bélgica es un país pequeño que se complace en dar al mundo estetas de la belleza y de lo extraño, llámense Leo Spillaert, James Ensor, René Magritte, Paul o André Delvaux. "Ser belga es una nacionalidad estupenda por defecto. Cuando no se es nada, se es belga", dice como quien cuenta una evidencia. En su último libro editado en francés, Biographie de la faim (2004), el primero que no es presentado como una novela, sino casi como un diccionario autobiográfico, dice "haber comprendido que una no está obligada a decir toda la verdad, pero todo lo que cuento es verdadero", y el hambre (faim) a la que se refiere también lo es, puesto que remite a los dos años de anorexia, pero también "al hecho de que tener hambre es desear, un deseo más amplio que el propio deseo", y que la citada incapacidad para comer se resolvió "cuando comencé a escribir, aunque no sé qué fue antes, pues el estado de debilidad en que me encontraba también me impedía sostener el esfuerzo regular que requiere la escritura".
Para Amélie Nothomb, la escritura tiene puntos coincidentes con el ascetismo, pero también con los momentos de éxtasis, y esa paradoja ella la cultiva con su exigencia de escritura matinal, siempre en ayunas. "Escribir es un acto que no se hace a la ligera. A veces, uno puede decirse: ¡qué más da!, voy a decir esto o aquello; pero luego cada palabra puede volverse contra ti o contra los demás. No se escribe impunemente, como tampoco puede leer uno de rositas, como si fueses un lector-rana que atraviesas el libro sin mojarte, tal y como dice uno de mis personajes en Higiene del asesino". Porque cree en la palabra, Amélie Nothomb lamenta "la práctica desaparición de las emisiones literarias, es decir, programas que no se limiten a hablar de las novedades, sino que estén dispuestos a debatir sobre ellas". La práctica del zapping cultural la desagrada sobremanera. "No hay que desarrollar una idea, sino lanzarla. No hay tiempo para nada que no sea repetir lo que ya se ha dicho". Eso no significa que su prosa sea prolija o tienda a las digresiones. "Detesto los detalles inútiles. Lograr un equilibrio es difícil. En todos mis libros hay un enfrentamiento entre personas, y tiendo a colocar los personajes dentro de una probeta, justo con lo imprescindible, para poder asistir a la reacción con el menor número de interferencias".
En Antichrista, Blanche dice ser una gran lectora de Bernanos, un autor que hay que ligar con el gran peso del catolicismo intelectual en Bélgica. "Me gusta porque en su prosa no hay nada superfluo. Pero últimamente también releo a Diderot, Cervantes, Radiguet, Mishima, Stendhal o Balzac. De los contemporáneos, me gusta mucho un escritor belga, Simon Leys, pero también he leído todo lo que ha publicado Houllebecq, que aunque no tiene nada que ver con lo que yo hago, tiene una mirada sobre el mundo que me interesa conocer".
Amélie Nothomb no subasta sus libros al mejor postor. Ella es fiel a Albin Michel, la editorial que ha publicado hasta ahora sus 13 libros en francés. "Mi primera novela la envié antes a Gallimard, pero me la devolvieron con una nota manuscrita de Philippe Sollers diciendo: 'No me gustan los bromazos'. Aún no he entendido a qué se refería". Sin duda, los propietarios de Gallimard tampoco, pues después han contactado con ella varias veces para intentar reparar el error. Todo ha sido en vano. Tras su infancia y adolescencia viajeras y exóticas, la tranquilidad que le ofrece Albin Michel, con su oficina cercana al cementerio de Montparnasse, en París, es el hogar profesional idóneo para Amélie Nothomb.
'Antichrista', de Amélie Nothomb, la publica la editorial Anagrama en castellano, y en catalán, Empuries. Sale a la venta el próximo día 11.
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