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Reportaje:

La democracia es buena para la salud

El régimen democrático mejora la esperanza de vida con independencia de la riqueza de un país

Hasta qué punto influye la política en la salud? Ya sabíamos que los pobres enferman más y mueren antes, y que el desarrollo económico de un país repercute directamente en el bienestar y la salud de su población. También se sabía que son importantes las inversiones en sanidad y educación, y el nivel de igualdad social de un país. Lo nuevo y recién comprobado en un riguroso estudio epidemiológico es que el tipo de gobierno también influye y que la democracia, con independencia del nivel de riqueza, de las desigualdades y del gasto público de un país, es por sí misma beneficiosa para la salud.

Esta idea ha adquirido por primera vez rango de conclusión científica. Su trascendencia en la salud pública es clara: "Hacer que un país sea rico es muy difícil. Hacer que no sea una dictadura también es difícil, pero no tanto, y además se puede conseguir más rápidamente. Si se confirman nuestros hallazgos, las dictaduras y la falta de libertades podrían pasar a considerarse causas evitables de mortalidad", asegura tajante Cárlos Álvarez-Dardet, uno de los autores del estudio junto con María Teresa Ruiz Cantero y el colombiano Álvaro Franco. Los tres epidemiólogos, pertenecientes al Observatorio de Políticas Públicas y Salud (OPPS), han merecido por su estudio la portada del último número del año del British Medical Journal.

El régimen democrático determina por sí solo el 13% de la esperanza de vida de la población
Un estudio señala la falta de libertades como causa evitable de mortalidad

Una primera confirmación de los resultados de este estudio pionero llegó, a los pocos días de su publicación, desde la Universidad de Yale, en New Haven (EE UU). El equipo de Bruce M Russett, del departamento de Ciencia Política, informaba de que habían hecho un análisis similar y obtenido resultados coincidentes, según explica María Teresa Ruiz, profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Alicante.

Los investigadores del OPPS han tenido en cuenta para su análisis datos del 98% de la población y de 170 países. Y su conclusión, avalada por los exigentes revisores estadísticos de la revista británica, muestra que los mayores niveles de salud de la población se dan en los países libres y democráticos, seguidos de los parcialmente libres, mientras que los países donde no hay un régimen político de libertades tienen peores niveles de salud.

Para poder hacer el complejo cálculo estadístico que permite estudiar el efecto aislado del tipo de gobierno de un país sobre la salud, los investigadores han condensado un término tan amplio como el de salud en tres variables: esperanza de vida, mortalidad infantil y mortalidad materna. Esta "operativización" de la salud se justifica, según María Teresa Ruiz, porque son tres de los indicadores de salud más importantes: la esperanza de vida es probablemente el más universal y revelador del nivel de salud de un país; la mortalidad infantil es, además, un indicador macroeconómico, hasta el punto de que "muchos países no lo facilitan porque indica cómo va su economía", según esta epidemióloga.

Como medidas del nivel de libertades de un país, se han considerado tanto derechos políticos (libertad de partidos, sindical y de libre empresa; elecciones...) como libertades civiles (libertad de expresión, asociación, religiosa y educativa; prensa libre...). Los datos utilizados por los investigadores son los de Freedom House, "porque es la única base de datos que ofrece información sobre los regímenes políticos de todos los países del mundo", afirman Álvarez-Dardet y Ruiz Cantero, aunque no suscriben alguno de sus principios, "como la ausencia de importancia de los derechos humanos en la definición de democracia".

Tras el ajuste estadístico de las variables que pueden afectar al estudio, los epidemiólogos concluyeron que la existencia de un régimen democrático determina por sí misma el 13% de la esperanza de vida de la población, el 11% de la mortalidad infantil y el 6% de la mortalidad materna. "Esto supone un impacto potencial de beneficio de millones de vidas al año en todo el mundo", recalca Álvarez-Dardet.

Según estos resultados, la implantación de un régimen democrático en un país, con independencia de otros factores, como su riqueza, nivel de desigualdades o gasto público, aumentaría en el 13% la esperanza de vida de la población y reduciría en el 11% la mortalidad infantil y en el 6% la materna. ¿Pero en cuánto tiempo se apreciarían las mejoras? "Por otros estudios que estamos realizando y que aún no podemos hacer públicos, se percibe que el efecto es bastante rápido en la mortalidad infantil, y obviamente con un poco más de retraso en la esperanza de vida", responden Carlos Álvarez-Dardet y María Teresa Ruiz.

La conclusión del estudio, por ser el primero que establece una relación entre democracia y salud, según los autores, "es provisional". Y todavía es pronto para explicar por qué la democracia es buena para la salud, aunque los investigadores consideran muy probable que se deba al hecho de que en democracia la gente es capaz de organizarse e influir en las decisiones del poder político.

Sobre las garantías de que las conclusiones de este estudio sean correctas, los investigadores opinan que es "la misma que en cualquier otro estudio científico, los que se hacen con variables biológicas o los relativos al proyecto genoma. La ciencia no produce información absolutamente cierta, sino con mucha certeza posiblemente cierta".

"Hay cuestiones que desarrollar, como el efecto histórico y la existencia de dosis-respuesta, pero sustancialmente estamos bastante seguros de nuestros resultados y comprometidos con seguir trabajando en el futuro para establecer definitivamente esta relación. Es imposible establecer con un solo estudio una relación de manera incontrovertible. Sólo hemos abierto una nueva vía de investigación y reflexión que valoramos como relevante", afirman los epidemiólogos.

Una mujer vota en las elecciones presidenciales de 2001 en un colegio electoral a cielo abierto en Kampala (Uganda).
Una mujer vota en las elecciones presidenciales de 2001 en un colegio electoral a cielo abierto en Kampala (Uganda).AP

Epidemiología política

Los argumentos a favor de la democracia y la democratización provenían hasta ahora de la filosofía, la ética y las ciencias sociales y políticas. "A partir de nuestro estudio hay también un argumento desde la salud y la medicina", dice Carlos Álvarez-Dardet, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Alicante.

El estudio representa, además, un empujón para la incipiente epidemiología política, que puede entenderse como "el estudio del efecto en la salud de las instituciones derivadas del poder político", según la definieron hace años los epidemiólogos españoles Miquel Porta y Carlos Álvarez-Dardet, y recoge el Diccionario de Epidemiología Last, de la Asociación Internacional de Epidemiología. "En este estudio lo que hemos hecho es estudiar el efecto de la mayor de las instituciones derivadas del poder, es decir, los gobiernos", dice Álvarez-Dardet.

Con todo, aunque en medicina y en epidemiología se acepta que la política es importante como causa de enfermedad, prácticamente no se hacen estudios de epidemiología política, reconoce este investigador. "Hay una apreciación sobre todo retórica. Cualquier médico o cualquier salubrista te dice que la política es muy importante en la salud, pero no hemos sido capaces de convertir esa sospecha en informacion útil para la acción".

Los epidemiólogos Vicente Navarro y Carme Borrell han hecho recientemente un estudio "muy interesante" sobre el efecto de las políticas socialdemócratas, según Álvarez-Dardet, "pero desgraciadamente es un área de trabajo muy minoritaria". Y añade: "La medicina acepta que la biología influye en nuestra salud, pero hay una resistencia ideológica a estudiar cómo influye en nosotros la política".

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