Voces, reclamos y dudas
Los milaneses, tan reservados, ya opinan sobre el remozamiento del teatro de La Scala con el proyecto del arquitecto Mario Botta. Muchos viandantes de Brera se preguntan: "¿Dónde están los camerinos de Toscanini y la Callas, y la sala donde ensayaban Fracci y Nureyev?". La respuesta son dos impactantes moles que ahora escoltan los flancos del conocido frontal neoclásico.
Leila Gencer, una de las grandes sopranos de ayer cuya carrera se encuentra comprometida con el teatro milanés, dice: "La sala me parece ahora bellísima; la platea, espléndida, y la acústica, muy mejorada. Antes había puntos muy difíciles para las voces. La Scala sigue siendo la de las grandes emociones, y un teatro no puede detenerse, debe ser dinámico: si hacía falta un escenario más grande, pues eso se ha hecho".
La gran bailarina italiana del siglo XX Carla Fracci casi nació dentro del coliseo milanés. Ella, gran dama de la danza clásica, piensa otra cosa. "Nada que objetar a la sala, que sólo ha sido refrescada. Las lámparas están limpias, pero el desastre es el escenario, que hace sólo dos años y medio funcionaba perfectamente. Ha sido sustituido, y la Piccola Scala [el histórico segundo auditorio de cámara de la casa] ha sido demolida para ganar espacio de maquinaria escénica; también han desaparecido las pilastras de cotto lombardo, originales de Piermarini. Eran siete a cada lado, como las noches de Orfeo. ¿Sacrificar todo eso por la técnica? ¿Moralmente se puede aceptar algo así? Hay que decir que esto ha sido una operación política hecha sin el consejo de un solo hombre de teatro y todo esto lo digo con gran dolor".
Sentimientos encontrados
Vittorio Garatti, arquitecto urbanista y profesor de la universidad, apunta: "No he visto el teatro por dentro, pero por fuera, el resultado de esa implantación ajena a las tipologías de la ciudad y del entorno propio es terrible. Pongo el ejemplo de Rogers, que hace años allí mismo, cerca de La Scala, hizo una poderosa ampliación hacia arriba de un edificio antiguo, y lo resolvió con soltura y belleza a base de materiales contemporáneos, pero teniendo en cuenta dónde estaba interviniendo".
Alfio Agostini, crítico de ballet y editor de la prestigiosa revista Balletto Oggi, lo ve así. "Delante de La Scala renovada contrasto mis sentimientos: de una parte, el orgullo de que La Scala vuelve a vivir en el tiempo previsto, perfectamente restaurada la sala y las partes públicas y en funcionamiento el nuevo e imponente edificio que está detrás del telón. Por otra parte, la profunda tristeza por la destrucción radical de las tres cuartas partes de uno de los monumentos teatrales más importantes del mundo, cargado de memoria. Debemos preguntarnos si era realmente necesaria esta devastación para conseguir una buena restauración; si se tenía el derecho moral, ético y político de tomar esta decisión irreparable, hecha contra el parecer de medio mundo y si los complicados escenarios que la nueva maquinaria permite valen por la desaparición del cuerpo vivo del glorioso Teatro alla Scala como era, como teníamos el deber de conservarlo a las próximas generaciones".
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