El líder palestino Abu Mazen califica a Israel de "enemigo sionista"
El Ejército israelí mata a ocho personas en Gaza
Siete palestinos, seis de la misma familia, murieron ayer en Beit Lahiya, al norte de la franja de Gaza, cuando un tanque israelí abrió fuego contra un grupo de personas en un campo de fresas. Según el Ejército, era una "célula terrorista de Hamás". Fuentes palestinas informaron de que los fallecidos tenían entre 10 y 22 años. Más tarde, en el paso de Erez, los soldados israelíes mataron a otro palestino. El líder de la OLP, Mahmud Abbas (conocido como Abu Mazen), calificó a Israel de "enemigo sionista" tras el ataque.
El lenguaje del favorito en las elecciones del domingo, Mahmud Abbas fue inusitadamente duro: "Rezo por los mártires que han caído ante los proyectiles del enemigo sionista", dijo en un mitin en la recta final de campaña en Jan Yunis, también en la franja de Gaza y donde son frecuentes las incursiones. El viceprimer ministro israelí, Ehud Olmert, calificó lo dicho por Abbas de "intolerable" y advirtió de que ese tono "no puede servir de base para ninguna cooperación futura".
Abbas decidió acudir al hospital de Beit Lahiya para interesarse por los 11 heridos, dos de ellos muy graves. Cuando estaba en las proximidades del centro médico se escucharon cerca de su caravana dos explosiones, al parecer lanzamientos de granadas contra posiciones israelíes. El líder palestino suspendió la visita por precaución.
El coronel Avi Levi, jefe de la Fuerza de Defensa Israelí (IDF) en Gaza, informó de que seis de los siete muertos en Beit Lahiya eran militantes de Hamás. El grupo estaba compuesto por nueve hombres enmascarados y armados, dijo, y les achacó los posibles daños colaterales: "Si los civiles resultan heridos es porque los terroristas deciden lanzar sus ataques desde zonas habitadas. Lamentamos causar daño a los civiles".
Esta versión oficial no coincide con las fuentes hospitalarias ni con los testigos. Éstos sostienen que los milicianos abandonaron el lugar antes del disparo del tanque y que los muertos eran civiles. El diario Haaretz reveló anoche que seis de los muertos pertenecían a la familia Raban: tres hermanos, Hanni, de 16 años; Mahmud, de 14, y Bisaam, de 13, y tres primos: Mohamed, de 22; Jabir, de 12, y Rajikh, de 10. El séptimo es un vecino de 20. El director del hospital de Beit Lahiya dijo que los cuerpos estaban horriblemente mutilados por el proyectil. Por otra parte, el Ejército israelí mató a otro palestino que, según los militares, intentó infiltrarse ilegalmente en Israel desde Gaza, a través del paso fronterizo de Erez.
El coronel Levi insistió en que en las últimas dos semanas, los palestinos lanzaron ocho granadas de mortero contra los asentamientos israelíes en la franja de Gaza, que hirieron a 11 personas (1 grave y 10 leves). Estos asentamientos, 21 en total en los que viven unos 8.000 colonos, serán desmantelados a partir de junio, según el plan de retirada unilateral de Ariel Sharon. El primer ministro israelí ha advertido de que los ataques afectarán al calendario de salida.
El grupo radical Hamás ha desarrollado en Gaza una tecnología militar superior a la de Cisjordania. La presión que ejerce sobre la IDF y los colonos en las últimas semanas tiene un fin político: convertir una eventual retirada israelí en una victoria palestina.
Si las incursiones israelíes en Gaza tienen el objetivo público de poner fin a los ataques con este tipo de arma, la de ayer fue un fracaso: horas después del incidente, radicales palestinos enviaron tres Qassam sobre la ciudad israelí de Sderit (explotó uno sin causar víctimas) y dos granadas de mortero contra el asentamiento de Gus Katif. Nadie resultó herido.
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