El 80% de los menores acogidos no regresa con su familia antes de los 18 años

Sólo dos de cada diez menores que se encuentran en acogimiento familiar o residencial en Euskadi regresan, por término medio, con sus padres biológicos antes de alcanzar la mayoría de edad, cuando finaliza legalmente la responsabilidad institucional sobre ellos. Conscientes de que ése es sólo un límite formal, las tres diputaciones cuentan con programas de apoyo para facilitar su emancipación. Las familias acogedoras reclaman, sin embargo, más recursos. Quieren garantizar su "libertad de elección" y la de los chicos que viven en sus hogares cuando éstos cumplen 18 años.

Arbitrado por las diputaciones, el acogimiento familiar y residencial de menores desprotegidos es, en teoría, una medida temporal hasta que los padres biológicos puedan volver a atender adecuadamente a sus hijos. En la práctica, el retorno de una buena parte de ellos a sus hogares antes de cumplir 18 años se presenta difícil, porque sus progenitores no logran superar sus problemas, pese a la ayuda de los servicios sociales.

Los datos registrados el año pasado sirven de muestra de la situación. En Vizcaya, sólo un 3,25% de los niños que se encontraban acogidos por una familia volvieron con sus padres antes de alcanzar la mayoría de edad. De los que estaban en acogimiento residencial regresaron el 18,54%. En Álava, retornaron un 37% y un 39%, respectivamente. Y en Guipúzcoa, un 17% y un 11%.

La mayoría de los chicos, por tanto, cumplen 18 años bajo la tutela de las tres diputaciones. La labor de protección de menores que compete a las instituciones forales llegaría entonces a su fin, pero éstas han puesto en marcha distintos programas de apoyo económico y técnico a estos jóvenes durante un máximo de seis años. Cada territorio tiene su diseño, pero los tres ofrecen asesoramiento, planes de formación o inserción laboral para facilitar a estos chicos el camino hacia la autonomía.

Demanda de recursos

Los jóvenes que han residido en un centro pueden continuar en él unos meses más. Alargar el acogimiento familiar queda en manos de la propia familia y del joven. Guipúzcoa suma a este escenario dos pisos de emancipación, con seis plazas cada uno, que funcionan de la mano de Cruz Roja y la Diputación. El próximo año abrirá un tercero. A ellos pueden acceder quienes han vivido en una residencia y quienes lo han hecho en una familia de acogida.

Las familias acogedoras demandan más recursos. Debería haber "opciones suficientes" para que la decisión de continuar con el acogimiento, tanto por parte de la familia como del menor, pueda tomarse con "absoluta libertad", dice Cristina Moreno, presidenta de Beroa, la Asociación de Familias de Acogida de Guipúzcoa. Admite, sin embargo, que no tiene claro si esos recursos deben proceder de las diputaciones, que "cumplen con su función de amparar a los menores desprotegidos", o de otras instituciones. Y se explica: "No sé hasta qué punto es un problema de las familias de acogida o un problema social general. Lo que está claro es que un chico de 18 años hoy no tiene muchas posibilidades de salir de casa".