La mitad de los palestinos vive en la pobreza
Los vecinos de Cisjordania y Gaza votarán el domingo en medio de una terrible crisis económica
William Kopti está en la bancarrota. Hace diez años, cegado por los espejismos de los Acuerdos de Oslo, regresó a Palestina poniendo fin a su exilio en Dinamarca para crear su propio negocio; un modesto comercio de ropa. El estallido de la segunda Intifada y la recesión económica le han obligado a cerrar la tienda. Hoy este cristiano ortodoxo palestino, vecino de Aram en los suburbios de Jerusalén este, forma parte de esa legión de cerca de 234.000 parados -el 26,3% de la población- que vaga sin rumbo fijo y sin esperanzas. Sobre sus hombros han recaído los efectos catastróficos de la peor crisis económica de la historia de Palestina.
"Esta vez, sin embargo, no abandonaré mi casa, como hicimos en 1948 y 1967; resistiremos hasta el final. Entre otras razones porque a mis 58 años no tengo otra opción, pero también porque pensamos que la situación no puede empeorar y que en algún momento tenemos que salir de la crisis", asegura desde los límites de la desolación, mientras ve cómo poco a poco se consumen los últimos ahorros amasados en su larga diáspora en Copenhague.
William Kopti se puede, sin embargo, considerar un agraciado si se compara su situación con la de un 47% de la población de Cisjordania y Gaza, que desde hace cerca de cuatro años, cuando se inició la Intifada, quedó sumida oficialmente en la pobreza, con un salario medio de menos de dos dólares al día. Todo ello sin hablar de esos 600.000 palestinos considerados por los organismos internacionales como pobres de solemnidad, cuyas necesidades vitales y asistenciales no se encuentran cubiertas, a los que no llega con regularidad la ayuda internacional; según las más recientes estadísticas, su salario medio no llega a 1,5 dólares al día.
Cifras escalofriantes
Las cifras son escalofriantes. La ayuda internacional que anualmente se vuelca sobre Palestina y que se eleva a 950 millones de dólares es insuficiente. Las donaciones de los países extranjeros mantienen directa o indirectamente a un grupo compacto de 250.000 palestinos, impidiendo que acaben sumergidos en las aguas tenebrosas de la pobreza, que amarga la vida de sus convecinos.
"Los países donantes han doblado sus desembolsos de ayudas a los palestinos desde que estallara hace cuatro años la Intifada, lo que ha impedido una caída más drástica", aseguraba este pasado fin de año Nigel Roberts, representante en Cisjordania y Gaza del Banco Mundial, pero alertaba asimismo a la comunidad internacional de las amenazas de un peligro inminente, el agotamiento del donante, al tiempo que aseguraba que este sistema de ayudas "no puede durar indefinidamente".
Las arcas de la Administración están agotadas. Los funcionarios, entre los que se encuentran cerca de 30.000 miembros de las fuerzas de seguridad, tardan en ocasiones semanas en percibir sus salarios, colocando la red asistencial y policial al borde del colapso o, lo que es peor, en las puertas de una revuelta interna. En este marco los casos de corrupción e incapacidad administrativa agravan la situación, pero sobre todo minan la moral de la población.
"La corrupción en Palestina no es proporcionalmente mayor, ni más importante que la de cualquier país europeo, pero sí es mucho más dolorosa, porque se produce en un momento crucial en la historia de nuestro país y mientras sectores amplios están haciendo esfuerzos titánicos para fundar nuestro Estado", asegura Samir Abdulá, de 54 años, economista, director general del Palestine Economic Policy Research Institute, el centro de investigación económica más importante de los territorios de Cisjordania y Gaza.
Los empresarios palestinos, sin embargo, no se rinden. Hace exactamente un año redactaron, junto con un grupo de economistas israelíes y palestinos, en cooperación con el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea, las líneas generales de una Hoja de Ruta Económica, que complementa sobre el papel la Hoja de Ruta política aprobada en junio del 2003 con la ayuda de Estados Unidos. Las 40 hojas del plan de salvación económico para Palestina prevén un proceso de tres fases, que trataría de eliminar barreras y fomentar el empleo y la producción. El plan supone una ventana abierta a la esperanza y al optimismo, sobre todo si se tiene en cuenta que fue elaborado en uno de los momentos más angustiosos y sangrientos de la Intifada.
"No hay que dejarse engañar por la crisis económica, aunque sea la peor de nuestra historia. No estamos con los brazos cruzados. Durante estos 10 últimos años, desde la creación de la Autoridad Palestina, hemos creado un marco político y legal imprescindible para potenciar nuestra economía. Se han unificado y modernizado leyes, lo que ha permitido poner las bases de una infraestructura económica. En sólo una década hemos hecho lo que algunos países occidentales han tardado cincuenta o sesenta años en llevar a buen término", afirma Saad O, Khatib, de 39 años, abogado, dirigente de la organización no gubernamental Paltrade, dedicada a fomentar el comercio palestino en el ámbito internacional.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.