Frears cree que sólo con talento y corazón se vence al cine de EE UU
El realizador británico debate con 200 estudiantes en el II Congreso Gallego del Audiovisual, en Santiago de Compostela
Stephen Frears, el director británico de películas como Las amistades peligrosas o Mi hermosa lavandería, transmitió ayer buenas y malas noticias a 200 estudiantes de cine con los que mantuvo un coloquio en Santiago de Compostela. Primero, las malas: "Es imposible competir con la industria del cine norteamericano, con su dinero y sus medios". Luego, las buenas: "Pero nosotros tenemos nuestras historias, nuestro corazoncito y nuestra imaginación. Es lo que necesitamos para competir y para derrotar al cine americano". Frears también reconoció que hoy no podría ironizar sobre la cultura musulmana como hizo hace 20 años en sus primeras películas londinenses.
Frears fue la estrella invitada a la inauguración del II Congreso Gallego del Audiovisual, en la que charló y bromeó durante una hora con un auditorio compuesto en su mayoría por estudiantes. Los futuros profesionales no pudieron esquivar el eterno debate de la competencia con la industria estadounidense. Frears trabajó en ella, con películas como Las amistades peligrosas, Héroe por accidente o Los timadores, y se afanó en demostrar que no tiene prejuicios contra Hollywood. A una joven italiana que había declarado su preferencia por el cine francés, Frears le alabó su "gusto excepcional" al tiempo que ironizaba sobre su "sentido un poco trágico del mundo".
El director británico elogió "el perfeccionismo y la rapidez" del cine norteamericano como argumentos para conectar con el público. "Son las películas que quiere ver todo el mundo. Hay que reconocerlo y se acabó", dijo Frears, para concluir con otra ironía: "Es normal que gusten a la gente, a no ser que en España seáis todos artistas". Pero a pesar de todo eso y de la "imposible" competencia con los medios de la industria de Hollywood, el director de Café irlandés levantó el ánimo de los aspirantes a cineastas europeos. Fue cuando apeló a las historias, los corazones y la imaginación del viejo continente. Sobre todo, a la búsqueda de historias "únicas y originales". El entusiasmo del auditorio acabó por desbordarse cuando Frears se puso combativo y entonó el "¡no pasarán!".
Cineasta underground en sus comienzos, el director explicó que se había criado en una familia convencional y en un país muy distinto al que descubriría en los barrios de Londres copados por la inmigración asiática. Sin ese colorido cultural, Inglaterra sería para él un lugar aburrido. De ese ambiente se empaparon sus primeras películas, como Mi hermosa lavandería o Sammy y Rosie se lo montan, historias multirraciales que, según confesó Frears, tal vez no podrían contarse del mismo modo dos décadas después, en un mundo marcado por el resentimiento. "Con la tensión actual", comentó, "sería casi imposible que pudiese satirizar como entonces sobre ciertos aspectos de la cultura musulmana. Ahora tendría miedo a abordar esa cuestión y quizá tampoco encontrase apoyos para proyectos así". En su reivindicación de la "alegría" que aportó al Reino Unido la incorporación de las culturas traídas de otros continentes por las sucesivas oleadas de inmigrantes, Frears se permitió una leve alusión política: "No queremos una comunidad sumisa al imperio. No queremos volver atrás, aunque parece que el señor Tony Blair tiene mucho interés en ello".
Cineasta prolífico y versátil, capaz de transitar de la producción comercial a la austeridad de la comedia realista, del thriller trágico a la sátira desmadrada, Frears reveló que lee guiones constantemente para combatir su tendencia a aburrirse. "Un buen guionista es la base de todo", aleccionó a los estudiantes. "Los buenos son los capaces de cambiar un texto. Los malos los consideran inamovibles".
Babelia
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